29.8.07

Clasicismo, Romanticismo, uvas doradas y punto

arece ser que Francisco Umbral pronunció como pudo éstas palabras (“Clasicismo”, “Romanticismo”, “uvas doradas” y “punto”) en su agonía, dictando su columna diaria en “El Mundo” a María España, su mujer. Y esas palabras parecen haberse quedado como sin sentido o, para mejor decir, con su solo significado mondo y lirondo, utilitario y consabido.
Se ha hablado estos días del parentesco de Umbral con Quevedo, Larra, Gómez de la Serna y Valle-Inclán. No hay que olvidar a Garcilaso, Cervantes y, en menor medida, a García-Lorca. De Garcilaso tomó no sólo el título Mortal y rosa, como Salinas no tomó de Garcilaso sólo el título La voz a ti debida. Además de por la “tradición” precedente, los temas “familiares” de la familia literaria, los escritores también se explican por las lecturas sin provecho. Perdón, me estoy refiriendo a los buenos escritores.
Esas palabras (Clasicismo, Romanticismo, uvas doradas y punto) no dan para incitar un duelo de versificadores improvisadores, pero sí podría suscitar una recreación. Me han hecho pensar en un test psicológico clásico conocido como “test proyectivo”, pero que yo llamo “test proyectil”. El test consiste en proponer unos elementos que el analizado deberá recrear. Estos elementos son: desierto, cubo, caballo, escalera, flores y lluvia. La persona a la que se le hace el test desarrolla sus ideas espontáneamente y visualmente. Dice que es lo que “ve” en el desierto, etcétera, como si estuviera proyectando sus ideas en una pantalla. Cada elemento nos dará en realidad pistas sobre cuestiones vitales. El desierto representa la vida. El cubo –se interprete como una figura geométrica o como un recipiente- representa a la persona en cuestión, cómo se percibe a sí misma. El caballo es la pareja y la escalera los amigos, las flores representan los placeres de la vida y la lluvia las dificultades. No hay una tabla de equivalencias para interpretar las respuestas unívocamente, ni sería deseable, pero cualquiera puede sacar conclusiones.
Es curioso como en una canción de Lola Flores, su famosa “Pena, penita, pena”, de los maestros Quintero, Quiroga y León tenemos todos esos elementos:

”Es lo mismo que un nublao
de tiniebla y pedernal
Es un potro desbocao
Que no sabe a dónde va.

Es un desierto de arena, pena
Es mi gloria en un penal,
Ay, pena, penita pena.

Yo no quiero flores, dinero ni palmas,
quiero que me dejen llorar tus pesares
y estar a tu vera, cariño del alma
bebiéndome el llanto de tus soleares [...]”

Está claro que los seis elementos del test proyectivo son sugerentes como los lados de una sextina que se va recreando y recreando. Como lo son “clasicismo”, “romanticismo”, “uvas doradas” y “punto”. Pero con esos mismos elementos cada cual hace una composición diferente. En principio todo puede ser materia literaria. La prolífica obra de Umbral, no sólo su sección de “Los placeres y los días” en “El mundo”, sino también sus novelas, demuestran tal realidad.

”El País” apenas ha dedicado dos páginas obituarias a Umbral, a pesar de que fue columnista del diario desde 1974 hasta 1988, cuando trasladó su columna a “El Mundo”. Pero hoy en la contraportada acoge una noticia sobre un extenso reportaje que se ha hecho en los Estados Unidos sobre el hijo secreto de Arthur Miller. No se trata de una truculencia de adulterios y historias por el estilo. Se trata de un niño con síndrome de Down que nació el año 1966 (pero no de su relación con Marilyn Monroe sino de su relación con Inge Morath, pedazo de fotógrafa). Cuatro días después de nacer fue depositado en un orfanato. Recuerda otra historia, la de Pablo Neruda con su hija aquejada toda su vida de una hidrocefalia, ya que la apartó de su lado.

La conducta monstruosa de Arthur Miller o de Pablo Neruda me parece que no debe confundirse con sus obras literarias. No conozco sin embargo la obra del dramaturgo y sí conozco la del poeta pero no me gusta. Mejor dicho: en mi opinión no tiene gran valor. Su éxito para mi es un enigma. También es enigmático que haya personas –incluso aficionadas a la buena lectura- que todo cuanto conocen sobre Paco Umbral tiene que ver con su relación con Jaime de Marichalar o con el encontronazo con Mercedes Milà en un programa televisivo.

Como hacía Umbral cuando se quedaba encallado en una columna, vuelvo al principio: “Romanticismo”, “Clasicismo”, “uvas doradas” y “punto”.

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