20.6.09

Oldies

“El col·leccionista”, tienda en la Calle Enric Granados (entre Rosselló y Còrsega)


“Dijo entonces el
señor, Habiendo conocido el bien y el mal, el hombre se
ha hecho semejante a un dios, ahora sólo me faltaría
que también fueses a buscar el fruto del árbol de la vida
para comer de él y vivir para siempre, no faltaría más,
dos dioses en un universo, por eso te expulso a ti y a
tu mujer de este jardín del edén, en cuya puerta colocaré
de guarda a un querubín armado con una espada
de fuego que nunca dejará entrar a nadie, así que fuera,
salid de aquí, no os quiero tener nunca más ante mi
presencia.”
José Saramago, Caín
*
Ayer pude ver parte de un documental de la televisión local municipal sobre los hippies. A diferencia de yuppies (acróstico de “Young Urban Professional”) y de scuppies (acróstico de Socially Conscious Upwardly-mobile Person),  hippies procede de la palabra hipster (subcultura de los beatnik) como dummies viene del alemán dumm (“estúpido”).  El artículo de la Wikipedia para este fenómeno social es muy bueno para situar los puntos fundamentales y llevarse una idea general de lo que representó el movimiento en los años 60 y 70: psicodelia, subcultura, antimilitarismo, pacifismo, era de Acuario, ecologismo, amor libre, libre asociación, tolerancia con la homosexualidad y la bisexualidad, artesanía, colectivismo, antipsiquiatría y más.
El documental que vi se centra en un diálogo entre Lluís Racionero y Pau Riba, dos hippies que siguen en el “candelabro”, más algunas imágenes de Canet Rock (un festival  que tuvo 4 ediciones, entre 1975 y 1978, que fue nuestra versión en la Costa Brava de Woodstock) y otras imágenes de Pau Riba en su comuna de alquiler. Para quienes no conozcan a Lluís Racionero y Pau Riba, diremos —a título de anécdota y al estilo de la prensa rosa o amarilla— que el primero estuvo casado con Elena Ochoa (¿Elena Fernández-Ferreiro López-Ochoa?), la sexóloga que hoy está a su vez felizmente casada con Lord Norman Foster. De Norman Foster tenemos en Barcelona la llamada Torre Collserola. La torre Swiss Re (Schweizerische Rückversicherungs-Gesellschaft) de Londres, más conocida como “The Gherkin” o “El pepinillo” tiene su réplica menor (40 metros menos de altura) en nuestra barcelonesa Torre Agbar. Obsérvese como esta torre no ha recibido ningún apelativo popular y disciplinadamente se le llama “Torre Agbar” tal cual. Yo le llamo “El nabo”.
Lluís Racionero ha escrito diversos libros que han llegado hasta donde podían llegar y eso ya es mucho, considerando que la estética taoista  y los cátaros como temas tienen sus limitaciones. Colaboró con Escohotado en un programa televisivo sobre drogas y ha dado clases de Microeconomía en la Universidad (¿de Barcelona?), fue director de la Biblioteca Nacional, etcétera. Pau Riba es nieto del gran filólogo y poeta Carles Riba y de la poeta Clementina Arderiu. Como Racionero (y hasta Federico Jiménez Losantos y Karmele Marchante [!]) colaboró con la revista “Ajoblanco” (1974-1980), que en mi mocedad era un icono de la subcultura. “Ajoblanco” tuvo dos etapas y es difícil trasmitir que es lo que tenían en común a no ser que nos remitamos al socorrido underground y al anarquismo. Yo pasé de “Mortadelo y Filemón” y “Pumby” a “Cuadernos de Pedagogía” y el “Ajoblanco”  pasando por  el semanario satírico “El Hermano Lobo”, con la misma naturalidad con la que hoy tomo mi té después de un níspero.



Aunque Racionero es lo que llamaríamos un intelectual o precisamente por eso, al contraste con Pau Riba parece menos expresivo y hasta… aburguesado, si nos dejamos llevar por las vestimentas respectivas. Dejemos eso, puesto que tal vez lo único que podría parecer haber llegado del movimiento hippie a nuestra época serían las camisetas tye-dye, la moda étnica, la marihuana, las barbas largas y, en una palabra, la “moda”.  De hecho yo creo que hay gente hoy día que cree que un hippie es un kumbayá o un alternativo sin botas chirukas y pasado de porros. En fin, yendo a lo que iba, Pau Riba dijo ayer muchas cosas que tienen plena validez hoy día. Una de ellas es que a pesar del castigo divino, del trabajo, actualmente podíamos finalmente aprovechar que las máquinas hacen las labores más rudas y pesadas, para dedicarnos a disfrutar de la vida. Vean el contraste entre el panfletucho de Saramago y esta propuesta que no insulta ni molesta a nadie. ¿Hay que decirlo más alto o más claro? Pau Riba y Lluís Racionero señalaron cómo además de que no nos estamos aprovechando de las máquinas, encima estamos preocupados en conseguir más trabajo y en inventar nuevas tareas y más necesidades para crear más trabajo y más trabajo.
La otra gran propuesta de Pau Riba la mostró, la indicó, con una especie de parábola. Dijo: si alguien ante un auditorio enorme como un estadio (yo añadiría, “o como Facebook”), preguntara “¿Cual es la raíz cuadrada de 319?“, alguien -una voz alejada y apagada- contestaría: “Diecisiete coma ochenta y seeeeiiiiiisss“. Ah, pero si preguntara “¿Cuánto son 2 y 2?” todo el mundo contestaría “CUAAAATROOOOOO!!!!!!”. Vuvuzelas aparte.

 
Esa parábola explica el 83,5467 % de lo que pasa en la red y en la TV, tal vez en el mundo. Por lo tanto las consignas fáciles a las que fácilmente puedan adherirse las hordas, tienen el éxito garantizado. “1 millón de firmas para la dimisión de Zapatero”, por ejemplo. O “los tesoros del Vaticano para el hambre África” (como si muchas veces no hubiera podido llegar la comida a África si no hubiera sido por la Iglesia). Son frases que apelan además a las vísceras y muchas veces al odio.
Tal vez en donde divergían Racionero y Riba es en lo que había que hacer con el tiempo “libre”, además del amor. Riba desea que seamos otra vez animales y que como tales juguemos, y de hecho su vida es así. Racionero, si se hubiera declarado en este sentido, aventuro que habría hablado del arte y de entretenimientos sofisticados.
Si mal no recuerdo, las únicas citas que  he empleado en este blog para mostrar textos de ínfima calidad son esta excrecencia de Saramago, un ripio de Unamuno sobre la saudade y un verso de Pere Gimferrer (“Cuca me electrocuta”). Esos materiales los utilizo como pruebas documentales. Las fotografías las tomé la pasada semana en una tienda que está en el Ensanche barcelonés y pude reconocer una Nintendo bastante compacta, play stations de segunda generación, botellas de leche Ram y de cerveza Estrella Damm y Danones del año de la picor, y un caballero con su armadura idéntico a uno que tuve yo cuando era niña.
Por aquellos años en que disfrutamos del Seat 600, los 10 litros de gasolina 86 que le poníamos costaban 72 pesetas, exactamente lo mismo que 6 botellas de leche RAM. A Canet Rock se iba en tren.
Sardana flamenca de Toti Soler. Imágenes de Cadaqués.

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