28.1.10

Eppur si muoveno

El verano de 1991 conocí a Maria Pilar Estévez durante un taller de yoga que se hacía en “La Plana”, Cooperativa que está en una casa rural en Artés (Bages), a unos 60 km de Barcelona. Hacia el final del taller Pili fue invitada a hacernos una demostración de shiatsu y yo me ofrecí como voluntaria. Llevábamos cosa de cuatro o cinco días con una alimentación naturista, durmiendo en unas literas como de campo de concentración o colonias, haciendo diferentes prácticas de purificación y meditación, algún bañito de lodo, alguno de sol, algún paseo por el campo, etcétera, cuando Pili me hizo el masaje. Hice algo que para mí y para cualquiera que no tenga pretensiones resulta fácil: hacer no tanto de modelo como de ejemplo. A pesar de que ya me sentía muy bien, después del masaje shiatsu me sentí como una pelusilla, ligera como el vilano o papus de un diente de león, como una pluma. El bienestar era tanto físico como psíquico.

A lo largo de los últimos 20 años he seguido recibiendo masajes de Pili en diversas circunstancias, tanto si me sentía bien, para tomar rumbo, como si no me sentía tan bien para no acabar de desnortarme. Me ha ayudado mucho en situaciones críticas en las que el cuerpo, como si fuera un instrumento musical (que lo es), tuviera que estar bien afinado y temperado.

El día 23 pasado Pili dio una charla en Barcelona para explicar su experiencia, su trayectoria, ante un grupo de personas algunas de las cuales no conocen aún su trabajo. Verdaderamente yo creo que es muy difícil, por no decir imposible, hablar de como se queda una y ya no digamos de como se quedan otros tras una sesión de yoga o una tabla de taichi o una terapia con acupuntura o un masaje de shiatsu. Lo más difícil es referirse a la sensación de plenitud. Y es que por regla general el bienestar y las alegrías se asocian a las lisonjas, a un gol, a un subidón de autoestima, al alivio, a un deseo satisfecho, a una frustración reparada, a dar con el punto a la masa de una empanada y a emociones por el estilo. Bien es verdad que las lisonjas nos hacen la vida agradable y nos compensan de los sinsabores. Que quede la masa de la empanada en su punto jugoso pero no húmedo es algo que no tiene parangón. Un gol debe ser la leche a juzgar por las reacciones que desata. La plenitud que deja un masaje shiatsu es tan básica me figuro como la de un gol, sólo que va hacia adentro y no busca ser exteriorizada ni da euforia ni estados alterados de la conciencia o lisérgicos. Es más apacible.

Se dirá que el hecho de cuidarnos, de ser atendidos directamente –sea en la peluquería, sea en la cabina de un masajista-  siempre resulta placentero. Y lo es, pero es que tras una terapia con un acupuntor o con Pili, que trabaja los meridianos energéticos que más o menos rigen la fisiología de la tradición médica china, se duerme muy bien y notamos una cierta serenidad, lucidez (pero nada espectacular, por supuesto, sólo la que hay), que cambia nuestro punto de vista sobre un error, un dilema, o algo que parecía más encarnizado.

Hay en la red muchos weblogs que desacreditan los resultados de las medicinas y las terapias alternativas, complementarias o tradicionales. Argumentan que los éxitos de los casos tratados se deben a la casualidad o a la sugestión, pero casi siempre demuestran un gran desconocimiento y desinterés por los fundamentos de las medicinas milenarias o las terapias que no están integradas en la medicina occidental y en la Seguridad Social. El desdeño se ve fortalecido por las chapuzas de algún que otro esotérico impostor o intruso que se gana la vida así o como puede. El shiatsu es una técnica que procede de la segunda década del siglo pasado y está reconocido por el Ministerio de Sanidad y Política Social y por la Organización Mundial de la Salud.

La formación de Pili  la ha hecho en la medida en que tenía la necesidad de colmar su interés o su curiosidad, sus inquietudes, desde la experiencia. Es como lo que pretendíamos decir el otro día sobre la gastronomía y los proyectos de elevarla o rebajarla a ser una ciencia con su programa docente universitario y sus catedráticos y sus bedeles y esas misas negras que son las lecturas de tesis doctorales y esos akelarres que son los claustros.

Pili sabe lo que son los chakras y la cromoterapia, el yin y el yang, una hernia discal y una hemorroide, pero como aquel que dice –empezando por ella misma-  lo ha olvidado y no pretende encastillarse en los yermos de las teorías. Está más cerca de los pozos de la sabiduría o sofía que de los regadíos y los secarrales de la ciencia altamente formalizada e institucionalizada. No se arroga los frutos de su trabajo, sabiendo que es una mediadora. No juzga. Habla poco. A veces, lo sabe, las palabras nos confunden y nos obligan, y los sentimientos nos embaucan. Sus manos van directamente a aquel punto doloroso que nos atenaza, por oculto que esté, o a aquella pena que tenemos clavada en el mismísimo timo como si fuera un manojo de espadas de la transfixión de la Virgen Macarena.  Está entre la evidencia y la videncia, con una modestia y una disponibilidad indesmayables.

El cuerpo, ya lo dijimos, es extraño. Lo raro es vivir, decía Carmen Martín Gaite. Y raro, bien mirado, es todo. Por eso a mí no se me hace raro que Pili a veces me proponga una visualización de alguna imagen que me ayuda a predisponerme o a limpiar esquemas. De la misma manera que a veces se me enganchan musiquillas y estoy días dale que te pego, también hay que admitir la existencia de ideas viciadas u obsesivas. Les prometo que desde el año 2000 cada vez que voy por ejemplo al baño o algo así, canto “Dame veneno que quiero morir”.  Hay que cuidar la higiene mental y no permitir que “la loca de la casa” se llene de malas hierbas o de pensamientos en círculo. Pili no sólo propone visualizaciones sino que además al contacto con sus clientes o pacientes, percibe imágenes y hasta como cortometrajes que orientan su diagnóstico. Una maravilla, sobre todo en casos de mujeres gestantes, cuando los nonatos dan señales de vida más allá de lo que detecta un ecógrafo o una amniocentesis. Como este tema levanta ampollas y enerva algunas voluntades, lo vamos a dejar estar y –como en otras ocasiones- vamos a tener la fiesta en pazEppur si muove, como dijo Galileo Galilei,  o eppur si muoveno.

 

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24.1.10

La casa del ahorcado y la España gris


Pintada de Banksy

Faites venir pitié qui me relieve
Du desplaisir ou je suis aservi
C’est a gran tort, Cancionero de El Escorial
*
Una vez que hemos dejado hilvanado el tema de las autoridades sanitarias, en un post anterior, y de que ya se ha aclarado el asunto sobre por qué extremo deben aplicarse los supositorios, ya podríamos entrar de lleno a otros asuntos menores, como el de la manía de algunos congéneres de arrogarse cierta autoridad moral o un liderazgo en ocasiones que nos pillan desprevenidos.  Me refiero por ejemplo a esos mensajes de correo electrónico que todos hemos recibido, recibimos y recibiremos donde como corolario se nos indica que antes de imprimir nada lo pensemos bien, y que si el medio ambiente esto y el medio ambiente aquello. Otros añaden la transcripción de artículos legislativos que nos recuerdan que la comunicación en juego no puede ser redirigida a quienes no son estrictamente sus destinatarios principales explícitos. Toda esta parafernalia neoburócrata no sé yo si tiene equivalente en la historia de la humanidad y de la epistografía privada o pública. A lo mejor, todo lo más, en los lemas. Apenas hemos dejado de reírnos de aquel “Dios guarde usted muchos años” con el que culminaban los oficios de hace unos 40 años pero que al parecer son una herencia de la dominación musulmana en nuestro país, y ya estamos otra vez con esas perlillas de la prosa administrativa en las que se solazan sobre todo los que tienen el lenguaje por algo mágico.
¿Dónde se ha visto -me pregunto mientras clavo mis pupilas marrones en la pantalla blanca-  que alguien tenga que recordar a sus prójimos mecánicamente que no gasten papel? ¿Es que se piensa que son irresponsables o que son tontos? Y si lo son, ¿se piensa que con su mensaje va a promover o condicionar una buena práctica? ¿Dónde se ha visto que nos reconvengan por algo sobre lo cual no se debería arrojar ni la menor sombra de duda, nuestra discreción? Es que, vamos,  hasta me dan ganas de añadir a mi firma una coletilla automática en donde se lea: “Que cada cual haga lo que quiera con lo que aquí he escrito, como si quiere imprimirlo a costa de los pocos árboles que quedan y sólo para luego decidir que no le interesa y echarlo con la basura general en vez de contribuir a su reciclado. Y si -traicionando mi confianza  o mi buena fe- el destinatario hiciera un uso secundario, lucrativo o malintencionado de este mensaje, participándoselo a quien no es su legítimo destinatario, pues peor para él, por mezquino, que yo cuando escribo escribo de verdad e incondicionalmente y no voy a ser quien le diga a los demás lo que tienen que hacer y lo que no“. Y es que, mirad, que en la piscina haya un letrero que ponga “No està permés rentar les sabatilles de bany a la pica – Gràcies” (*) no me parece impertinente y hasta tiene su gracia, como esas cerámicas donde se puede leer “Aquí vive un extremeño” o esos letreros en donde leemos “Reservado el derecho de admisión”, “Hoy no se fía” o, más amenazantes, “Se avisará la grúa”. Quizás uno de los letreros típicos de los momentos estelares de la humanidad sea “Cave canem” (cuidado con el perro), pero a partir de ahí y hasta aquí, los hay peculiarísimos y están convenientemente recogidos en la blogosfera. De hecho, en las ciudades poco espacio más queda para las veleidades rotuladoras, con excepción de alguna lápida de cementerio. La mayoría de los grafitti de mi barrio poco tienen que ver con el arte urbano de Banksy y no tienen más función  que la meada fáctica de un perro para marcar su territorio.
Ya se habló en *ALFB de los scuppies (esa mezcla entre yuppies y hippies) y de los bobos (bourgeois bohemian ), pero aún no habíamos dicho nada de aquellos que sienten desintegrarse su sistema inmunitario cuando ven un tricornio de charol o una bandera rojigualda y otros tópicos de la España negra y de la España marrón, con los sempiternos motivos guerracivilistas, pero que son insensibles a demostraciones como la que hemos apuntado, que insultan la inteligencia. Tengo, entre mis buenas aunque escasas razones para llegar a vieja, la de esperar que tanta tinta que se ha gastado en ridiculizar los estereotipos de las Españas negra y marrón, o aunque sea la mitad, se gaste también en ridiculizar y desenmascarar los estereotipos de las Españas rojas, glaucas, azules, amarillas, malvas, lilas, púrpuras y hasta grises.

(*) “No está permitido lavar los chanclos en el lavabo. Gracias”

NOTA: Para la elaboración de este blog apenas se llevan gastados dos post-its pequeños, un par de hojas de una libretita de notas de bolsillo y poco más.

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21.1.10

Suposiciones

Fotografía de: Elliott Erwitt

“Si uno le echa un vistazo a los datos oficiales sobre su calidad de vida, se da cuenta de que una tragedia como esta [el terremoto de Haití] lo que hace no es otra cosa que añadirle publicidad a la vieja y clamorosa situación de caos e indigencia de un país en el que muchos poblados tienen el aspecto de haber sido arrojados allí desde un avión.” José Luis Alvite, La pulpa del polvo.

El día 13, el centro Cochrane Collaboration, de medicina basada en la evidencia, publicó simultáneamente las versiones en inglés, francés y español de un documento técnico sobre Haití. El documento se titula “Cochrane Evidence Aid: resources for Haiti earthquake“. Más allá del interés de las conclusiones que ofrece para manejarse ante los principales problemas de salud derivados del terremoto (heridas, fracturas, otros traumatismos, transfusiones sanguíneas, y estrés postraumático) me han llamado la atención las siguientes frases: “La inclusión de una revisión en este documento no implica que la Colaboración Cochrane crea que ésta va a ser relevante para la situación en Haití, si no simplemente que debería ser tenida en consideración. Asimismo el objetivo es actuar como referencia de aquellas revisiones sistemáticas que puedan ayudar a la toma de decisiones y no establecer unas normas de actuación sobre la base de las pocas líneas de a continuación.” [sic]

La Organización Mundial de la Salud ha publicado a su vez (que yo sepa un día después) un informe técnico titulado Public health risk assessment and interventions: Earthquake – Haiti, documento que sólo está disponible en inglés el día de hoy. El prólogo del informe se arroga, al contrario que Cochrane, como es natural, un cierto liderazgo: “The purpose of this public health risk assessment is to provide health professionals in United Nations agencies, nongovernmental organizations, donor agencies and local authorities currently working with populations affected by the emergency in Haiti, with up-to-date technical guidance on the major public health threats faced by the earthquake-affected population.” (*)

Otra cosa es que haya haitianos que han tenido que ser intervenidos sin anestesia alguna, sea porque no había anestésicos, sea porque no había anestesistas. No sé si fueron veinte o si fueron doscientos. Cosa de la que me acordaba estos días, cuando veía en Facebook correr la voz de que American Airlines le pagaba el pasaje a cualquier médico o enfermera que quisiera ir a Puerto Príncipe.  Sobre el HAARP aún no ha surgido nada, por lo menos en mi muro, y ya me extraña pero que mucho porque es un tema que es que ni pintado para el Facebook. Y esa noticia (la de American Airlines), veraz o no, me hizo pensar que habrá quien crea que el personal sanitario se puede presentar en los sitios para hacer lo que sabe sin necesidad de alguna organización. Algo así como Don Quijote y Sancho.

La medicina oficial contemporánea está muy  especializada, muy tecnificada y descansa en infinidad de protocolos que dejan poco espacio a las audacias y a tomar decisiones en solitario, y que reparten las responsabilidades  y sus consecuencias entre varios agentes. Evidentemente, que un cirujano pueda ir un par de días o un par de meses a un sitio como Haití o un “escenario” bélico, es bueno tanto para las víctimas como para todo el mundo en general. En esas condiciones y en las situaciones de crisis en general los profesionales aprenden mucho. Ya es sabido además que las guerras han permitido avanzar más a la Medicina de lo que lo han impedido los tabús o, en nuestro caso, la Iglesia Católica.

Ya llevo unos pocos años trabajando y a veces he contado con más medios, a veces con menos. A veces no he contado con medios por cosas del sistema en el que me encuentro, y que por pasar rápido llamaremos “envidias”, susceptibilidades o lo que sea, pero que ahora ventilo de un plumazo o de una plumita. Ante esas adversidades y en situaciones de crisis siempre he actuado igual y he dicho: “Si me dais para trabajar un lápiz, trabajaré con un lápiz. Si me dais un palo, con un palo”. Y como último recurso, por lo menos en mi oficio, y cuando  en el de los médicos no hay anestesia ni güisqui, siempre queda -como decía Blas de Otero- la palabra.  Y curar con la palabra.

Post scriptum: Por cierto, estoy algo extrañada porque el blog El supositorio (de Vicente Baos, un médico de familia), por el cual me he informado de todo esto de las prioridades, tiene en su cabecera precisamente lo que parece ser un supositorio de glicerina que alguien sujeta por el lado que yo diría que es el opuesto. Es decir, por la parte que tiene el extremo romo, que es el que en realidad se tiene que insertar. Y esto no es como aquella vieja polémica que hubo en “El País” de por cual lado tenía que caer el papel higiénico (si por dentro o por fuera). Esto no es una cuestión de gustos o ergonomía,  sino que tiene una razón de ser puesto que según parece si introducimos el supositorio por el extremo picudo, lo más probable es que vuelva a salir en pocos instantes a causa de la anatomía rectal.
_____________________

(*) Las prioridades  marcadas por el documento son: Sanitarias: Acceso a los cuidados quirúrgicos, médicos y las urgencias obstétricas y un tratamiento adecuado  de traumatismos, heridas y quemaduras. Inmunizaciones prioritarias que incluyen una campaña masiva de vacunación de sarampión/rubeola y de inmunización contra el tétano como parte de la atención de heridas. Vigilancia y seguimiento de las enfermedades infecciosas, incluyendo un plan contra las enfermedades de carácter epidémico. Ayuda para manejar la malnutrición y la alimentación de niños y adolescentes. Atención de enfermedades crónicas (p.e. VIH, tuberculosis, hipertensión, etc.). Comunicación de la salud pública. No sanitarias: planificación de asentamientos y albergue. Provisión de suficiente agua potable y servicios salubres.

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17.1.10

La embriagadora tristeza



“Pobre barquilla mía”
En los últimos años es posible ver por aquí alguna cuereta, esp. motacilla alba. Dicen que los gorriones van despareciendo por su sensibilidad a los campos electromagnéticos de las torres de telefonía móvil. Sin embargo, ver motacillas albas no es un triunfo de nuestro medio ambiente ni de nuestro ambientazo, más bien es un signo de la desintegración de la Sierra que nos rodea. La Sierra de Collserola. No he sido capaz de fotografiar ninguna de las que a veces se posan en la baranda de mi terraza. Además, empiezo a constatar una relación directa entre tener la cámara o la grabadora a punto y que no venga ningún pajarito. Eso no deja de tener su gracia y de estar bien. Precisamente ayer oí en no sé cual emisora de radio que estaban pensado Ferran Adrià o gente cercana en darle a la gastronomía un nivel científico y por lo tanto incorporarla a los programas universitarios. Y servidora, sin considerar lo beneficioso o no que puede ser para la gastronomía someterla a un plan docente, piensa que ese empeño de “elevar” (¿o rebajar?) a ciencia las artes culinarias es, como otros empeños de poner “orden” o dar “nivel”.  Controlar. Estoy pensando en esa vía universitaria o científica para la cocina y en aquellas autopistas que permiten desplazamientos tan rápidos  como eficientes  y seguros pero que destrozan el paisaje y los caminos. Y van de la nada a ninguna parte, de oca a oca.

Chumy Chumez

Por lo demás, si sólo hubiera una forma de llegar a donde estamos, en sentido figurado, tal vez muchos de nosotros no habríamos llegado. Se dirá, “¿y qué?”.
Este año, que es año santo compostelano, serán muchos los caminantes que irán hacia Santiago por cualquiera de los caminos andados. Quien esto dice, hace bastantes años, hizo una parte del camino, pero es una parte que no se corresponde con la ruta tradicional (ni la franca, ni la de plata, ni nada), puesto que caminé el tramo que va desde Santiago a Finisterre o Fisterra. Y encima no tardé mucho en desviarme y tomar la dirección que me pedía el cuerpo (Serra de Outes), hacía la ría de Muros. Me fui hacia el mar, donde también hay caminos, dicen. Y verdaderamente sé que si no hubiera sabido al emprender el camino que me iba a poder desviar, es casi seguro que no lo habría emprendido. Para eso me quedaba tomando una clarita en la Plaza de la Quintana, precisamente encima de lo que fue el cementerio, la Quintana dos mortos.


El silencio de Dios
Fun glik fartribn bin ikh geblibn
On vayb. on kind ot do aleyn.
Di reder dreyen zikh
Di yorn geyen zikh,
Un eylent bin ikh vi a shteyn.
(Exiled from happiness, I remain without it. No wife or child, myself alone.
Wheel turns, years pass, I am lonely as a stone.
*)

Desde que estrenaron “O’brother” (2000) no había ido a ver ninguna película de los hermanos Coen. Ayer fui a ver “Un tipo serio” (“A serious man”, Joel Coen y Ethan Coen, 2009). En un radio de 4-6 butacas entorno a mí noté un cierto desencanto al final de la proyección, y algún comentario que no llegaba a ser displicente, pero casi. Y creo que todo esa atmósfera de decepción venía de que la película no concluye nada de lo que empieza, de que no ofrece respuestas. Y de que tampoco duda o niega nada, que es la otra opción manida actual. Por supuesto que no negaba nada. Es de suponer que los hermanos Coen conocen ese momento que se da en las salas, cuando se pasa de la casi total oscuridad a la no menos casi total penumbra y la platea se remueve como una cámara de gas.
De hecho, yo habré olvidado mucho de lo que vi en Estambul, pero lo que no creo que olvide nunca fue una frase que  oí  en un museo, a mi espalda, cuando dejé atrás una vitrina en la que se veía una vinagrera opalina  con rubíes y dorados propia de un sultán. Escuché: “Guarda, è comme la mia oliera” (“Mira, es como mi aceitera”). Ya es casualidad, oigan. Así es que lo que se puede oír en las salas de los museos y de las galerías, en las plateas, en los palcos y en otros lugares expuestos a los comentarios, es a veces digno de ser señalado. Lo de ayer no.
Precisamente “A serious man” trata de mostrar el viejo tema del silencio de Dios o de la falta total de sentido de esta vida nuestra. No es que yo afirme que no habrá quien se lo sepa dar (yo que sé, por ejemplo a través de las victorias del Barça o de su trayectoria profesional o de su proyección social o lo que sea). Que un profesor universitario de Física capaz de explicar el principio de la incertidumbre de Heinsenberg recurra sucesivamente a tres rabinos de su comunidad para intentar encontrar una salida a su situación, no deja de ser un tributo a la lógica del tres que rige tantos cuentos de la narrativa intemporal. Que como el Job bíblico pretenda que todo sea igual que antes, hace temblar los pilares de la Física, la Química y hasta los del sentido común. El desastre en que se está convirtiendo la vida de Larry Gopnik no está narrado con tintes melancólicos y no se usa ni almíbar, ni chantilly rosa, ni purpurina, ni atardeceres rojos , sino que se usa una paleta sesentera de cielos prístinos. Se diría que lo único feo o sórdido que aparece, además del quiste y el reno muerto, es el motel donde se acaba confinando con su hermano. El motelucho. Y los sueños. Eso sí, cada vez que Larry escucha su disco de Sidor Belarski y  oye “Dem Milners Trern” (“Las lágrimas de Miller”), cada vez, la situación familiar y la suya propia están peor. Qué embriagadora puede ser la tristeza.
La película acaba con el bajo -un bajo álgido que nos recuerda a Schubert- un tornado y la llamada inquietante del médico que lo explora al principio de la película. ¿Qué más finales podía haber? ¿Es que tenía arreglo la situación?


“A serious man” no sólo ilustra una de esas películas que aún quedan, de autor, sino una de esas películas en la que los directores han disfrutado haciéndola. Se nota. Ahora, a la vista del fotograma que extraje del tráiler, me doy cuenta de que cuando Gopnik da clase y explica el principio de Heinseberg en un encerado inmenso apabullante, se distingue una cabeza que no puede ser otra que la del amante de su mujer. Se le reconoce porque lleva una gorra azul, azul celeste como no podría haber otro en un decorado de 1967. ¿Figurante o broma? Ni figurante ni broma: todo, cine y del bueno. Ya cuesta más, pero también creo distinguir a su hijo y a su mujer.  Hablando de mujeres, hay que ver el género de mujeres que salen en la película. Solo se salva la vecina flipada, con su disco de “Somebody to love”.  No el sinfónico de Queen, evidentemente, sino el de Jefferson Airplane.

(*) Del inglés al español: “Exiliado de la felicidad, permanezco sin  ella. Sin esposa, sin hijo, solo. La rueda gira, los años pasan, estoy solo como una piedra.”

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13.1.10

El juicio y la razón


“Adán y Eva expulsados del Paraíso” (Marc Chagall, 1967)

*Para Lucha, por las alegrías que siempre me das.

Días atrás hemos visto el vapuleo al que se ha visto sometido el titular del juzgado de familia número 7 de Sevilla, Francisco Serrano Castro, quien criticó la ley contra la violencia de género por la infinidad de denuncias falsas que atrae. María Sanahuja, miembro de Jueces por la Democracia y militante de la plataforma Otras Voces Feministas, y por cierto una de las defensoras de la custodia compartida, cuando era Jueza Decana de Barcelona, allá por el año 2006 después de Cristo, ya nos había prevenido contra los abusos de la antedicha ley (LEY ORGÁNICA 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género) y contra las querulantes aquejadas de delirios pleitistas. Maria o María Sanahuja denunció la indefensión de los hombres bajo la Ley 1/2004 y también, como el juez Serrano, desató la polémica entre una parte del feminismo cuando señaló la mendacidad dolosa (término pericial donde los haya) de muchos casos abiertos y de otros mal cerrados o cerrados con suicidios.

Evidentemente siempre hubieron psicofantes o delatores “profesionales”. Los hubo en Roma, puesto que las propiedades del denunciado pasaban al erario público; los hubo (por razones parecidas) al tribunal del Santo Oficio. Las hubo durante nuestra postguerra civil. Y siempre habrá mendacidad, incluso con la participación de pruebas periciales de expertos corruptos o sobornados. No hace ni diez días que he sabido de una anciana ingresada (por orden judicial impulsada por su hija) en una unidad psiquiátrica de uno de nuestros hospitales de Barcelona. Como si no tuviéramos bastantes pacientes verdaderos. Un mes. Después de discapacitarla la han institucionalizado en una residencia geriátrica que está entre dos pueblos de la comarca de Osona, a la que sólo se puede llegar en coche o andando.  O como ha llegado Montserrat. Todo esto, creemos,  al objeto de precipitar su fin y/o de hacerse cuanto antes con el patrimonio de la vieja antes de que se produzca la legítima herencia. Doy fe de que la señora en mi opinión está en su sano juicio. El de la razón. Y no lo ha perdido. El juicio. Aún. En fin, antes de hacerme un lío querría en todo caso dejar claro que estoy convencida de que la inmensísima mayor parte de la judicatura es impecable y honorable.

El otro detallito que quería comentar más que postear hoy es el de los prejuicios lingüísticos, y especialmente aquellos que se utilizan desde una parte de las feministas y las “feministras” contra otros supuestos prejuicios lingüísticos. Un prejuicio lingüístico es, traduciendo a Jesús Tusón, “una desviación de la racionalidad que tiene la forma de juicio de valor emitido bien sobre una lengua (o alguna de sus características), bien sobre los hablantes de una lengua (en tanto que hablantes), generado directamente, sea por la ignorancia, sea por la malevolencia, ajustado a los estereotipos maniqueos y dictado por la inquietud que nos producen las diferencias” (Mal de llengües).  Juicios de valor son por ejemplo afirmaciones como que una lengua es superior a otra, o más difícil, o que tiene más palabras, o que es más áspera. Prejuicios lo son juicios de valor maniqueos como que el swahili no sirve para escribir un código de la circulación. Lo que yo no sé es si un prejuicio lingüístico contra otro prejuicio lingüístico se anula, como dicen que una negación anula a otra negación.

Cuando se dice que el plural, que en español cuando no “se marca” (perdón por la jerga filológica) va en masculino y por lo tanto agrupa a mujeres y hombres, a hembras y a machos, a objetos que que se rigen morfológicamente por el género (no por el sexo) masculino y femenino –como los mandos a distancia y las sillas-, algunas feministas de ambos sexos ponen el grito en el cielo y pretenden imponer un nuevo sistema por el cual desdoblemos a cada paso los géneros y no hagamos uso del género no marcado, que en nuestra lengua es el masculino. Evidentemente la lengua es así por uno de sus principios “naturales”, el de la economía, cosa que es admitida y además inevitable (*) por nuestras feministas más inveteradas.

Creo que Álex Grijelmo en El genio del idioma (¡Jesús! – no Tusón, el otro-  ¿dónde lo habré puesto?) ya se detiene a explicar porqué no hay que ensañarse con la letra “o” ni con ninguna otra letra en particular. Fórmulas como la de la a de arroba (@), que procede de la abreviatura del inglés para “at”, para substituir el plural desdoblado, no soportan un análisis somero. Y las extravagancias tipográficas o gráficas tienden a degenerar y no me quiero ver escribiendo con el teclado numérico y el mapa de caracteres ASCII. Antes sencilla que muerta.

He podido comprobar en la Nueva Gramática de la Asociación de academias, tal y como anunciaban nuestras desdoblacionistas (*), que Ignacio Bosque ha descartado esa fórmula totalmente (ni siquiera la menciona si no me equivoco), aunque sí que se refiere a la inadecuación de la palabra “miembra” después de haber hecho al pormenor una explicación de la morfología del género en español absolutamente moderna, descriptivista, científica y lingüista. Y si hubiera dicho “descriptivista” ya lo englobaba todo, pero no me quiero estar de nada.

Todo esto de las arrobas y las “miembras” me resulta una tontería incomportable, puesto que el sexismo, el machismo, el mamachichismo, la discriminación y la violencia se esconden oportunísticamente en resquicios que nada tienen que ver con la representación gráfica de un sonido que convencionalmente representa un rasgo de género para entendernos.  Por ejemplo en los sueldos. Ostras.

+

Post scriptum: El título  del post, “El juicio y la razón”, atiende a una sutiliza de nuestro latín vulgar, que no sé si es extraña al swahili, por el cual con el juicio me refiero tanto  a la cordura como a un contencioso entre dos o más partes (con perdón), y por razón a un juicio en su primera acepción (cordura) y a estar en lo cierto, y todo ello sin apelar a la naturaleza del género de ninguna de las dos palabras.

(*) “La gramática española recuerda que en las lenguas románicas el masculino es el llamado género no marcado, es decir, que abarca a individuos de los dos sexos. Sirve para los seres humanos, claro, pero también para los animales. Cuando alguien dice que el oso es una especie en peligro de extinción incluye tanto a machos como a hembras. Para Ignacio Bosque, miembro de la RAE, el desdoblamiento es un artificio que distancia aún más el lenguaje de los políticos del lenguaje común. “Si uno habla del nivel de vida de los españoles, es absurdo añadir “de las españolas”. Suena incluso ridículo”, apunta. “Si yo le pregunto a alguien cómo están sus hijos se entiende que también le pregunto por sus hijas. No creo que sea discriminatorio”. Bosque es ponente de la comisión que trabaja en la nueva gramática, que estará lista en dos años. La anterior era de 1931 y el esbozo para la renovación, de 1973. El académico insiste en que lo que algunos consideran el “ladrillo simbólico” del patriarcado no responde más que a una simple regla gramatical. La misma que funciona cuando se coordinan un sustantivo masculino y uno femenino. En “Juan y María han ido juntos”, “juntos” es un masculino plural: “Así es el idioma, no hay otra forma de decirlo”. El lingüista sostiene que incluso los políticos son conscientes de que la doble forma es artificial: “Cuando no tienen delante un micrófono hablan como todo el mundo”. Incluso hablando en público los políticos se relajan. Al final del último Consejo de Ministros, la vicepresidenta del Gobierno aseguró, a vueltas con la sequía en Barcelona, que al final habría agua para todos “los barceloneses y las barcelonesas”. Acto seguido añadió que en el mismo caso estarían los valencianos, los murcianos y los andaluces. Esta vez, sólo en masculino plural. “Quienes proponen el desdoblamiento se dan cuenta de que no pueden mantenerlo a ultranza”, insiste Bosque. (“Crecen las alternativas para evitar el masculino a pesar de la Academia”, Red feminista, 10/04/2008)

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9.1.10

Post 372: Listas reales o realistas



Esta lista de buenos propósitos es en cierta manera como al truco que explica John Allen Paulos en su libro Pienso luego río, donde se explica lo infalible que es el método de disparar primero y después dibujar sobre el disparo la diana. Es decir, la lista de buenos propósitos para el 2010 se vale del recurso del tachado, tal y como se está utilizando mucho en la blogosfera, para desdecir algo que sin embargo permanece. Y también para desmontar un planteamiento de forma visible. Pero ya sabemos que estaba desmoronándose antes de ser tachado u  obelizado, que es bastante inverosímil que en una lista de propósitos alguien escribiera algo como “Cumplir mis deseos” o “Trascender”.  Así que parece que la lista apela sobre todo a la complicidad. Y si quisiéramos ir más lejos, que yo no quiero, tal vez es una manera socarrona de disculpar la flojera y rebajar anhelos pero no tanto por la vía de la modestia, sino más bien por la del pragmatismo y el famoso redimensionamiento.
Servidora fue escritora de listas durante una buena temporada. Con lo cual quiero decir que no escribía otra cosa que no fueran listas. No han sido elevadas a género, lo mismo que les ha pasado a las postales de veraneo, a las cuales encima creo que se les ha pasado su mejor época. Además del típico resumen o esquema para revisar el empollado de final de curso de un montonazo de temas (esos guiones sucintos a partir de los cuales sin embargo es posible reconstruir mnemotécnicamente todo un programa), he escrito listas de la compra y planes de trabajo, checklists, recetas,  chuletas informáticas y listas de temas de reuniones. He escrito las suficientes listas como para poder distinguir a ojo de buen cubero al prójimo ducho del diletante, esos que se ponen a hacer listas con mucha decisión, incluso numerándolas con los dedos, empezando por el pulgar o el meñique,  pero que se quedan en el punto dos (en el índice o el anular) porque perdieron el hilo de la retahíla. Y como he escrito unas cuantas “listas  de propósitos” puedo decir que las mejores son las que son muy concretas, de corto plazo, de resultados tangibles y que remiten a pequeñas cuestiones en donde enfocarse, como en el mapa de un tesoro. Es lo que tiene no vivir bajo la presión del éxito.

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FRS 635



- Oh ! ne les faites pas lever ! C’est le naufrage…
Ils surgissent, grondant comme des chats giflés,
Ouvrant lentement leurs omoplates, ô rage !
Tout leur pantalon bouffe à leurs reins boursouflés.
A. Rimbaud, Les assis.

El Ford Thunderbird azul nácar con el que Thelma y Louise se estrellan en la película homónima (“Thelma and Louise”, Ridley Scott, 1991) está en el elenco de los coches de las series de TV y películas que reúne la BBC desde el año 2003. Está el Ford Gran Torino de Starsky y Hutch (Starsky and Hutch 537-ONN 1976 Ford Gran Torino 460-V8 Dave Starsky) y no está el de Clint Eastwood (“Gran Torino”, Clint Eastwood, 2008). El Ford Thunderbird de 1966 FRS 635 de la fotografía por lo tanto podría ser el de Thelma y Louise con el que se despeñan en Utah en la famosa escena final, puesto que es idéntico.
Por cierto, hablando de finales, qué lástima que “El secreto de sus ojos” (J. J. Campanella, 2009) tenga un desenlace tan desacertado. Veo que casi toda la crítica coincide en este punto, sobre todo después de estar de acuerdo en que parece bastante natural que un asesino se “rehabilite” como guardaespaldas matón peronista. Yo además añadiría que el final de la historia entre Ricardo Darín/Benjamín Expósito y Soledad Villamil/Irene Menéndez Hastings tampoco es verosímil, pero está claro que los que hacen las películas les dan el final que les gusta y ya está. No me extiendo más en este punto, puesto que  no les quisiera revelar y chafar el final de “El secreto de sus ojos” a quienes no la hayan visto aún y que no deben dejar de ver aunque nada más sea por los diálogos y por el personaje interpretado por Guillermo Francella (“Pablo Sandoval”, un asistente del agente federal de justicia).
No es que una sea mucho de coches, que no lo es, más bien todo lo contrario y mucho más allá aún que Agustín García Calvo y el más pintado. Y sin embargo, me pasa como con los perros y con los niños, cuando algunos de ellos tratados particularmente son capaces de despertar en mí hasta cariño. Y es que todo es defendible a la que nos bajamos a la anécdota y vamos a lo concreto. Y sé que mucha gente cuando se sienta al volante se transforma.
Los únicos referentes literarios que tengo ahora en mente acerca de los asientos y las sillas son:
1)    el poema “Les assis”, de Arthur Rimbaud, claro, no iba a ser del Marqués de Santillana; y,
2)    una referencia de Chesterton en su Autobiografía: “El objetivo de la vida artística y espiritual era excavar hasta encontrar aquel enterrado amanecer de asombro; de esa forma, un hombre sentado en una silla podía de repente ser consciente de que estaba vivo y ser feliz”.
Y sin embargo, ahora que pienso, servidora cuando más escribe, mentalmente, está claro, es cuando camina. Si consiguiera escribir en la piscina nadaría más, pero en cuanto llevo unas cuantas vueltas sin que pase nada… No ya un barco o un buzo, por supuesto; algo. Algo de lo que ocurre incluso si camino por un páramo o un no-sitio, cualquier cosa. En la piscina no pasa nada o si pasa algo es que te das un cabezazo contra el final o que pasa otro nadador nada grácil. Un cachalote amamelucado. Así que se tiene uno que entretener con el sonido borboteante de la propia respiración, recreándose en esa intimidad amniótica, con pensamientos repetitivos o con los dibujillos monótonos que forma la luz con los reflejos acuáticos en el fondo del suelo. A veces, si tengo que decir la verdad y toda la verdad, me imagino que me hundí con el Titanic o el Poseidón y así la cosa tiene más emoción. El último trago. Dejará el amor de ser un tema literario, tal y como lo conocemos, la muerte nunca.
Como yo no conduzco no tengo la menor idea de qué es lo que les pasa por la cabeza a los conductores, pero sé que hay algo especial y que tiene que ver con el deslizamiento, un trance, la libertad (que no la independencia),  no sé. Les veo que entornan a veces los ojos como derviches giróvagos, aunque sólo sea para culminar la higiene de la nariz  que no hicieron en las abluciones matutinas. La sensación del conductor de asiento de utilitario no tiene nada que ver con la sensación de estar en una silla de esas en que ponen a los niños para comer, la trona. Una silla como de linier de tenis o socorrista de playa del Pacífico. La palabra se las trae. Lo que pasa es que ya estamos acostumbrados y  no nos hace ni la mitad de efecto que nos tendría que hacer. “Trona”.
La silla eléctrica sin embargo no suena ni la mitad de mal de lo que suena la silla de tortura o la silla del ginecólogo, la de parir, la del dentista, o aquellas sillas con palangana ajustable de los enfermos que no se valen, o las que se usan para las exploraciones e intervenciones qirúrgicas rectales en postura prona genupectoral. De hecho, en nuestro país si vemos en “Segunda mano” una silla eléctrica, es seguro que se trata de una silla para tetraplégico o discapacitado. Hay que ver lo que va de una sillería de coro catedralicio a una sillita de cocina tapizada con escay blanco, del coro al caño y del caño al coro. Ya sabemos que las sillas de las salas de espera y especialmente las de algunos aeropuertos, como las del JFK de una de las terminales de la película de Tom Hanks (“The terminal”, Steven Spielberg, 2004) son muchas veces incomportables. Vamos a decir “incomportables” para tener la fiesta en paz.
A pesar de los esfuerzos que se han hecho para dignificar las sillas agrupadas y hasta las apilables (por ejemplo con el modelo famoso de  Arne Jacobsen), las de los cursillos de formación continuada o las de las cafeterías sin pretensiones, hay sillas en las que es imposible descansar o mantener una postura más o menos estable. Hay algunas sillas de diseño ergonómico ante las cuales incluso es posible que  no sepamos ver de qué lado está el asiento. Una silla que antes se veía en muchas antesalas de edificios oficiales era la Wassily, o B3 chair de Marcel Breuer aunque lleve el nombre de Kandinsky. Para “espacios diáfanos”, ideal (?). Y dentro del movimiento Bauhaus también es muy recurrente el modelo Barcelona MR90 con su otomana. La otomana es lo contrario de un reclinatorio. El mundo del rattan, el bambú y el mimbre nos dejó la famosa carátula del disco de Julio Iglesias, imposible de olvidar. Y es que el mobiliario de jardín, con aquellas incomodísimas sillas de hierro donde retorcerse de dolor y no poder leer ni una necrológica, ha pasado de los resabios rococós en aluminio imitando forja o fundición a la teka que extermina las reservas de Indonesia y que da un toque progresista scuppy étnico al balconcito. Me extraña que la última vez que estuve en París aún se vieran las típicas sillas cannées  drucker. ¿No se les pudrirán? Al parecer, de entre todas las sillas “bistrot”, la más vendida es la Thonet 214 o Kaffeehausstuhl Nr. 14, cuyo modelo cumplió 150 años el 2009. No acabaríamos nunca, porque las sillas Tiffany y la Versailles, nos llevarían a los tresillos isabelinos, las sillas Luis XIII, Luis XIV, Luis XV y Luis XVI. Luis XVII no ha habido. Yo no sé si nuestra típica silla de enea es exclusiva de nuestro país, o si es común a todo el Mediterráneo.
A todo le llamamos silla, a la Ovalia como de Space 1999 y a la Fabergé Imperial, que tiene hasta como un cajón. Como diría Lope de Vega, “burla burlando van los tres delante”, y nos hemos quedado en las sillas y no hemos visto los  sillines de prevención de prostatismos.No vimos ni  las poltronas orejeras, ni  los escaños, ni  las cátedras, ni  las sesiones de fotos previas a las recepciones diplomáticas, ni a las sillitas de los traductores simultáneos. Ni sofases ni bisteses ni casi nada hemos visto. ¿Y los confidentes o sillones “tú y yo”?, ¿las chaise longues y los faladoiros? Es el cuento de nunca acabar. Lo que no me puedo estar de decir es que lo que sí que no me gusta pero que nada son esos sofás donde parece que puedes encontrar de todo (desde un bolígrafo hasta una palomita de maíz), como si fuera un camping.

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5.1.10

La hoja de gingko

Andreas Feininger, “Coney Island” (1949)

“El hombre del sombrero hongo tiene tics. Por ejemplo: relamerse los labios. De joven, al intentar dominarlo, se sometía a una feroz autocensura: apretaba los dientes como una barrera infranqueable e inflaba los carrillos para que la lengua, sin nada a qué asirse, quedara pataleando en el interior de su boca. Dejó de luchar porque el tic, que tenía sus recursos, al sentirse reprimido convocaba otros automatismos como revancha: subía el hombro, silbaba suave, guiñaba un ojo…”
Liliana Costa Staksrud, Infinitas formas de cosas tan delgadas

Si le dieran la fotografía de Andreas Feininger a una empresa  como Lynce, esa que cuenta la afluencia en las manifestaciones y escanea las muchedumbres hasta dar con cifras demoscópicas precisas, sabríamos cuantas personas había en Coney Island. Y sin embargo, la playa está en algunas zonas más abarrotada y en otras, la que quedaría más cerca del visor por ejemplo, está más libre no sabemos por qué. Seguro que alguna razón habrá o, mejor dicho, había.
Yendo a lo nuestro: anduve estos días buscando los gingkos de Barcelona. No todo iban a ser melocotoneros. Hay uno en el jardín de la Universidad de Barcelona y luego encontré otro en los Jardines Verdaguer, en Montjuïch (Núm. de catàleg: 0139-03-98). El de Montjuïch me costó encontrarlo. No sabía donde estaba exactamente y fui un día de mucha lluvia en que sólo había por allí algún japonés que iba o venía de la Fundació Miró y poco más. Al final, cuando casi habíamos desistido de distinguir el gingko, mientras barríamos con la mirada un claro del parque, descubrimos a nuestros pies sus hojas. El árbol estaba totalmente desnudo, pero a sus pies estaban las características hojas en forma de abanico. El gingko  biloba es único en su especie. El viernes, cuando regresaba de la piscina, vi una hoja de gingko biloba en mi camino. Miré a mi alrededor y no distinguí ningún árbol. Bueno, sí, había árboles  (un granado, un albaricoquero, un palosanto, una higuera) pero ninguno era el propio. Volví al día siguiente para recorrer toda la zona, que está formada por unas cuantas casas con huerto, que proceden de la época en que aquí se hacía la colada de la burguesía de Barcelona. Aún quedan los lavaderos y los pozos y es fácil imaginar la ropa blanca a clareo. He de volver otro día con la hoja en ristre, por ver si encuentro a algún vecino y le pregunto. De todas maneras, dado que la hoja estaba donde la encontré más sola que la una, también he de contemplar la posibilidad de que llegara allí por alguna de las ventoleras que a veces recorren esta ciudad arruinando el trabajo de los peluqueros. Les coiffeurs. O también podría haber llegado hasta allí a patadas, desde vaya usted a saber donde. Y es que en Barcelona, no así en el País Vasco, los niños pueden dar patadas a las cosas y llevarlas de una parte a otra de la ciudad con una diligencia pasmosa. En una versión romanticona de mis pesquisas podría incluirse la posibilidad de que la hoja estuviera como punto de libro de una adolescente que lee el sempiterno Árbol de las lecturas obligatorias de la secundaria. Y por lo tanto el árbol  verdadero podría estar por donde el Patronato (orfanato u orfelinato) Ribas -hoy I.E.S. Vall d’Hebron-, uno de los  edificios del arquitecto  Enric Sagnier i Villavecchia.
Según el catálogo de árboles de interés local del Ayuntamiento los dos gingkos que hay en Barcelona son los que he visto. Y sin embargo Divina Aparicio ha colgado una foto de otro tomada en el Parque de la Ciutadella, y por el aspecto del espécimen, podría tener unos 30 años o quizás más. De jacarandas sí que andamos más que mal. Por lo tanto, a mí que no se me diga que no hay más temas que tratar aparte de si Marilyn Monroe leyó o no leyó Ulysses.
Curiosamente, uno de los trastornos más frecuentes del lenguaje que podemos observar hoy en día aquí y en Coney Island es  -además del de meterse con Marilyn Monroe y otros temas calados socorridísimos- la megafonía o telefonía móvil, que es esa especie de manía  o tic de hablar en voz alta con el celular de manera que es imposible que  se les deje de oír  a algunas personas a 30 metros a la redonda. Sin embargo, atendiendo a la parábola del espléndido cuento de Liliana Costa sobre los “Tics modernos”, una nunca sabe si no será peor la represión de un tic que el tic mismo. En otras palabras, si para evitar un tic  simple como el de relamerse los labios, vamos a provocar un tic complejo con  espasmo de hombro, resoplido, guiño facial, etcétera, casi es mejor dejarlo estar.
De todos los trastornos lingüísticos que conozco el que más me llama la atención no es la coprolalia o lenguaje soez (debido al síndrome Gilles de la Tourette, que dicen que ha padecido gente tan provechosa como Mozart), ni tampoco es la megafonía móvil o la verborrea en general, no, el que más me llama la atención es la ecolalia. No tengo los conocimientos precisos para distinguir entre la ecolalia y la palilalia, así que me referiré a la ecolalia como lo hace la Wikipedia,  como  a “una perturbación del lenguaje en la que el sujeto repite involuntariamente una palabra o frase que acaba de pronunciar otra persona en su presencia, a modo de eco”.  Yo a lo largo de mi vida he conocido dos casos, en dos mujeres los dos, que creo que no están diagnosticados y en donde yo no voy a tomar ninguna iniciativa. Por supuesto. Lo curioso de los dos casos es que no se trata de la ecolalia típica que practican los niños para sacarnos de quicio (o no) o la del célebre mito de Eco y Narciso, por el cual la ninfa podía repetir a su favor todo cuanto el chico decía:
“Un día, cuando Narciso tenía 16 años (exactamente igual que mi Carmona buxiforme enana, pedazo de bonsai adolescente), un día, fue visto por la ninfa Eco. Mientras él perseguía ciervos. Hago notar lo de los ciervos para que nos demos una idea fugaz del entorno, de un lugar en donde no sólo había ciervos sino que además podían correr. Eco vio a Narciso y no podía decirle nada. Solamente podía repetir las últimas palabras que pronunciase alguien. Y eso era debido a un castigo de Juno a causa de que Eco la había entretenido con su charla para despistarla y hacer que la diosa no sorprendiera a Júpiter persiguiendo ninfas. Narciso, alejado del grupo de jóvenes que lo seguían siempre, notó la presencia de Eco y preguntó: “¿Hay alguien?”. De esta manera, sin proponérselo, dio pie a que Eco pudiera repetir: “Alguien”. Después de una especie de diálogo posible porque Narciso estaba intrigado y Eco enamorada, la ninfa fue desdeñada. Se escondió y fue a vivir a las grutas llena de vergüenza. Su cuerpo insomne se disipó y sólo pervivió su voz. Dice Ovidio: “Omnibus auditur”. Todos la oyen. Bueno, yo diría que no todo el mundo la oye, pero eso ahora no interesa y no tiene nada que ver con el mito” (Divagaciones de otoño (5))
¿Por dónde íbamos? Ah, sí, que no, que la ecolalia que yo conozco no es como la de la ninfa de las Metamorfosis. Más bien una tiene la impresión de que la persona no repite lo que oye, sino que parece adelantarse o superponerse como si estuviéramos diciendo algo absolutamente predecible. Pero no es así, claro. Es un efecto mental, como si el oído fuera más rápido que la voz de la misma manera que una emisión nos llega antes por la TV que por la radio (¿o era al revés?). Experimentar la ecolalia es algo que soy incapaz de transcribir pero que aún me maravillo de presenciar a pesar de la de años que hace que conozco a estas dos mujeres. No sé qué podría pasar si hablaran entre ellas, puesto que además, en el fondo cuando las oyes también te das cuenta de que hay algo inasible que las atenaza, una cierta rigidez. La atención, la disociación entre lo que es ser y no ser, hacer y hablar, lo que sea. Otra utilidad a la ecolalia no le veo. Se me dirá, claro, tampoco tiene utilidad la hepatitis. Pues no sé. En fin, si acaso, el darse cuenta de que si nuestras disociaciones fueran tan hermosas como la dicotómica y lánguida hoja del gingko biloba, sería una maravilla. Entonces, la tensión que hay entre lo que queremos pensar y lo que queremos decir, o entre lo que pensamos y lo que decimos, o entre lo que hacemos y lo que pensamos, lo que sentimos, sería una obra de arte.

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4.1.10

Mundo cruel (1)

Marilyn Monroe por André de Diennes

“Hollywood is a place where they’ll pay you a thousand dollars for a kiss and fifty cents for your soul”.

“Dogs never bite me. Just humans”.

“Money, that’s what it’s all about”.

M. Monroe (*)

En un documental de Patrick Jeudy sobre Marilyn Monroe, “Marilyn, dernières séances” (2008), recientemente emitido en el Canal 33 o en TV2, no sé, el director reconstruye la historia de la actriz a partir de los dos últimos años de su vida, cuando estuvo haciendo psicoanálisis con Ralph Greenson. El documental se puede ver en Dailymotion en francés, en tres partes (la primera dura 18:16 minutos, la segunda 17:08 y la tercera 17:49). A la vista de algunos comentarios que aún se siguen haciendo sobre Marilyn Monroe o sobre Norma Jeane Baker o Mortenson,  sobre si era guapa o no, si la asesinaron o no, que si  era rubia platino,  que si era tonta, si esto y lo otro, este documental adquiere aún mayor valor. Por su rigor y por su respeto.  La tendresse debía ser un valor y un indicador como lo es la felicidad en Bután. La ternura interior  bruta, no la brutalidad.
Sin ir más lejos ayer leí en un magazine una columna (**) del famoso escritor  Andrés Trapiello. ¿Quién me mandará a mí? Era la primera vez que leía algo de este escritor, así que no tengo demasiada información sobre sus trabajos. Y en realidad debo admitir que lo que leí lo podría haber escrito cualquier otro escritor de tantos como tenemos en nuestro país, incluso un escritor cualquiera de un blog o algo peor.  Si es que hay algo peor.  Con ese misma acritud analítica un poco indolente, de vuelta de casi todo, sin embargo, ya hay menos (escritores). Por lo tanto, que la columna fuera de Trapiello, a quien me parece que se le honró hace poco con el Premio Julio Camba, es lo de menos. Yo más bien creo que se merece el Premio Gutiérrez Solana, si es que existe. Lo de más, de la columna, digo,  es que se valía de una foto que le hicieron a la actriz leyendo el Ulysses y por las últimas páginas, para sacar a relucir que él no lo había leído y deslizar la duda -o algo epistemológicamente muy por debajo de la duda- de que Marilyn Monroe tampoco. Si dijéramos que las razones que ni siquiera aduce el señor Trapiello para poner en entredicho que Marilyn Monroe leyera la novela son machistas, aunque de un machismo muy evolucionado y destilado, no del típico machismo mamachichista,  nos estaríamos metiendo en camisa de once varas. Lo que no puedo dejar de señalar es la “superioridad” con que el columnista maneja y prejuzga la foto de la actriz y no sólo porque ella está muerta y él aún no, sino porque de alguna manera parece partir de la base de su ventaja intelectual y hasta la de Arthur Miller, con quien la actriz estuvo casada entre 1956 y el año de su asesinato o suicidio (1962). Es lo que las señoras de las piscinas, los ingenieros de caminos, Agamenón, su porquero, cualquiera, llamaría “presunción”, “vanidad”, “soberbia” o “arrogancia”.
La presunción y el cinismo son básicamente, a la par de vicios, como espejos deformantes a través de los cuales es posible cometer muchos errores y horrores. Aunque no estuvieran entre las lecturas preferidas de Marilyn Monroe Rainer Maria Rilke (***), William Faulkner  y John Steinbeck, que lo estaban, el hecho de que Manciewicz se extrañara de verla  leyendo en el rodaje de “Eva al desnudo” las Cartas a un joven poeta más de lo que se extrañaría de ver a Rilke mirando un almanaque de pin-ups, tiene su eco en la  altiva , exultante e insultante extrañeza del flamante Trapiello. Está claro que a Julio Camba nunca le darán el Premio Andrés Trapiello. Bueno, no sé, nunca se sabe.
He elegido para el post de hoy no una imagen del documental, que en cualquiera de sus fotogramas y registros sonoros es bellísimo, no una de las miles de fotos que nos quedan de la actriz, incluso las artísticas (Erwitt Eliott, Arnold Newmann, etc.) sino una de las fotos que le hizo André de Diennes a Norma J. Baker en los años cuarenta. El documental de Jeudy si no recuerdo mal lo vi el día de Navidad. El primer día que me acerqué al centro me metí en El Corte Inglés y me puse no “cinco gotas” (****) sino dos chorros de Chanel 5, perfume que por cierto fue lanzado en las Navidades de 1921 y que estaba inspirado en el “Bouquet” de Catalina la Grande. De gratis. Qué buena es la gente de El Corte Inglés, con varias botellas de Chanel 5 (parfum et eau de parfum) y 19 en la entrada. “Cojan, cojan”. ¿Qué diría James Joyce del fondo de bergamota e ilang-ilang de Chanel 5?
Si algo queda claro después de ver el documental de Jeudy es que el psicoanálisis no pudo hacer nada para desintegrar esa imagen que M.M. nos mostraba y tampoco pudo hacer nada para conseguirla integrar con el lenguaje, todo lo contrario.
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(*) ”Hollywood es el lugar en donde te pagarán mil dólares por un beso pero cincuenta centavos por tu alma”; “Los perros nunca me muerden, sólo las personas”; “Todo es por el dinero”.
(**) ‘Tengo ante mí, en grande, publicada a toda página por un periódico, una fotografía de Marilyn Monroe leyendo. El hecho no debería sorprendernos, pero el tono platino del pelo nos hace sospechar. La fotografía, a color, está tomada en 1955, un año antes de que se casara con Arthur Miller, intelectual. Nunca sabremos pues, si está leyendo ese libro porque fue con el que Miller quiso conquistarla o si se enamoró de ella justamente porque la sorprendió leyéndolo. En todo caso, el contraste del bañador de la actriz, más interesante que el libro, y éste, el Ulysses de Joyce, no es ni mucho menos lo más insólito de esta instantánea. Lo que resulta llamativo es que la actriz mantiene abierto el libro… Por las últimas páginas, dando a entender con ello que se ha leído todo lo anterior. En la foto, con más aspecto infantil que nunca, sin maquillarse y sin peinar, se ve a la joven (28 años) abismadísima en la lectura, tanto que mantiene los labios un poco abiertos, sugiriendo con ello que acaso era de esas personas que deletrean en silencio las mismas palabras entre las que los ojos avanzan dificultosamente como por una jungla’.

(***) The director Joseph Manciewicz saw the luscious young actress reading Rilke’s Letters to a Young Poet while she rehearsed the dumb blonde role in “All About Eve” and reflected that he would have been “less taken aback to come upon Herr Rilke studying a Marilyn Monroe nude calendar” (Marilyn: Protestant, Catholic and Jew).

(****) “When movie star Marilyn Monroe asked in 1953 what she wore at night, and famously replied, “Five drops of Nº 5” (Wikipedia).

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