19.11.17

Tengan cuidado ahí fuera

La nostalgia no sabemos para qué sirve. Después de ver la entrevista a @albert_dmcat, un mosso d'esquadra independentista, en OK Diario, y después de ver su perfil en Twitter (República de Catalunya i Aran), me he acordado del capitán Furillo. Era el jefe de la serie policial procesal de la cadena NBC Canción triste de Hill Street (1981-1987) o Hill Street Blues. Les  decía "Tengan cuidado ahí fuera". En la Encyclopedia of TV se puede leer un comentario sobre el papel de Frank Furillo y sobre su perfil rico en matices:
"With the episode thus set in motion, the focus shifted to Captain Frank Furillo (Daniel Travanti), the professional touchstone and indisputable patriarch of the precinct work-family, and the moral center of Hill Street's narrative universe. Furillo adroitly orchestrated his precinct's ceaseless battle with the criminal element. He also did battle with bureaucrats and self-serving superiors, principally in the character of Chief Fletcher Daniels (Jon Cypher). And on a more personal level, he battled his own demons (alcoholism, a failed marriage) and the human limitations of his officers, ever vigilant of the day-to-day toll of police work in a cesspool of urban blight whose citizenry, for the most part, was actively hostile toward the "police presence."
Furillo also battled Joyce Davenport (Veronica Hamel), a capable, contentious lawyer from the Public Defender's office. Their professional antagonism was countered, however, by an intimate personal relationship--the two were lovers. Their affair remained clandestine until the third season, when they went public and were wed. And through all this, Furillo also maintained a troubled but affectionate rapport with his ex-wife, Fay (Barbara Bosson). "
Esta serie marcó un estilo en muchos sentidos y lo que más recuerdo precisamente de todos los episodios era —además de la relación no tan rara de Daniel J. Travanti y de Veronica Hamel— que los exteriores eran realmente temibles, con superpoblación y un clima demográfico tenso, ruidoso, abigarrado, complejo. Aunque el plot se situaba en Pittsburgh parece ser que los episodios se rodaron en Los Ángeles y en Chicago, cosa que desde mi propia enciclopedia es llamativo y me suena extraño, como si se pudiera suplantar Sevilla con Valencia o algo así. Pero me imagino que eso no fue problema alguno. 
El hecho de que Furillo esté inmerso en sus problemas personales y en la solución de los crímenes y de las dinámicas de la comisaría no nos inspiran la menor sensación de pringue o corrupción o de todo aquello que nos produce que la gente se lleve la vida personal al trabajo y el trabajo a la vida personal. Un toque un poco vulnerable del personaje nos lo hace más creíble y meritorio. Así que sea por mi incondicional admiración por el capitán Furillo, sea porque la imagen que proyecta Donaire me es antipática, puedo poner el caso como ejemplo de lo que nos condiciona la nostalgia.
Donaire me recuerda a uno de esos clicks de Famobil, ahora de triste actualidad,  o tal vez a un madelman mosso. Reconozco que esos policías como de almanaque, con horas de gimnasio, atiborrados de zumos frutales y que usan emoticonos, no me gustan mucho. Y si al menos eso conllevara que nos sintiéramos más seguros en las calles, que reforzara la frágil confianza en la funcion pública, pues lo daría por bueno, pero no. 
En el tuit fijado de Donaire leo: "Sempre estaré al costat del @catalan_gov pel que necessitin. Personalment i professionalment. El govern legítim de #Catalunya és aquell triat per la majoria dels catalans en unes eleccions, no l’imposat mitjançant tribunals vulnerant les lleis" (9 de noviembre). El razonamiento no añade nada nuevo a otros argumentos desde la misma orilla. Ya sabemos que no es cierto lo de la mayoría ni tampoco lo de la vulneración de las leyes. Lo que hay que subrayar es que a pesar de lo que pueda parecer, resulta que Albert Donaire sí distingue entre "Personalment i professionalment".  Algo le suena. Esa distinción ha empezado a ser insostenible en muchas situaciones desde hace tiempo, desde que se ha instaurado una desproporción brutal entre los cargos políticos, cada vez más numerosos y muchos de ellos con un grave sesgo cognitivo Dunning-Kruger, y los cargos técnicos.
Mis recuerdos del capitán Furillo no los podría empañar un antihéroe, aunque pertenezca a la realidad. Pero admito que los estropearon un poco verlo recientemente en Mentes criminales viejo, con Alzheimer y haciendo de asesino en serie y violador. Un papel bien distinto al de capitán en Hill Street Blues. Lo que me lleva a pensar, yendo de una cosa a otra, qué se puede hacer con los policías con una noción del Derecho totalmente irrecuperable. O con los maestros que adoctrinan a menores de edad en las aulas, incluso contra la voluntad de sus verdaderos tutores legales. ¿Qué se puede hacer con tanta gente que aunque no son mayoría abundan y están tan empecinados en sus creencias?
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Parece que el nombre de la serie de la NBC, Hill Street Blues, al ser traducido al español como "Canción triste de Hill Street", se apartó de la idea original de referirse a los polis "azules". Serían como nuestros "grises" de aquellos años ochenta, antes de que el uniforme del Cuerpo de la Policía Nacional pasara a ser marrón y beige. Y por cierto, otra vez el lacito amarillo de Twitter que se han puesto muchas cuentas para señalar su oposición a la pena de prisión para Jordi Sànchez y Jordi Cuixart vuelve a verse azul en vez de amarillo.

Daniel J. Travani como el Capitán Frank Furillo


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