12.12.17

Karma de ley (autocrítica)

[...] "si conocemos la le de la causalidad evolutiva y 
biológica que se llama karma— podremos ser capaces de 
considerar que cada dolor que nos inflige nuestro enemigo 
es el mismo dolor que ellos sufrirán en el futuro".
Robert Thurman, Sharon Salzberg, Amad a vuestros enemigos

a ley del karma por la cual tal harás, tal encontrarás, se ha divulgado casi como una ley del talión, cuando más bien se trata de una especie de principio de Arquímedes de la ira. Robert Thurman fue monje budista tibetano, el primero de Occidente, y es el padre de Uma Thurman, cosa que nos habla de lo que da de sí el karma de ley.
Un libro nos lleva a otro, un autor nos lleva a otro. Y no lo digo solo por la misma razón por la que una autora nos lleva a otra. Cuando leí el artículo de Íñigo F. Lomana sobre el estilo cipotudo, en él se mencionaba el libro de Luis Magrinyà sobre Estilo rico, estilo pobre. A ratitos voy leyéndolo en un dispositivo electrónico. Me llamó poderosamente la atención que para ilustrar el abuso de los verbos declarativos o verbos dicendi acude  un sinnúmero de ejemplos ilustres o autoridades. Por ejemplo Javier Marías y Camilo José Cela desfilan junto a Carlos Ruiz Zafón, cuando por lo menos a Cela se nos ponía en la universidad como modelo de puntuación, argumentación y adecuación de conectores.
"Realizar cosquillas" podría ser un asalto al régimen verbal prescrito, o un estilo rico injustificable o la ultracorrección llevada a la ridiculez. Sin embargo, no creo que por alternar el verbo decir con otros sinónimos (por variar) sea algo tan execrable como para dedicarle tantos ejemplos. Tal vez esos ejemplos son la prueba de que los escritores no se encuentran cómodos con tantas interferencias fáticas: dijo, preguntó, repuso, negó, asintió, espetó, murmuró, gritó, etcétera.
La escritora Luisa Cuerda en una entrevista sobre El chico de las cigüeñas explica que en su novela se marcó el reto de que el narrador no estuviera presente: "Mi reto al escribir la novela, siempre me pongo uno, era que el narrador no estuviera presente. En este libro no hay narrador, el libro, la historia, la cuentan los diálogos entre los dos personajes, sin ninguna apostilla, no es "dijo", "repuso", no, nada, luego los monólogos de los dos protagonistas, Santiago y Ventura". Naturalmente esa decisión, además de evitarle lo que critica Magrinyà, lo que asienta o propone o dispone es una óptica por la cual el escritor se retira y se hace invisible, detalle nada menor y que me produce, suscita y despierta el mayor interés. Supongo que adoptar esa posición es algo mecánico, que puede ponerse en práctica, desarrollarse y cuajar gracias a un recurso como el que nos permite, posibilita y facilita hacer la concordancia de género y número o conjugar adecuadamente con los tiempos verbales consecutivos y bien engranados. Se dirá, afimará o aseverará que es un recurso supratextual o del ámbito tan esotérico de la Pragmática. El resultado de que el narrador desaparezca de la narración es además de un logro estilístico, todo un ejemplo, una prueba y un modelo de modestia. Y de pureza de estilo. Resuena en la intimidad de los personajes.  No se trata de conquistar un estilo cipotudo pirotécnico o rico o pobre, sino de ejercer el oficio de escritor con pureza.
No he acabado de leer el libro del padre de Uma Thurman, ni el de Magrinyà, pero el de Luisa Cuerda voy a releerlo por ver si puedo aprender algo, que seguro que sí.
Al lado de la proliferación de manuales de estilo y de guardianes ortográficos metidos a filólogos, abundan también las extravagancias. Observé hace poco en Twitter que Laura Freixas, siempre tan atianada como analista de la realidad, usa el plural inclusivo en xs que, al lado del plural en @s, es una gansada solo un poco mejor. El dirigismo buenrrollista lingüista tiene varios frentes y el antimachista solo es uno de ellos.
Cuando apenas me había recuperado del plural en xs (en vez de en os, que en español indica plural masculino o plural inclusivo), oí al concejal de Zaragoza en Común (concejalía de Economía, Hacienda y Cultura) que nos deslumbraba con un plural inclusivo nosotras para referirse a él mismo y a su equipo. Que un concejal de Cultura, en este caso Fernando Rivarés, ignore la existencia del morfema cero y quiera imponer una morfología ajena al genio del castellano y del español, me produce una pereza y un aburrimiento infinitos. Por eso no va a ser menos machista, además. Y si no lo es no va a ser por usar el plural inclusivo en femenino.
Lo malo no es que se ignore el genio de la lengua y todo aquello de lo convencional de los signos, lo malo es que esa lucha se suma a otras que al final por acumulación hacen del idioma un campo de batalla lleno de coles donde se dirime cada tanto una tendencia, cualquiera. La prosa de Luisa Cuerda, sin apartarse ni un punto y seguido de la norma, es mucho más revolucionaria y evolucionada.
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NOTA:
La discordancia de número de la cita es del traductor o traductores.


Robert Leighton para The Newyorker

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