7.4.09

Estamos en el aire


Josef Sudek

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A Inés España

Fue así, en los estíos de mi primera infancia, entre bordadoras, cantantes, odaliscas jóvenes o viejas de aquella ciudad encerrada en sí misma, donde sólo el laúd podía lamentarse en voz alta, recibí, como un pequeño alimento, aquel vacilante fulgor que había atravesado cuatro siglos y había perpetuado la luz de la Al-Andalus de las mujeres”
Assia Djebar, Fugitiva y sin saberlo.
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En marzo de 2000 fui a un cursillo en la Facultad de Filología, durante cuatro tardes creo. Incidentalmente puede por lo tanto oír el programa de Ramón Trecet de tres a cuatro de la tarde en Radio 3. A las primeras notas de la emisión distinguí “A vava inouva” y corrí a grabarla. Era una versión new age de Idir con Karen Matheson, la cantante escocesa, y no con la acompañante de la versión que yo había conocido, unos treinta años atrás. La canción de Idir la había traído de Orán, junto con un montón de discos sencillos de vinilo de 45 r.p.m., la abuela de mis amigos Liliam y Jaume, hermanos que se llevaban un año. Música pre-raï. Jaume había logrado trasladar los primeros compases en su guitarra. Liliam y yo la cantábamos más o menos. Estábamos fascinados por la canción. Tiene una cierta melancolía y después de haber amado tanto “A vava inouva” una no sabe si los bereberes influyeron en la nouvelle chanson o si fue la nouvelle chanson la que influyó en los bereberes. Estoy más decantada hacia la primera hipótesis. Prefiero pensar en confluencias que en influencias. Yo me había enamorado de Liliam y luego de Jaume (¿o fue al revés, primero de Jaume y luego de Liliam?). Lo que sí recuerdo bien es que todos nos enamoramos de la canción. Creo que la abuela de Jaume y de Liliam se llama o se llamaba Carme. Parecía argelina pero era mallorquina.
En su día grabé la canción con una grabadora de aquellas que lo grababan todo: el rugido de un coche en la calle, la aguja, la música, los sonidos de la casa en el Paseo Palma de Mallorca (ahora Passeig Ciutat de Mallorca). Sin embargo, por aquel entonces sólo tenía una cinta magnetoscópica y con los años acabé sacrificándola para grabar otras canciones. Al final la cajita se descompuso. Hasta marzo de 2000 no la volví a oír, digo. Fue muy emocionante. Y el caso es que al día siguiente, cuando me dirigía (después de escuchar el programa de Ramón Trecet), también casualmente me fui a tropezar con Jaume. Yo me iba sonando la nariz e iba apurada de tiempo. Creo que él no me vio. Yo no hice nada porque me viese. Digamos que no me sentía ni fina ni segura. ¡Qué tonta! ¡Qué casualidad!
Busqué el disco de Idir, un disco compacto que empieza con “A vava inouva” intacta, tal y como yo la recordaba. Que después de 30 años diese a la vez con “A vava inouva” y con Jaume, adquirió un sentido. Otra cosa es que yo quiera o lo sepa interpretar. No sabemos interpretar los sueños, ¿cómo vamos a poder interpretar las cosas maravillosas que nos pasan a veces?
Yo estuve muy cerca de estudiar Semíticas al creer que lo que me gustaba era el árabe, y lo que en realidad me gustaba era esa canción, que además no es en árabe. Tuvo que pasar mucho tiempo para que yo fuera capaz de darme cuenta del error descomunal en el que estaba. Dicen los wind-surfistas que van por el mundo en busca de olas, y de la ola aquella que les parte la espalda y los mata (la verdad). Pues yo voy de error en error y/o de canción en canción. Fue un milagro para mí recobrar la canción de Mohammed Benhammadouche “Idir” intacta, en toda su pureza original, tal y como embriagó a los argelinos, brillando como sólo puede brillar algo precioso, guiándome entre las interpretaciones que nos obstinamos en hacer de la realidad, de las peliculitas, de los peliculones y las estantiguas.
Encontré la letra de “A vava inouva” en la red de redes, transcrita en bereber a nuestro alfabeto, y hasta encontré una traducción al francés (*):
“Tsxilek Illiyin tabburt
A vava inouva
Tchcen Tchcen tizzebgatin im A yelli Ghriba
Uggadegh lwahch Ighaba
A vava inouva
Uggadegh ula d nekkini A yelli Ghriba
Amghar yetssel bernus
Di tesga la yezzizzin
Mmis yetshabbir i Iqut
Usan degw qerrus tezzin
Tislit deffir uzzetta
Tessalay tijebeddin
Arrac zzind I temghart
As n tesgher tiqdimin
Adfel yessud tibbura
Tuggi cements ihlulen
Tajmaat tetsargu tafsut
Aggur d yitran hegben
Ma d aqegmur n tasaft
Idegger akkin idenyen
Mmlalend akw at wexxam
It maccahuts ad sslen”
Pido perdón si hay algún error de transcripción. Una de las pocas veces que me he sentido ofendida en mis más internos fueros fue cuando medio leí un librito de Josep Maria Espinàs, en el que pretendía en un paseíto a pie por la Costa de la Muerte (A peu per la Costa de la Mort) transcribir el dialecto de los lugareños. La negligencia o displicencia con la que lo hizo aún me llena de indignación y prometo que no le disculparé nunca jamás. Sé que a él mi santa indignación le debe resbalar como el agua fina que mulle el humus de aquellas tierras, y sé que el libro fue muy bien recibido allí, de la misma manera que también allí fue muy bien recibido y alimentado Camilo José Cela. Pero ese es otro tema.
Ya me había yo olido que vava tenía que ser “padre”, porque casi es un universal del lenguaje, aunque no sé qué diría Comrie y toda la legión de lingüistas tipólogos. El texto de la canción tiene que ver pues con el terruño, la escena familiar ante el hogar con leña de encina, marmita incluida, y con una anciana que enseña a los niños las viejas historias de Kabilia. Es sobre la pervivencia, vaya. La música de los grupos e los países bárbaros tiene que ver más con la destrucción y la droga. Lo que no acabo de saber es si todo queda integrado en la misma escena (la escena de la miedosa Ghriba y la escena del hogar) o si, como en nuestro cancionero tradicional, hay retazos que además quedan perfectamente contrastados por su melodía. La alternancia es bonita y vivaz.
Dejo “descansar” la canción. No hay nada fijo. Ahí está. Todo lo más la Coca-cola, pero parece que han variado la fórmula, que antes era más excitante de lo que lo es ahora. También está el Colgate normal y el desodorante Bili de tubo o los lápices Johann Sindel. Todo lo van cambiando. Igual que lo del río que no pasa dos veces (¿Heráclito?), no podemos volver a comprar nada. No podemos volver a leer nada. Cuando volvemos a leer un texto, aunque sea idéntico, ya forma parte de nuestra forma de ver las cosas, ya nos lo hemos incorporado. No es lo mismo. Por eso, cuando me encuentro con una canción intacta, vuelvo a arder en ella.
(*) El enlace ya no me devuelve el texto en francés, por eso lo transcribo tal y como lo copié en su día: “Je t’en supplie ouvre-moi la porte, mon petit papa, mon petit papa. Fais tinter tes bracelets, ô ma fille Ghriba. J’ai peur du monstre de la forêt, mon petit papa, mon petit papa. J’en ai peur moi aussi, ô ma petite Ghriba. Le grand-père emmitouflé dans son burnous se réchauffe près du foyer. Son fils s’inquiète pour la nourriture. Les jours tournicotent dans sa tête. La bru derrière le métier à tisser. Met en place les tendeurs métalliques. Les enfants entourent la grand-mère qui leur apprend les vieilles histoires. La neige tapisse les portes d’entrée. La marmite se remplit des mets d’hiver. Le groupe (des hommes) rêve des printemps. La lune et les étoiles sont voilées. Quant à la bûche de chêne verte ll prend la place des claies de séchage (près du foyer) et tous les membres de la famille se rassemblent pour écouter le conte merveilleux”.
En español: “Te suplico, ábreme la puerta, padre”. “Haz tintinear tus brazaletes, hija mía Ghriba”. “Tengo miedo del monstruo del bosque, padre”. “Yo también, mi pequeña Ghriba”. El abuelo se arrebuja en su albornoz y se calienta cerca del hogar. Su hijo se preocupa por la comida. Los días giran en su cabeza. La nuera teje. Coloca los tensores metálicos. Los niños rodean a la abuela, que les enseña viejas historias. La nieve tapiza las puertas. La marmita se llena con los alimentos de invierno. El grupo de hombres sueña la primavera. La luna y las estrellas están veladas. El tronco de encina verde reemplaza las zarzas secas en el fuego y todos los miembros de la familia se reúnen para escuchar el cuento maravilloso.

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