18.4.08

La ciencia, la cocherencia, la corehencia y la nana de Plutón

“Hasta hoy no había parado en valorar las sensaciones que me embargan cuando veo algunas imágenes fotográficas de templos misteriosos de la India o del sudoeste asiático o los precolombinos o de cualquier otro lugar exótico. Me parecen construcciones oscuras, o intrigantes, o enigmáticas, o crípticas, pero siempre, siempre delirantes” (En el caos

El post de Cerillo, me ha hecho pensar por asociación de ideas en la réplica monumental de las termas de Caracalla en la Penn Station de Nueva York. Dieciséis siglos después. O cuando advertí a la entrada del serrallo del palacio de Topkapi en Estambul un "delirante" parecido con la entrada del convento de las Dueñas en Salamanca. Pienso en el friso del Partenón, originalmente pintado con los colores del parchís, reproducido en tantos grabados con los colores de las ruinas descarnadas y mostrado en su matemática pureza. Pienso en el friso del Partenón reclamado al British Museum por Melina Mercouri y sus ojos grises. Pienso en el obelisco que Napoleón llevó a París desde un imperio más antiguo. Pienso en los claustros románicos, the cloisters, llevados a América a golpe de dólares.
Pienso en el trajín formidable de piedras y sillares. El sonido de los derrumbes alejados, el sonido de las catástrofes y de nuestras incoherencias (?) debe de zumbar en el éter como las notas de un delicado harmonium mobile o un canon que acuna las esferas.
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