A Odisea-Win Yun Po
No como el mítico gigante griego de bronce,
De miembros conquistadores a horcajadas de tierra a
tierra;
Aquí en nuestras puertas del ocaso bañadas por el mar
se erguirá.
Una poderosa mujer con una antorcha cuya llama
Es el relámpago aprisionado, y su nombre.
Madre de los Desterrados. Desde el faro de su mano
Brilla la bienvenida para todo el mundo; sus templados
ojos dominan
Las ciudades gemelas que enmarcan el puerto de aéreos
puentes
"¡Guardaos, tierras antiguas, vuestra pompa
legendaria!" grita ella.
"¡Dadme a vuestros rendidos, a vuestros pobres
Vuestras masas hacinadas anhelando respirar en
libertad
El desamparado desecho de vuestras rebosantes playas
Enviadme a estos, los desamparados, sacudidos por las
tempestades a mí
¡Yo elevo mi faro detrás de la puerta dorada!"
Emma Lazarus, El nuevo coloso (al pie
de la Estatua de la Libertad)
En
esta vida nuestra es difícil que andemos acertados en el momento adecuado y que
además por ende seamos oportunos. La mayor parte del tiempo por lo tanto
estamos en manos de la rutina y de nuestros deberes o compromisos, y el resto
del tiempo lo confiamos al ocio o a nuestros anhelos, pero no sé si vivir es
eso. Ni tampoco a estar subidos en la oxitocina, esa hormona que procura unos colocones emocionales
que ríanse ustedes de los 8 loopings del Dragon
Khan del Park Aventura, en Salou (Tarragona). Por algo que no
llegamos a saber bien cómo ocurre, a veces nos pasan cosas y a veces no. Y ni
siquiera digo que sean cosas que nos resulten ventajosas o que nos resulten
desfavorables. Simplemente, a veces parece que no se mueve ni el aire, y otras parece que todo se pone en marcha y hasta lo
hace armoniosamente. Por armoniosamente me referiría tanto a la escena de sexo
de Delicatessen como
a cuando se escucha verdaderamente con la debida atención a Bach o a Beethoven
–por un decir- y descubrimos que un haz de luz arrojada sobre la llave de un cajón,
los gorriones, todo, imita y celebra algo que va más allá de la melodía. Un
orden.
Nuestra
vida deja muy poco espacio a la
peripecia, al avatar, a la aventura.
Hay el sucedáneo del turismo y el
voluntariado, que a su manera es como un sucedáneo de
la solidaridad y que tampoco no sé si es vivir. Si alguna cosa yo hice alguna
vez acertadamente en el momento adecuado y oportuno estoy segura de que fue
leer las novelas que se suelen catalogar como novelas juveniles.
Tuve la suerte de que el marido de mi madrina nos pasó a mi hermano y a mí la
prodigiosa colección que él había tenido de niño. Como tanto J.Mª como yo
leíamos como maníacos, pronto nos habíamos leído todos los libros no una sino
varias veces. Como tuve un par de accidentes, uno a los 9 años y otro a los 12,
casi todos mis compañeros del colegio, de la calle y del grupo de boyscouts (sí)
me regalaron libros. Por lo tanto reuní una colección creo que desproporcionada
con respecto a lo que eran mis propios recursos económicos, y además sin
duplicados. Los libros que más me gustaban eran la vida de Genoveva de
Brabante, la Odisea,
los Viajes de Gulliver, las 20.000
leguas del viaje submarino, Viaje al fondo de la
tierra, Viaje a la luna y Robinson
Crusoe. Leí la Odisea a
los 13 años (por eso para mí sigue siendo sobre todo una novela juvenil de
aventuras). Y su lectura me llevó a los 15 a las Metamorfosis y
eso me arruinó el gusto, puesto que ya no fui capaz de leer según qué, de la
misma manera que después de
un buen vino o de una buena conversación ya
no es fácil pasar por cualquier cosa inferior ni correosa. Después he
leído hagiografías y, lo que es lo mismo, autobiografías.
Lo bueno de las autobiografías es que con leer el primer párrafo sin salir de
una librería es fácil darse cuenta de si lo que mueve al autor es una cuestión
de vanidad y autocomplacencia o publicidad, o exhibicionismo, o si hay
verdaderamente un trabajo de superación, de generosidad, de indagación o de
meditación.
Como
en la época juvenil, que al parecer los psicólogos suelen situar entre los 12 y
los 17 años, tenía tiempo para todo, también disfrutaba de las series
televisivas de aventuras. Tengo un recuerdo muy vivo de "Flipper", "Maya", "Daktari" y, en menor grado, de "Bonanza", aunque admito que estaba muy bien explicada y
perfilada. Pero las dos series a las que, como se dice ahora, estaba
“enganchada” fueron sin duda "Perdidos
en el espacio" (Lost in the space) y "Viaje
al fondo del mar".
Prefiero definitivamente "Kungfu" a "Hechizada"
o "Embrujada". Luego hubieron muchos héroes que se movían sobre
ruedas y no me refiero a Ironside y a su maravillosa furgoneta
adaptada, sino al Ford Torino rojo de Starsky y Hutch (el
“tomate”) y el Peugeot 403 de "Colombo". También
recuerdo vagamente "Espacio 1999" y "La mujer policía",
pero nada me llegó a cautivar tanto como "Viaje al fondo del mar" y
"Perdidos en el espacio":
"Serie producida en 1965 por CBS y emitida hasta 1968. Creada por el mago de la ciencia ficción Irwin Allen. Inspirada en la novela "Los Robinsones Suizos"de J.R. Wyss, la acción se desarrolla en el "futuro"1997, y cuenta el proyecto del gobierno americano en el que se propone por vez primera, enviar al espacio a una familia con el propósito de colonizar nuevos planetas, ante la sobrepoblación de la tierra. La familia estaba encabezada por el profesor John Robinson (Guy Williams), su esposa Maureen, (June Lockhart), y sus hijos, Judy, Penny y Will (protagonizados por Marta Kristen, Angela Cartwright, y Billy Mumy), por último, el comandante Donald West (Mark Goddard), era el piloto de la nave espacial "Jupiter II". Su destino, un planeta habitable que gira alrededor de una de las estrellas del sistema de Alpha Centauri, a unos 4,5 años luz de la Tierra.
También viaja con ellos el maquiavélico Dr Zachary Smith (Jonathan Harris), contratado por una potencia extranjera para sabotear el viaje. Aunque finalmente sus planes son descubiertos, su ataque hará que la nave se salga de su trayectoria y comience a vagar sin control por el cosmos, quedando sus tripulantes perdidos en el espacio. A partir de ese momento, los Robinson tendrán que enfrentarse a numerosos peligros desconocidos, y siempre con el Dr Smith al acecho.La mascota del viaje era el inteligente robot 1a1998, programado en principio por el malvado Dr para matar a la familia, y controlado finalmente por el pequeño Will.”
Reconozco
de corazón que la nave Júpiter II de "Perdidos en el espacio" ahora
parece una fiambrera, pero era maravillosa. Es verdad, sin embargo,
que el no menos maravilloso sónar de "Viaje al fondo del mar" o el
periscopio transportaban mi imaginación a las profundidades pelágicas de un
océano más misterioso y cortocircuitante que el mismísimo firmamento. Y los
perdidos en el espacio me sugerían todo lo que puede dar de sí un viaje.
Las sirenas de Ulises hacen reír al lado de los huevos que
descubre la capitana Ripleu de "Alien, el octavo
pasajero" (1979). Y no obstante, cuando la computadora Madre de
Alien despierta de su letargo artificial a los tripulantes del Nostromo,
servidora no puede menos que acordarse de la isla
de los lotófagos del principio de
la Odisea, cuando al comer loto se desmemorian y no piensan en regresar a Ítaca.
El letargo artificial de Alien ya estaba en cierta manera en "El
planeta de los simios" (1968), ya que al principio de la película
los astronautas están hibernados. No es casualidad que el coronel George Taylor
(Charlton Heston) en la versión del libro en que está inspirado el guion
(La planète des singes, Pierre Boulle) se llame Ulysse Mérou, de la
misma manera que no es casualidad que el héroe principal de "Perdidos en
el espacio" se llame John Robinson. Está claro que "2001
odisea del espacio"(1968)
también retoma la historia del periplo de Odiseo-Ulises.
La
idea de periplo no tanto como “recorrido o trayectoria espiritual de una
persona” como de “viaje o recorrido, por lo común con regreso al punto
de partida” alcanzó su versión más tremenda en "El planeta de los
simios", cuando El coronel Taylor y Nova se encuentran con la Estatua
de la Libertad semienterrada. La imagen de la pareja en la playa con
el caballo ya es de por sí muy poderosa, pero el descubrimiento de Taylor de
que están en la Tierra y no en Orión, es un fotograma definitivo en la historia
del cine. Curiosamente, muy cerca del emplazamiento de la Estatua está la isla
de Ellis, donde estuvo la principal aduana de Nueva York, donde entre 1892
y 1954 entraron 12 millones de pasajeros. Entre ellos habían multitudes de
emigrantes europeos y entre esos emigrantes europeos, mi abuelo, que estuvo 25
años en la ciudad.
Me
acordé de “Perdidos en el espacio” después de visitar a un amigo mío en una
clínica de enfermos crónicos y terminales. Su mujer, también amiga mía, está con él todo el
tiempo posible, porque en realidad eso es todo lo que se puede hacer por él.
Después de un derrame cerebral masivo fue operado y aunque estuvo en coma
inducido unos días, fue despertado y contra todo pronóstico sobrevivió. Vive,
si es que eso es vivir, con una traqueostomía. Además lleva una gastrostomía
para comer de unas bolsitas de nutrición enteral. Entiende pero no puede articular
palabra y su estado no le permite caminar ni leer. Se hace entender con las
manos y recibe todo el antidepresivo que se puede administrar a una persona. Pepe y
María están perdidos en el espacio, están ahí a la vez varados y a la deriva.
Muchos de los enfermos están enajenados, algunos están abandonados por sus
familias y apenas reciben visitas. Unos pocos de los que están medio bien como
para estar en las salas comunes o en la terraza de la azotea, se pelean entre
ellos. Un día, uno de ellos se interpuso desafiante con su silla de ruedas (le
faltan las dos piernas) en la entrada del ascensor y no dejaba entrar a nadie.
No sé si hace falta decir que estos centros no son como el crucero del amor de
"Vacaciones en el mar" (ya que hablamos de películas).
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