22.3.09

Post 243: Cóncavo, convexo y complejo


Foto : Arkady Golod
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El otro día leí una entrada de un blog que no había por donde cogerla y que sin embargo era celebrada incondicionalmente por sus comentaristas con el regocijo de cuando de niños reíamos la frase “caca, pedo, pipi”. Hace unos días ya escribí aquí en mi blog un “Antes y después” que señalaba una nueva época en la que “no se iban a confundir las churras con las témporas, el culo con las merinas, las churras con las merinas, el culo con las témporas, la velocidad con el culo, el tocino con la velocidad, la literatura con la filosofía o la filosofía con el onanismo”. Perdón por citarme a mí misma, pero ésto es una enciclopedia. Lógicamente esta frase entrecomillada es muy drástica, y hasta admitiría que arrogante, pero antes había agotado otras posibilidades más corteses y más abiertas. Al lado de mi actitud, o por encima, es igual, he observado un cierto recrudecimiento de las ideas o ideologías (que no es lo mismo) que circulan en la blogosfera y alguna participación acérrima, montaraz y cerril (no en *A la flor del berro, desde luego). La violencia verbal creo que tiene una relación directa con la involución económica en la que hemos entrado y, como me ha explicado una amiga mía, con el miedo. En cualquier caso mi decisión personal ha sido la de alejarme de todo este panorama de pobreza ideológica por un lado y de profusión de descalificaciones por otro. Aunque a veces se dan las dos condiciones a la vez, hay que saber distinguir porque no siempre ocurre así.
¿Por qué cerrarse a esa pobreza y a esa profusión? Porque hay blogs y libros y prensa que leer, música que escuchar, películas que ver que verdaderamente valen la pena. A mí además no me importa quedarme sola, que no me voy a quedar. Hace poco le comentaba a Víctor González que los “cambios de registro” siempre son interesantes y en mi caso son además algo identitario puesto que mi destino está marcado por la regeneración y el enciclopedismo. Por eso tampoco no me fío de las ideas preconcebidas ni repetitivas –sean fóbicas o fílicas- ni de lo de las estatuas vivientes, que cambian de postura cuando le echan una moneda. No sé si creo en lo que hago, pero hago lo que creo.
Curiosamente, quien en el Arte nuevo de hacer comedias (1609), escribió los dos famosos versos de “porque, como las paga el vulgo, es justo / hablarle en necio para darle gusto”, Lope de Vega, fue un gran escritor y prolífico, pero se dice que fue un delator del Santo Oficio por lucro. Su figura como poeta y como comediógrafo se ve radicalmente puesta en cuestión por haber sido un sicofanta, vileza que sólo se le atribuye también a Camilo José Cela (gran escritor y prolífico), que al parecer delató (por lucro) a otros intelectuales y escritores en tiempo del franquismo.
La verdad y la realidad son complejas. Hace unos días me acordaba de una de las pocas veces en que mi intervención me ha parecido ser crucial en el desenlace o enlace de una situación. Debo decir de antemano que prefiero no decidir en nada. Es terrible tener que juzgar un caso o tener que por ejemplo, que sé yo, hacer algo para acabar con el terrorismo o el tabaquismo o con la vida de una persona. Por eso creo yo que los médicos tienen sus actos tan sujetos a protocolos exhaustivos. La decisión del acto médico rara vez depende de un solo médico o cirujano, sino que se discute entre varios o está predeterminada por un documento consensuado que fija un modelo de decisión. Si cada caso clínico se tuviera que decidir individualmente y por separado, sería terrorífico y probablemente se llegaría a más errores. Incluso está algo estudiado que en Europa, según la nacionalidad de los médicos, hay dos tendencias: en una domina la opción de que ante la duda lo mejor es no hacer nada y en otra domina la opción contraria.
Y sin embargo, en nuestra vida tenemos que tomar muchas decisiones y determinaciones. Cuando digo que tuve que intervenir en una situación, fue precisamente en un asunto de un niño enfermo. La madre le había tratado unas anginas con homeopatía. Por cierto, qué palabra más mal resuelta etimológicamente. No quise preguntarle si lo había visto el homeópata, porque como me dijo que lo habían tenido que ingresar en el hospital me enfoqué en ese punto. Le pregunté en qué hospital estaba y resultó ser en el hospital en que mi prima estaba haciendo su formación como pediatra. La telefoneé y en cuanto le planteé el caso resultó que lo llevaba la persona que se encargaba de su formación. El niño, de 3 años, había ingresado con una fiebre altísima y muy mal. Le hicieron las pruebas de rutina y le instauraron el tratamiento también acostumbrado, con lo que el niño a pesar de todo experimentó una mejoría espectacular en pocas horas. La pediatra que lo trató se indignó mucho cuando supo que el niño había sido tratado homeopáticamente porque se trataba de una infección que llegó desde la faringe a la sangre, para generalizarse, y que podía haber llevado al chiquillo al otro mundo en nada. Esto me lo explicó mi prima y que la pediatra estaba pensando en ponerles una denuncia a los padres por negligencia o por incapacidad como responsables de un pequeño. Le pedí a mi prima que no lo hicieran, que eran buena gente, que ya le explicaría yo también a la madre que la homeopatía no sirve ni contra la infección ni contra el cáncer. No los denunciaron y el niño está vivito y coleando. No obstante, cuando el niño ya estaba restablecido pude oír como el entorno de esa familia hablaba mal de los médicos en general y de los que trataron al niño en particular. No se habían enterado de nada, no se habían enterado de que lo que le había pasado al niño era por culpa de tratar la infección homeopáticamente, no se habían enterado de que les habían querido poner una denuncia por ineptos y no se habían enterado de que yo había intervenido para que no la pusieran. Ni se enterarán. Por mi no se enterarán. Seguramente si lo supieran aún atacarían la medicina mal llamada alopática con más encono desde esa sutil línea que separa la ingenuidad de la malicia. No sé si hice bien en intervenir, creo que sí, pero espero no tener demasiadas ocasiones como esa.

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