3.10.08

The watercress flower

Por fin *Alfb se puede traducir al griego, al japonés, al rumano, al inglés y a otros idiomas del mundo mundial. El gadget, script o lo que quiera que sea el Translator de Google me funciona, aunque no sé bien por cuanto tiempo. Ya se dijo, o sé dirá, tanto da, en otra entrada de la enciclopedia que *Alfb era como un cielo hawaiano reflejado en el fondo de una copa de cerveza, así que el traductor irá de perlas para poder ser precisamente todo lo contrario de lo que auspicia nuestra querida Real Academia Española de la Lengua: multiplicará, enredará y distorsionará como un espejo deformante lo que ya de sí es inabordable, libre, pop y prolijo.
Me preguntaba Odisea el otro día qué objeto de la carrera armamentística tecnológica podría desear después de la PDA o más allá de la PDA, que cómo sería la PDA que yo querría. Y le dije que sería una bola que se trastornara con la luz, una bola del tamaño de la esfera del mouse, pero que reaccionara al ambiente y a infinidad de conexiones latentes. Como lo que quiere ser este blog. Si vamos a pensar sería como un USB-ojo. Si no he desarrollado más la idea es porque ando entre dos vías de investigación que me tienen muy absorbida: una sobre las razones por las cuales una llamada de teléfono es capaz de relegar lo que está pasando y nos hace dejar al hablante presente por un hablante remoto que no nos ve. Y cómo se ve afectada o interceptada una llamada de teléfono fijo por una de teléfono portátil o móvil y viceversa.
La otra línea de investigación tiene que ver con el carácter escatológico del petróleo y el café. Es decir, creo que el petróleo y el café son dos formas de relacionarnos con la materia fecal. Son caca. En cuanto a los vehículos privados, no es que esté retomando el ideario de Agustín García Calvo, que no tiene desperdicio, sobre la carga perniciosa que tienen esas máquinas infernales. Ni siquiera me hago eco de Javier Pérez Andújar que vino a decir poco más o menos que los automóviles no dan independencia sino autonomía, información que no sé si pretendía a su vez tener una segunda lectura política. No, lo que yo pretendo es simplemente señalar una obviedad: la naturaleza esencial del petróleo como excremento de la naturaleza. Y curiosamente, algo omnipresente en nuestra sociedad también se semeja mucho a la mierda. Tal y como se están poniendo los precios en los bares, el café sigue siendo una bebida óptima para conversar, calentarse o refrescarse, darse un respiro o levantar el ánimo. La ceremonia del café, el aroma incitante muy superior al sabor y su forma de completar y electrizar el hueco de la mano es suficiente para justificar su predominio sobre cualquier otra bebida caliente, incluso sobre el té, que es muy superior en colores, en propiedades y en variedades. En mi línea de investigación es determinante en el éxito del café su identidad con el final de la digestión, y no sólo por razones meramente fisiológicas (la defecación), sino por su parecido. En otro orden de cosas, el café tiene un sabor tan fuerte y deja la boca tan impregnada, incluso mascando un grano de cardamono como los antiguos, que su gusto es rotundo y satura. Tal vez es por esta razón por la cual el inolvidable Néstor Luján lo denostaba.

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