28.3.08

Las megaperlas


Ischigualasto (Argentina)
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Hay cinco cosas que consiguen siempre levantarme el ánimo: reencontrar un amigo, leer una gramática, encontrar un buen libro de Historia, mal que me pese la cerámica de Picasso, y una ferretería. Para mí el Servicio Estación o el/la Bauhaus es la leche. Cuántas veces no he tenido que reprimir un respingo de regocijo al ver en una ferretería algo que necesitaba y que no sabía que existía. Sí, otras veces he encontrado por ahí lo que necesitaba y lo que no sabía que existía (incluso dándose las dos condiciones a la vez), pero en una ferretería siempre hay sorpresas agradables. Los tornillos, las alcayatas o escarpias, los cáncamos, me chiflan.

Tengo zafarrancho en el rancho. Han venido a arreglarme el castillo los "Hijos de Antonio Español, S.L." y estoy exaltada y aprendiendo por un tubo. ¡Hasta me dejaron clavar unas púas!

Así que hoy en la enciclopedia se añade un artículo antiguo pero aún vigente. El artículo original se publicó en catalán, una lengua que conozco y amo pero en la que tengo mucha menos competencia que en español. En la Facultad de Filología Hispánica de la Universidad de Barcelona susodicha, y en el Departamento de Lingüística General también, todos los profesores coincidían por lo menos en una cosa, en llamarle "español" a lo que algunas personas denominan "castellano". Incluso algún profesor, al inicio de su asignatura, nos indicaba que el castellano es técnicamente el substrato del español y un dialecto del español (aunque sea el más cercano a la norma). Yo diría que no tengo competencia en el castellano (ya me gustaría), pero me muevo a gusto en lo que Agustín García Calvo denominaba "espofcont" o español oficial contemporáneo. Por lo tanto parece que llamarle al español "castellano" es más bien una opción política pareja al temor de usar la palabra "España".

Tiene el catalán ligereza, luminosidad y yo he tenido la suerte -a través de su mejor literatura o escuchando a quienes lo hablan como los ángeles- de advertir rasgos que me lo hacen querido. Lo mismo me pasa con el gallego, el portugués, el francés y el italiano. El resto de los idiomas lo percibo sin comprenderlo apenas, como el canto de un pájaro, aunque según quien más bien parece que ladra.


Son o no son: Megaperlas con zeolitas para la tensioacción aniónica biodesagradable en el verdín audaz
 
El subtítulo que hay sobre esta misma frase designa la propia frase y el resto de las líneas hasta el signo del asterisco. Pero también, con referencia al subtítulo, se deben añadir dos cuestiones: 1) Que lo encontré en la basura en la tabla de composición, sin desperdicio, de una cajita vacía de una muestra de detergente.  2) Es un tributo a un escrito homónimo que, para distinguirlo de este, llamaré MAZPALTABEEVA, NO ÓN. MAZPALTABEEVA, NO SÓN, no fue aceptado para su publicación en una revista barcelonesa que llamaré "Las carpas son del día" (1). El motivo es que se consideró que el texto era ininteligible. El tributo no es ningún reproche contra una línea editorial que excluye mi desconfianza total hacia la inteligibilidad. Me hago cargo. Y en el fondo no me importa.

"Las carpas son del día" me pidió un texto y no les gustó, no se le ha de dar más vueltas. Sólo sirve para explicar que precisamente mi “línea editorial” parte de la base de que si es vanidad confiar en entender algo, aún lo es más el pretender mostrarlo. Y no digamos nada de la fantasía de creer que nuestra opinión interesará. Puede que algún día, a alguien, però graciablemente en cualquier caso. Por carambola, como diría mi padre.

Quien sabe muchísimo de esta cosa de la búsqueda de interlocutores es la escritora Carmen Martín Gaite. El 16 de noviembre de 1992 fue invitada por la magnífica Universidad de Barcelona a pronunciar una conferencia en el Paraninfo. Explicó a la concurrencia numerosa, de una manera inolvidable, la historia de Macanaz. Gaite leyó todos los legajos de cartas y memoriales que el ilustrado había remitido desde el exilio. Incluso leyó las cartas que antes nadie había leido: "A lo largo de decenios, sus prolijos avisos y consejos desde Pau, desde Cambray, desde Soissons, desde Breda, y más tarde desde la prisión de La Coruña, habían de constituir un azote para la corte de Madrid" (2).

Me pedís que os escriba y os escribo, por culpa de mi muy acusado sentido del deber. Os escribo por obediencia.

Cuando escribí MAZPALTABEEVA, NO SÓN estaba entusiasmada con la basura. El mundo de la cochambre urbana me sedujo. No sé si mi fascinación empezó con la publicidad arrugada y chafada o si fueron las mondas de las patatas y las cortezas de melón con restos de café molido. No obstante pronto se extendió a moho sedoso y al óxido, la pátina, la decoloración y a los círculos de los vasos bajo el foco dorado del polvo en suspensión.

Del lado de la suciedad estaban los huesos de melocotones, el polvillo, los sedimentos, los posos, la borra, la pelusa, los pelos, las migas, las manchas, las colillas, las barbies, los geranios aplastados, los vidrios ámbar, los tornillos, los palillos, el marro, el tizne, las mil maneras de la grasa, aparatos de TV reventados, colchones, desechos, la roña, los residuos, los mojoncillos al pie de las farolas, todo. Diría que se entiende bastante bien.

La chaladura por los inmundicias y la suciedad no era extraña al hecho de haber entendido que si se desprecian o se esconden algunas cosas, se acaba por despreciar y esconder a algunas personas. Pero de hecho mi chaladura es pura y desinteresada y no repara en el fascismo más que de paso. Pronto la trasladé a otros reinos de la ciudad. A la puerta de mi casa, que cuando se cierra despacito recuerda el ostinato del preludio de la cuarta suite para violonchelo de Bach. O me equivoco y será al reves y a cambio es el arco descendiente lo que me recuerda los goznes.

Por un mecanismo equivalente, no estoy segura de pretender haber sido yo quien descubriera-viera en azul la frase de las “Megaperlas...” en la cajita de la muestra del detergente. ¿No será que la frase “pasó” (como creemos que “pasan” los ríos) ante mis ojos?*
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(1). La revista hizo suyo un verso de Horaci (carpe diem, quam minimum credula postero), pero lo transcribe como carpae diem.
(2). Carmen Martín Gaite, "En el centenario de Melchor de Macanaz (1670-1760). La búsqueda de interlocutor y otras búsquedas. Barcelona: Destino, 1982. Destinolibro; 176: 69

Publicado en Via fóra! 1995 ; V (47): 489-490.


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