5.3.08

El resto del tiempo




A word is dead
When it is said
Some say.
I say it just
Begins to live
That day
Emily Dickinson
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Podría extenderme mucho sobre mi propia ignorancia, puesto que es algo que conozco. Iba a decir "bien" pero no lo digo por cohesión intratextual. Ya me gustaría conocerla mejor (la ignorancia mía) para saber donde he de rectificarme o cultivarme. Pero sólo en lo que me interesa, cosa que ya es pura ignorancia o ciega confianza en el instinto. Si sabemos qué no sabemos (con acento diacrítico y crítico en el "qué") ya estamos ahondando, ya estamos en un punto en donde todo parece posible. Si no nos regodeamos o hundimos en él, en el punto, puede dar de sí. Y "de no", como le oí decir un día a un cirujano en la radio, para referirse a que la barriga sólo podía dar de sí. Dicho sea de paso, a mí que un cirujano especialista en abdominoplastias y faldos postbariátricos no distinga un pronombre de un adverbio o que no sea capaz de distinguir las 22 formas del reflexivo "se" en español, me deja la mar de tranquila. Prefiero que se dedique a lo suyo. Otras cosas me ocupan.
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El otro día en el metro iban hablando unos chinos y sólo entendí "discoteca". Ayer eran tres rusos los que hablaban y sólo entendí "Mercadona". De todas maneras la última vez que oí hablar a unas jóvenes dominicanas no entendí absolutamente nada aparte de que eran dominicanas. Mi torpeza con los idiomas se extiende a otros dominios que no tienen que ver propiamente con el lenguaje. Del mundo, el demonio y la carne, sobre lo que más entiendo es sobre el demonio. Por ejemplo, aún no sé si sobre el mundo o sobre el demonio, el 29 de febrero leí en "La Contra" de "La Vanguardia" una entrevista bastante inefable de Víctor M. Amela a Ignacio Martínez Pisón, el escritor que casi siempre escribe novelas sobre la Guerra Civil. Ya sé que no es decir gran cosa para situar al que no lo conozca ya, pero ahora mismo no se me ocurre nada más. Leí:
-"¿Escribe cada día?
Un par de horas después de comer.
-¿No hace jornadas maratonianas?
No, no, pequeñas dosis. De estar más rato escribiendo no rendiría ya lo mismo.
-Y el resto del tiempo, ¿qué hace?
Medito argumentos, leo, visiono DVD, paseo...
-Vida cojonuda, la del escritor.
Vivo bien: ¡la literatura ha sido generosa conmigo! La literatura me ha dado la felicidad. Y creo que traspaso esa felicidad a lo que escribo. ¡Yo no tengo motivo de queja!
-Qué raro, qué raro, un escritor que no se queja...
¡Somos varios los escritores que vivimos de nuestro trabajo!".
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De verdad que no acabo de entenderlo de puro claro que es y, cuanto más lo leo, más dudas me suscita. Yo creía que la escritura exigía más dedicación e incluso algo de obstinación y ensimismamiento. He llegado a pensar que el entrevistado, para no complicarse la vida, dio al periodista unas respuestas que no dieran pie a más preguntas. Es un arte el de callar. Las dos afirmaciones que más me llamaron y llaman la atención son la de que escribe "un par de horas después de comer" y la de que son "varios los escritores" que viven "de su trabajo". "Varios" parece que excluye "muchos". Dada mi condición de mujer trabajadora que escribe todo lo más un blog, no deja de llamarme la atención que la vida de Martínez Pisón no se vea perturbada o distraida por tener que planchar, cumplir con sus obligaciones como presidente de la comunidad de propietarios de su bloque, atender algún enfermo familiar o ni que sea acudir a actos de promoción librera o a compromisos editoriales. Y a aquello del asinus asinum fricat o del amiguismo tipo "hoy por mí, mañana por ti". He observado que los artistas mediocres que prosperan cuidan sus habilidades sociales por un lado y por otro no tienen escrúpulos. Digámoslo así. No sé, daría vueltas y vueltas alrededor de la puñetera entrevista y no sacaría nada en claro. No es que crea o deje de creer a Martínez, es que no puedo entender lo que dice.
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La entrevista me hizo recordar una novela histórica que publicó Maria Grazia Siliato, Calígula. Siliato es una arqueóloga suiza de lengua italiana que no empezó a ganar dinero hasta que publicó en el otoño de su trayectoria profesional como historiadora Calígula. Creo que la diversidad de escritores que hay es inabarcable. Desde el negro hasta el negrero, desde los llamados hasta los elegidos, hay una gama muy extensa y variopinta. El mercado refleja sin embargo una masa bastante uniforme sobre todo por lo que respecta a los productos. Lo de los premios literarios es un enigma cuando no es un mero pasteleo.
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Me he visto en la obligación de cumplir con esta entrada de mi enciclopedia ciclópica, la de los escritores de oficio, pero me abruma y no puedo más que exponer abiertamente mi ignorancia como prueba de honestidad y de método. También debo admitir que hace años que apenas leo novelas y que intento estar, ante lo que no entiendo, como las figuras de la calle de Vermeer. A lo mío. No debería obstinarme en seguir leyendo los diarios.

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