16.5.09

El gran silencio


Esta mañana he realizado un Taller de respiración en el centro de Enric Boada en el barrio de Vallcarca, que hace un mes de mayo de puertas abiertas para conmemorar los primeros 25 años. Sólo conocía indirectamente a Enric Boada como autor de Cuando morir sea una fiesta, que es uno de los muchos libros (infinidad) que no he leído aún. No lo conocía como profesor de yoga, meditación, etcétera.
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El taller de respiración empezaba puntualmente más o menos a las 10:00 y acababa también puntualmente a las 13:00, cosa de por sí casi una extravagancia en este mundo en el que me vengo moviendo desde el año 1991, en el que he llegado a creer que debe de estar mal visto el cumplimiento de los horarios establecidos. La falta de puntualidad en los cursos y actividades de yoga, meditación, etcétera, no me irrita. No es eso. Por una parte siempre llevo algo para leer por si hay retrasos y, por otra parte, cuando me parece que la cosa se está alargando mucho o tengo que atender otras cuestiones, me voy tras una somera disculpa o haciendo mutis. Me parece que la falta de puntualidad es también una falta de respeto, cosa que no tendría la mayor importancia si no fuera porque al irse consolidando como costumbre lo que acarrea es que invita a la concurrencia a llegar tarde y a no adquirir ningún otro compromiso después del curso. Curiosamente a veces los retrasos se deben a una especie de catarsis previa a la práctica y sus niveles decibélicos no tienen nada que envidiarle al jaleo que se monta en el lugar de espera de un autocar antes de una excursión o colonias escolares. Servidora suele abandonar el lugar de la práctica en cuanto se acaba o, como llevo dicho, cuando lo creo oportuno, pero sé que la catarsis previa tiene muchas veces su correspondencia exacta en la catarsis final. El tono de voz de los españoles generalmente es intolerable. Empieza siendo alto y al competir con el de otros corros animados acaba siendo de bronca descomunal. El sentido que tengo más desarrollado es el tacto y según cómo el olfato, pero mis oídos acaban sólo percibiendo los sonidos más horrísonos y cualquier reunión concurrida acaba resultando para mí algo abrumador y deprimente. Además no consigo oír y tampoco consigo hacerme oír.

Dicho esto de la puntualidad, la cual es tan de agradecer como la hospitalidad, que también la había, paso al meollo de la cuestión. Del primer profesor de yoga que tuve, recuerdo que nos dijo un día que conectáramos con la respiración. No era un profesor dado a hablar mucho y lo poco que hablaba eran breves consejos para no ir contra nuestra naturaleza ni la naturaleza en general, para captar el eje sobre el cual giraba una postura (asana) y poca cosa más. Este laconismo era deliberado puesto que años más tarde le oí decir que él no quería inducir con sus palabras a obtener unos determinados resultados o a que alguien se sintiera frustrado porque no los conquistaba. Esto, junto con lo que he dicho antes de la puntualidad, también es de agradecer, porque con los años –después de haber pasado por varios profesores y profesoras- me he dado cuenta de que me siento más a gusto en las clases que no son excesivamente “guiadas” y “habladas”. Me he dado cuenta de que muchas veces el yoga está dentro de cada cual, incluso para las técnicas de relajación o de respiración más complejas. También me he dado cuenta de que muchas veces se hace un yoga con muchas figuras y exteriorización, pero con una actitud escasamente yóguica.

Enric Boada me ha recordado a Miquel Gabarró por su humorismo y por saber integrar diversas técnicas (meditación zen, chi kung, tai chi y diversas escuelas de yoga). El humorismo de Miquel Gabarró es varias veces más “blanco”, más silvestre, que no rudo. El de Enric Boada casi roza la insolencia, pero es muy cercano. Por esta razón admito que en un determinado momento me ha parecido que nos estaba tomando el pelo masivamente. El taller ha girado en torno a la respiración apoyada en una expiración con ayuda de la sílaba “mu”. Por razones mecánicas, con eje en el diafragma torácico, cuanto más efectiva resulta la expiración, más óptima y fácil será la inspiración. De hecho la ansiedad, el suspiro, el bostezo, el llanto, la risa, el sueño profundo, el canto, pueden ser explicados de acuerdo con la profundidad de la respiración. En el estado de ansiedad, la inspiración es intensa y más larga que la expiración; en el llanto como en la risa, la inspiración es corta y la expiración es larga. De hecho, la risa y el llanto se parecen mucho hasta en eso.

La clase se ha centrado tanto en el “mu” que ni siquiera hemos recordado que la respiración está formada no solo por las inspiraciones y las expiraciones, sino que en la respiración consciente también hay un estado de vaciamiento y otro de plenitud en que no estamos ni expulsando el aire ni inhalándolo. No hemos aprendido técnicas de pranayama (“control” de la respiración) como el kapalabhati o "respiración de fuego" y ya no digamos el nauli kriya, que son altamente energetizantes pero que exigen una preparación y una predisposición. Simplemente hemos hecho una respiración alterna (anuloma viloma), que es de lo más fácil para cualquiera que sepa distinguir su fosa nasal izquierda de su fosa nasal derecha. Baste decir que según inspiremos por una u otra obtendremos un refrescamiento del cuerpo (fosa izquierda) o un calentamiento (fosa derecha). Con todo esta paragrafada ininteligible sólo quisiera dejar caer que la respiración es un recurso poderosísimo que tenemos todos a nuestro alcance para podernos calmar, tonificar, refrescar o lo que haga falta. Y en mi modesta opinión vivir no es otra cosa que respirar, aunque el tema de la muerte clínica parejo nos llevaría muy lejos y por unos caminos que no son la materia de este blog. No sé ni mi nota media de la carrera... Vivir es respirar y amar. No son la materia de este post la de gente que se cree estar viva porque camina, porque piensa, porque come y porque habla.

A mí, sinceramente, como digo, lo del “mu” me parecía una broma. Y no porque Enric Boada fuera un poco socarrón, sino porque lo único que conozco del zen es algún texto y algunas técnicas de meditación. Es más, al llegar a casa he descubierto que “mu” en el discordianismo o absurdismo, es el sonido que produce un árbol cuando cae en el medio del bosque y nadie lo escucha. Y el discordianismo es una especie de antirreligión bastante cínica, como cosa de hackers y profetas de la infalibilidad y la comodidad del caos. En realidad, “mu” es la apropiación de una palabra importantísima del budismo zen, que procede del chino “wu” y que refiere a la negación o vaciedad:

“El famoso koan Mu es como sigue: Un monje preguntó a Zhaozhou, un maestro zen chino (en japonés, Jōshū): "¿Tiene un perro la naturaleza de Buda o no?", Zhaozhou respondió: "Wú" (en japonés, Mu). Algunos maestros budistas sostenían que criaturas como los perros tenían naturaleza de Buda. Otros, que no la tenían. La respuesta de Zhaozhou se interpreta como que esa clase de pensamiento categórico es un delirio. En otras palabras, tanto «sí» como «no» son a la vez correctas e incorrectas. Este koan lo emplean tradicionalmente los estudiantes de la escuela Rinzai de Zen en su iniciación al estudio del zen.” (Wikipedia)

Yo el único koan que conocía es el que encabeza la autobiografía de Marguerite Yourcenar (Le labyrinthe du monde): “¿Qué cara teníais antes de que vuestro padre y vuestra madre se conociesen?”. Para mí, este koan zen estaba en exacta relación causa-efecto con la orfandad de la escritora belga, puesto que su madre murió cuando ella nació. De hecho, en el budismo zen, lo contrario a la muerte no es la vida (o lo contrario a la vida no es la muerte) sino el nacimiento. Así es que una vez más hay que rendirse ante la maestría de la autora para presentar un volumen gruesísimo en el que no nos ahorra la prolija historia de su familia desde el siglo XIV si mal no recuerdo.
Entre la práctica en sí, que como digo acabó puntualmente a la una, y el momento en que he podido consultar internet, he estado pensando: “bueno, claro, hacemos “mu” cuando nos arrullamos a veces cuando estamos muy cansados y queremos seguir durmiendo o dormirnos. A veces de puro cansancio no nos podemos adormecer. Y hacemos “mu” cuando alguna vez hay que hacer fuerza para hacer de vientre”. Entonces, por mi manera de ser, lo que me había parecido una broma ya me ha parecido más verosímil al tener una base empírica. De hecho el “mu” del arrullo con el que nos arrullamos a nosotros mismos es un arrullo para calmarnos, para conectar (ajá) con nuestro interior más profundo, nuestro yo interior. Y el “mu” forzudo invita a contraer la musculatura abdominal, cosa que debe de favorecer el peristaltismo intestinal con la asistencia de la respiración y la voz. A partir de mi propia experiencia es como sí he podido integrar lo que por la mañana no fui capaz de comprender más que con la cabeza y sin aplicarlo satisfactoriamente o plenamente. En verdad, desde que yo oí por primera vez que tenía que conectar con mi respiración hasta que experimenté lo que era, pasaron 13 años.
Así que, como he trabajado duro, a pesar de qué no sé qué demonios le está pasando a mi frigorífico (que está emitiendo un basso continuo ensordecedor), está noche veré "El gran silencio" (Philip Gröning, 2005).

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