13.7.08

Reciclar

Palazzo del Pò, Aula Magna

Lo mismo que hay un síndrome de Diógenes que se refiere al comportamiento de algunas personas –sobre todo ancianas- que entre otras cosas acumulan gran abundancia de basura y objetos, debe de haber un síndrome opuesto. Debe de haber personas que se deshacen (nos deshacemos) de sus (nuestras) cosas. Sin llegar a los casos más extremos del síndrome de Diógenes, es posible explicar la acumulación de objetos por la teoría antropológica por la cual atávicamente los ancianos, al no ser útiles para la caza o para la agricultura, se dedican a la recolección para justificar su función social en la tribu. En mi pueblo los viejos cosían las redes y enseñaban a los más jóvenes las artes. Las viejas cuidaban de los pequeños y cuando no servían para cuidar de los pequeños pelaban las patatas y los guisantes. Cuando tampoco servían para pelar las patatas y los guisantes, entonces hacían los cinco lobitos. Cualquiera sabía que después de los cinco lobitos no quedaba mucho más que hacer.
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Estos días he estado haciendo una limpieza de todo lo que no uso y que remotamente usaré. Algunas personas me han reprochado que tire los libros que no quiero en el correspondiente depósito municipal de reciclado de la esquina. Pero, ¿qué se puede hacer como un libro como Las benévolas, aparte de devolvérselo a su autor, el último Premio Goncourt, Jonathan Littell? Bien pensado, creo que la única razón de que conservara los apuntes de Filología es que estaban muy elaborados, y que estaban en un estante demasiado alto para que ni siquiera los viera. Los he tirado, sí, a excepción de la lección sobre el Cántico espiritual que nos dio el profesor Miralles, que en realidad está basada en el estudio de Domingo Ynduráin, y de los apuntes de primero de Latín, que ya es lo único que me interesa de la lingüística a la vista de que soy incapaz de avanzar ni un ápice en el inglés.
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De la misma manera que los recolectores de cachivaches, trastos y objetos usados ven enorme potencial en lo que encuentran en la basura, yo padezco un síndrome por el cual descubro a cada momento la parte inservible y “cargada” o recargada de cada cosa. Todo es basura. El aula magna del palazzo del Pò de la fotografía será un orgullo para los paduanos, pero a mí tanto arte y tanta historia me ahoga, me empacha, me satura. La saturación debe de ser un trastorno común a los que tenemos la manía de la intensidad y la plenitud, y el mal de la libertad. Por eso escribo un blog. 


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