14.8.09

Fauna ibérica: listillos, sabihondos y enterados

" JOAN MIRÓ
Spanish, 1893-1983
World Trade Center Tapestry, 1974
20' high x 35' wide
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Me gusta mucho Joan Miró, me gusta mucho el arte de verdad, me gustan mucho los tapices o “sobreteixims”, sobre los cuales hay estos días una exposición en Mont-roig del Camp (Tarragona), que se prolongará hasta el 31 de diciembre de este año. Junto con Picasso y Chagall, creo que Miró es un artista profundamente vitalista, como un patriarca veterotestamentario. Es todo un espectáculo ver a los niños conocer las pinturas de Miró en la Fundació que tenemos en Barcelona, en lo alto de Montjuïch, verse en ellas. El “Llangardeix de les plomes d’or” (Lagarto de las plumas de oro) es la pieza central de la exposición. En el World Trade Center, en el vestíbulo de la segunda planta, estaba el tapiz de la imagen, hecho con lana y cáñamo (cannabis sativa). “La manual alpargatera” (calle Avinyó, 7) hace gala de haber servido al papa Juan Pablo II durante varios años unas alpargatas de cáñamo, que son como las Manolo Blahnik de las alpargatas, porque el cáñamo es más fresco que el esparto o atocha (stipa tenacissima), una gramínea sin propiedades psicoactivas.
Me parece, siguiendo con Miró y sus tapices, que otro de los tapices que se expone en Mont-roig es el que donó al Hospital de la Creu Roja de Tarragona cuando curaron a su hija:
“Corría la noche de fin de año de 1966 y la única hija del artista sufrió un aparatoso accidente en la estación de tren del pueblo que casi le segó las piernas. El hospital de la Cruz Roja de Tarragona la salvó, pero no quiso cobrar al padre. El artista dijo que volvería con un cuadro para decorar el hospital. Miró no cumplió su palabra: se presentó con un tapiz. Fue la primera pieza de una herencia que terminaría creando un nuevo lenguaje artístico.” ("El País").
El Hospital de la Cruz Roja de Tarragona, no sé entonces, pero a pesar de que ahora podría formar parte del sistema público de salud, no es ahora propiamente un hospital de la red pública sino que está concertado. De todas maneras no es tan raro oír por ahí que le debemos la existencia de la sanidad pública al presidente socialista Felipe González Márquez, cuando resulta que mismamente la ley Seguro de enfermedad de 1942 ya tenía una cobertura que ya quisieran para sí muchos ciudadanos estadounidenses. Es curiosa esta ley, al lado de las que se promulgan en la actualidad, mucho más prolijas, densas, complejas y cuyas exposiciones de motivos ya son inextricables para alguien no avezado con el lenguaje jurídico. Más bien el asunto de ningunear el seguro de 1942 sería una inexactitud de pillines pero que acaba cuajando, como la del Trivial Pursuit, que daba por buena una respuesta por la cual el “Twinkle twinkle Little star” era de Mozart, cuando en realidad lo que ocurre es que Mozart escribió 12 variaciones sobre el original francés de 1761 (“Ah, vous dirais-je, maman”) cuya letra es un poema inglés publicado el 1806. Por mucho que se repita que “Twinkle twinkle Little star” es de Mozart, no es de Mozart. Por mucho que se ningunee la ley de 1942 y su desarrollo, existió y la asistencia sanitaria no es una innovación de Felipe González.
El caso, decíamos, es que Joan Miró regaló un tapiz al Hospital de la Cruz Roja y por lo tanto esa obra se reviste de un valor añadido, como lo tiene la Gran Misa K427 que Mozart (otra vez) compuso como voto por su matrimonio con Constanze Weber. Se dice que Constanze cantó como soprano solista en el estreno. El Kyrie, entre otras partes. Una con Mozart no sabe a qué atenerse, porque creo que le oí una vez decir a Ainhoa Arteta que para cantar una ópera de Mozart las sopranos tenían que meterse entre pecho y espalda un Redbull. ¿Sería Ainhoa Arteta quien lo dijo? En cualquier caso era una soprano española. Ahora dudo. Bueno, ahora y siempre. Y sin embargo yo también le he oído decir a expertos y grandes aficionados a la ópera que las sopranos de Mozart cantan mucho pero son arias de poca dificultad técnica. Aunque he oído decir que Montserrat Caballé hacía cosa de 100 abdominales diarios, también he oído decir que no, que eran 1000. Así que en esto de las sopranos, como en otros ámbitos, no sabe una a qué atenerse porque de 100 a 1000 abdominales va mucho. Es una barbaridad, pero una se ve hasta capaz –con el entrenamiento debido y motivación- de realizar 100 abdominales. 1000 no. Si bien lo de la dificultad técnica de cantar Mozart puede ser una cuestión de matices y puntualizaciones para iniciados o incluso para expertos, lo del número de abdominales no lo es de ninguna manera.
Los listillos son gente tramposa que se mueve al filo de la inexactitud y son picarones que van a arañar o pellizcar –según sea su naturaleza elemental- algún provecho que no por pequeño o despreciable debamos desdeñar. El listillo de nuestra fauna ibérica tiene la habilidad del camouflage y de convertir, como los timadores y los abusones, a sus víctimas en sus cómplices, todo porque saben despertar una cierta simpatía, admiración o las dos cosas a la vez. Los enterados, a diferencia de los listillos, no sacan nada con su habilidad, aparte de despertar la simpatía y la admiración propias suyas, las que se despiertan a sí mismos. Al listillo pues lo delata su picardía, su cosa seductora, mientras que al enterado lo delata el desparpajo y lo que coloquialmente llamamos “ir de sobrado”. No sé si los tipos del listillo y del enterado son reconocibles para todos los hispanohablantes, pero creo que de la misma manera que el león africano tiene su equivalente en el tigre asiático y en el jaguar americano, también nuestra fauna ibérica o parecida se dará en otras latitudes.
El sabihondo o sabiondo, que de las dos maneras se admite, como el sabelotodo se caracteriza por sufrir con paciencia ejemplar y con gran naturalidad la inferioridad de sus congéneres y la superioridad con la que la naturaleza le ha adornado. A medio camino entre el enterado y el sabelotodo presuntuoso tenemos a los que prodigan sus opiniones, consejos y análisis sin que nadie los requiera. Los malos consejeros pueden llegar a hacerse pesados y además pueden llegar a ser para los incautos tan nocivos como los listillos abusadores, sólo que no se benefician de los errores a los que inducen y por lo tanto su falta queda diluida en un limbo, el limbo de los opiniólogos. No me refiero a consejos como “tomátelo con calma” o “ni se te ocurra ir a la peluquería esa”, me refiero a orientaciones fatales como pueden ser la elección de una carrera universitaria, una inversión, un divorcio, qué sé yo. Quien más quien menos todos conocemos casos patológicos de pepitos grillos inveterados (curiosamente, o no, Pepito Grillo pertenece a Pinocho, el cuento sobre el niño que no puede dejar de mentir), y también conocemos para nuestro fastidio gurús vocacionales y mentores espontáneos que nos salen en algunos trances sin buscarlos. La cosa fea de la superioridad adopta en ocasiones apariencia de buenismo y se cuela por algunos intersticios que las bellas letras dejan a las novelas de tesis o edificantes, y a otros subgéneros de los que lo mejor que se puede decir es que son gramaticalmente correctos (oh el rigor) y que tienen un cierto interés sociológico porque representan un sector de cuajada nitidez percentual en el queso de las tendencias y los estilos de vida.
La cosa paternalista y de las relaciones desiguales, etcétera, debe de ser un impulso muy arraigado porque ahora que recuerdo en mi niñez siempre había alguna niña que te decía, “ahora vas tú y abres la puerta (no había ninguna puerta, claro) y te vas y luego vienes y me compras patatas (eran unas piedras)”. Claro que siempre había alguien que decía “yo no quiero hacer de caballo otra vez” o “¿por qué no jugamos a las princesas?”. En fin, todo esto para decir que me gustan mucho las obras de Joan Miró, con sus lagartos y sus pájaros y sus soles, con las cosas como son y sin nada que diga cómo deben ser.
Goizian argi hastian, ene leiho-hegian
txori bat pausatzen da eta goratik hasten kantan.
Txori eijera, hain alegera, entzuten haidanian,
ene bihotzeko tristura laister duak aidian.
Ene txoririk maitena, zertaz jin hiz ni gana
Iratzarrazi nialarik ametsik eijerrena.
Jinik hain goizik, uste hiena baniala hanitx pena?
Ez, ez, habil kontsolatzera malerusago dena.
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Con la primera luz de la mañana un pájaro se ha posado sobre el alféizar de mi ventana y ha comenzado a cantar fuerte. Hermoso pájaro, tan alegre, cuando te escucho se desvanece la tristeza de mi corazón.
El más querido de mis pájaros, ¿a qué has venido hoy? El sueño más hermoso tenía, cuando me has despertado. ¿Creías que viniendo tan temprano se iría toda la pena? No, no, anda a consolar a alguien que tenga más penas que yo.
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Early in the morning, as dawn breaks, a bird settles at my window and with its singing, it relieves me of my sorrows. Why did you come today? Is it perhaps you though I felt sad? Better go and comfort someone who is more sorrowful than me.

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