17.9.11

La tercera persona del plural

yer estuve en Cosmocaixa, el Museu de la Ciència, y aunque tengo pasados allí muy buenos ratos solo conseguí interesarme por los peces. Me acerqué a un acuario y noté que una carpa me había visto. Es una sensación bien curiosa que seguramente no toca ni de lejos el locus coeruleus aquel ¡Soy tan ignorante! Pero de la misma manera que oigo a los economistas macroeconomistas hablar de la prima de riesgo como si fuera una prima lejana o como hablan los metereólogos de las tormentas, como de algo ajeno y atmosférico, a veces oigo hablar con encono a los científicos o investigadores de los banqueros y los bancarios.  Proverbialmente es mucho menos habitual por no decir nula su animadversión hacia los productos transgénicos que como el maíz o la soja incorporan pesticidas a la cadena de alimentación. y a las explotaciones ganaderas. Todo lo más que conseguiremos arrancarle a un biólogo, un veterinario o un médico es que la transgenia alivia el hambre en el mundo o lo del "negocio de la alimentación". o lo prácticas que son las sandias sin pepitas. Son poquísimos los médicos que se exponen a denunciar los desmanes de la industria farmacéutica. Pienso en la Plataforma "No gracias", en Teresa Forcades, Joan R. Laporte y no se me ocurre muchos más. Estos profesionales inmediatamente son puestos bajo sospecha de alumbradismo ya no por los tarugos o bizcochables integrados, que saben en definitiva que con la discreción les va mejor, sino por opinionólogos que como médicos o farmacéuticos son más bien mediocres y que están viendo una oportunidad de un cierto relumbrón y vidilla en la Medicina 2.0.

La manía que tenemos todos de referirnos a los malos con la tercera persona del plural está en Sanidad y en todo. ¿No ven los médicos y los biólogos cómo está el patio, su patio? Están algunos tan obcecados con sus "enemigos naturales" en el ecosistema de la depredación que no ven más allá de los banqueros y los burócratas. Este verano he visto muchas adolescentes con celulitis y niños que a mi entender están trastornados de los nervios. También he sabido de algún ictus por la píldora abortiva socialista, cuestión que ha desempolvado -si se me permite la expresión en este contexto- el viejo tema de los peligros  cerebrovasculares de la anticoncepción. Como entre una cosa y otra, sin entrar en detalles, estamos ante la generación más infecunda de la historia de la humanidad y  de la bestialidad, no sé si por la gran cantidad de pollo que comemos (como dijo Evo Morales), el negocio de la fertilidad, que también juega con las hormonas, convierte a mujeres que se habían quedado como pulardas químicas sin fuerza uterina y enchochecidas en una especie de Schwarzeneggers ovulantes. Por cierto, gracias a Hernán J. González (Esperando nacer) conozco la página Forvo, donde pueden ustedes recrearse en la fonética de la palabra Schwarzenegger en inglés y alemán. 

Por todo ello y mucho más me resultó tan emocionante el encuentro con la carpa del Museu de la Ciència de Bancaixa o como quiera que se llame ahora La Caixa. Un ser lleno de belleza y virtudes.


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