19.9.17

Seres inanimados

uchas veces nos acordamos en Twitter de Javier Pérez-Cepeda (@cchurruca), que nos dejó hace algo más de año y medio. Acabamos por conocernos todos un poco, aunque sea en el timeline, por los temas, el estilo y hasta en algunas manías, como la que tenía el Almirante contra las personificaciones y se decían cosas como "Europa no quiere ceder...". Naturalmente la voluntad de Europa de estar en algún sitio sería en su Parlamento, pero no tiene una identidad que puede ser asimilable siquiera a la que tiene una criatura tan desvalida como mi canario, Pepe. A "Churruca" esas personificaciones le irritaban y tal vez a mí a la larga no me hubieran pasado desapercibidas incluso sin sus atentas alertas. En realidad la prosopopeya es más frecuente de lo que pensamos, de lo que imaginamos y sobre todo de lo que querríamos. Uno de los ejemplos que tenemos más a mano es Espanya ens roba ("España nos roba"), pero hay infinidad de ejemplos. De hecho, yo creo que si tomáramos un diario al tuntún de un día cualquiera, podríamos encontrar en los titulares por lo menos una par de prosopopeyas o tres.
Hoy me he encontrado con una prosopopeya doble en un post de María Carmen Martínez Tomás, sanadora Ho'oponopono, que proviene de una forma tradicional hawaiana para solucionar conflictos. El enlace remite a un post en el que aparece una bandera constitucional española y una estelada, que no es hasta donde yo sé una bandera oficial. Lo peor no es eso, que ya me resulta toda una declaración de intenciones, sino que el texto dice: "Os invito a participar en una cadena de sanación nacional entre todos haciendo Ho'oponopono para sanar el conflicto entre Cataluña y España". Aparte de que usa no una prosopopeya sino dos, la cuestión es que da por sentada la naturaleza del conflicto que pueda haber entre las formas de ver las relaciones entre Cataluña y España. Porque el conflicto no es entre Cataluña y España, sino entre unos determinados catalanes con otros catalanes, y entre españoles y españoles, españoles y catalanes, catalanes y españoles. Reducir la discordia a dos territorios lejos de poner paz introduce un factor de distorsión, traslada un análisis burdo y poco acertado y además no aporta nada. De la misma manera que hace unos meses vimos una aplicación de la astrología (Iluminados) al independentismo y el Procés, hoy vemos una aplicación de la sabiduría ancestral hawaiana. Todo ello y lo que se irá viendo nos muestra el calado y la extensión de un fenómeno impredicible.
Oportunamente ante ese post que doy por imposible destacan dos comentarios, uno en que se apunta que los romanos deberían pedir perdón a los hispanos, etcétera, y otro de una independentista que declara no percibir conflicto alguno. Y tiene su parte de razón, porque reconocer una situación como conflictiva también es muchas veces contribuir al conflicto y mostrar una inteligencia burda, planteamiento que habría que matizar pero no ahora.
De manera que en mi modesto homenaje al Almirante, diré que si bien tiene su gracia una prosopopeya como "voy a consultarlo con la almohada", cuando asimilamos a los topónimos cualidades que son propias de las personas normalmente no se emplea para contagiar el bien. O hay algo de lo que vimos con la Dra. María Carmen Martínez Tomás, o hay orgullo ("Francia venció a Inglaterra").
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El horizonte en el mar a veces, si no es por el sol o un velero que parece acercársele, es un tanto desvalido. Por eso siempre recurro a la imagen del horizonte que nos ofrece la Sierra de Collserola, que rodea Barcelona desde el Besós hasta Llobregat, como una guirnalda. El Tibidabo al atardecer se recorta como aquellas siluetas del teatro checo, o como una sombra chinesca. La noria, el templo del Sagrado Corazón de Jesús y el Hotel La Florida parecen erizar el filo de la montaña al caer la tarde. Detrás está la comarca vallesana, y hacia el oeste Montserrat. No lo vemos pero sabemos que están allí detrás, como un rescoldo de luces de las cocinas donde se preparan cenas, podcasts o lavadoras. 

Tibidabo (foto de móvil)

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