9.10.09

Política y "planética"



Trazado en el centro de una señal de tráfico de la Calle Ferran en Barcelona

Pasan n'aquesta vida
cousiñas tan estrañas,
tan raros feitos vénse
neste mundo de trampa;
tantos milagros vellos,
tan novas insinanzas,
e tan revoltos allos
con nome de ensaladas,
que non che digo nada...
¡Pero vaia!

Rosalía de Castro


La señal de tráfico de la Calle Ferran o Fernando está en la verja de un pasaje cerrado al tráfico, pero que al parecer no estará tan cerrado al tráfico cuando han puesto tal señal. Como ahora me ha dado por el Photoshop, he quitado de la imagen el marco rojo y hasta un adhesivo característico de la compañía Vueling. Últimamente ahora todo lo veo un poco como a través de Photoshop pero, como todo, este efecto es pasajero. Espero. Como ya he dicho otras veces, igual que hay gente que dice que es de Letras para justificar que no sabe hacer una división o formular químicamente, yo digo que soy de oídos más que de ojos. Soy más de Eco que de Narciso.
Esta imagen lunar me ha parecido adecuada para el post de la ocasión que pretende ser una relectura de Cuando morir sea una fiesta: contramanifiesto para el tercer milenio, de Enric Boada (Barcelona : Icaria, 1997). Aunque el libro lo conseguí hace bien poco y fue un regalo en todos los sentidos de la palabra "regalo", ya hace tiempo que es difícil de encontrar. Y por lo tanto resulta alternativo, aunque insuficiente,  recurrir a un fragmento que está en internet.
En el principio del contramanifiesto se nos invita precisamente a una visión muy poderosa que sirve para situarnos:
"Hasta hace unos pocos años la humanidad no había podido ver el planeta Tierra, el planeta azul y blanco, desde el espacio exterior. Desde allí aparecía como la gran nave espacial en la que viajamos todos y esta analogía de la nave ayudó a comprender que también la Tierra podía tener un máximo de viajeros, unas provisiones limitadas y unas normas de seguridad.
Poco a poco, la imagen del planeta se fue convirtiendo en el gran mandala para la nueva era que podíamos iniciar, si queríamos. Mandala como representación simbólica que permite meditar en la interconexión de lo que antes aparecía como caos y complejidad inabarcable.
Un mandala en continuo cambio y movimiento desde hace 4.500 millones de años, que hay que contemplar sin punto de vista fijo, desde todas las perspectivas. Tenemos que estudiarlo, compenetrarnos con él, interiorizarlo hasta que esté continua e inconscientemente presente en nosotros para mirarlo todo desde ese ojo con el que algunas tradiciones simbolizaron la mirada de la divinidad."

Tuve la oportunidad de conocer a Enric Boada recientemente, con motivo de unos talleres que se hicieron en su centro "Estar bé" para la celebración de sus primeros 25 años de trayectoria. Aunque las biografías que se suelen poner en las solapas de los libros me parecen criminales al lado de lo que servidora es capaz de perpetrar con el Photoshop y de lo que Celestina hacía a orillas del Pisuerga para rehabilitar hímenes, la que se da de Enric Boada en Cuando morir sea una fiesta dice mucho del autor y lo dice sin sesgo alguno:
"Enric Boada nació en 1931 a orillas del Mediterráneo en la ciudad de Barcelona. Inició estudios de derecho, de lengua y civilización árabes, de ciencias políticas y de dirección de empresas, en universidades e España, Líbano, Francia e Inglaterra. Fue piloto militar en Marruecos. Caminó cientos de kilómetros en caravana con los nómadas del Sáhara argelino. Vivió en monasterios y en soledad eremítica. Trabajó con los refugiados palestinos y visitó los kibutzim de Israel. Participó en España en la lucha política clandestina. Ha traducido libros y realizado encuestas en el campo de la comunicación. Durante diez años fue alto ejecutivo de una multinacional y promotor y asesor de una escuela de diseño. Después renunció a su puesto y participó en ensayos de vida comunitaria alternativa. Actualmente, desde hace años, contribuye a la difusión del yoga y del zen".
He transcrito íntegramente el texto no sólo porque por sí solo ya tiene interés, sino también porque entonces la visión del mandala planético me parece que queda más "definida y contrastada", como diríamos en Photoshop. Y es que servidora es de la opinión de que hay en la política muchos políticos cuya visión de la realidad es muy limitada en "contraste" con su autopercepción de la capacidad propia para transformarla. Claro está que Enric Boada podría ser viejo, como ya empieza a serlo, sin necesidad de ser antiguo, podría tener muchísimas experiencias, pero su visión podría ser errónea y su bagaje inservible más que como ejemplo de una vida. También podría tener muchas ideas, pero todas prestadas, todas tomadas del acerbo que como un supermercado nos ofrece un corpus cultural -sea occidental, sea oriental- que se comporta como los  bienes de consumo. Los pobres bienes de consumo. De hecho, llama la atención que en el contramanifiesto se cita entero un clásico carmelitano ("Para venir a lo que no eres has de ir por donde no eres", "Para venir a tenerlo todo, no hay que querer tener algo en nada", etcétera) sin que se nos señale que pertenece a Juan de la Cruz y a su Subida. Y lo que pasa es que precisamente Boada pone en práctica no sólo lo que transmite con esas frases sino las que viene de proponer para las fases/frases del progreso de la humanidad (y del planeta), que arrancan de la tradición judía:
Todo lo mío, mío - Todo lo tuyo, mío
Todo lo mío, mío - Todo lo tuyo, tuyo
Todo lo mío, tuyo - Todo lo tuyo, mío
Todo lo mío, tuyo - Todo lo tuyo, tuyo

Se pensará que todo esto es un galimatías y una forma de sistematizar lo que no hay manera de sistematizar. Me temo que algo de eso hay si nos quedamos ahí, en las formas. El "nivel" 4 ("Todo lo mío, tuyo - Todo lo tuyo, tuyo"), surge de la visión lúcida de la impermanencia de todo y de la interconexión de todo. "Externamente es la práctica y expresión continuas de la no posesión, internamente es la práctica y vivencia continuas de la no identidad":
"Sabiendo que el sufrimiento deriva del apegarse, del aferrarse, del cerrarse, del instalarse, del estancarse, del creerse y quererse separado de los demás y lo demás, es absurdo que a estas alturas mantengamos el sueño retrógrado de un mundo basado, precisamente, en la apropiación, en a propiedad privada incluso de las personas; algo que, al tiempo que priva a los otros de "lo nuestro", nos priva a nosotros de todos y todo lo demás".
Por eso Enric Boada propone el paso de la política (del gr. polis, "ciudad") a la planética. Como es natural, el autor presenta medidas muy concretas:
*Una retirada estratégica de las zonas expuestas con regularidad a terremotos, erupciones volcánicas, huracanes, inundaciones, sequías y otros desastres previsibles.
*Una población en cada zona suficientemente reducida para que sea posible reciclar todo por procesos naturales o tecnologías suaves, y permitir migraciones en caso de cambios climáticos importantes y otras posibles catástrofes.
*Unos asentamientos humanos autosuficientes situados sólo donde se encuentra lo necesario para la vida: agua, tierra fértil, sol suficiente, clima favorable y demás, y así no tener que importar energía adicional para suplirlos.
*Un consumo humano basado únicamente en lo renovable, recuperable y reciclable, tratando la Tierra, no como una propiedad heredada de los antepasados, sino como cedida temporalmente en usufructo por los descendientes.
*Una circulación de los humanos, en lugar de una circulación de las cosas, de modo que todos puedan recorrer la Tierra a lo largo de su vida, y rotar también en las diversas actividades y responsabilidades de cada comunidad del itinerario; una hábil combinación de nomadismo y sedentarismo, para evitar caer de nuevo en el empobrecimiento que produce la identificación territorial, racial, laboral, cultural y religiosa.
*Una procreación humana fruto de un consenso comunitario que favorezca la diversidad genética, asegure un status privilegiado a las embarazadas y garantice al máximo la calidad de vida prenatal, perinatal y postnatal, tan determinante en nuestra especie.

Superada pues la idea del catastrofismo (sea el quejicoso, sea el protestatario), la idea (que no ideología) consecuente es que otro mundo es posible y Enric Boada razona cuales son los caminos que hay que abandonar y cuales hay que adoptar. Para mí la cuestión más atractiva y convincente es la de que nadie queda excluído (después de haberse aclarado, eso sí, que tanto la natalidad como la mortalidad han de ser conscientes y voluntarias).

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