7.12.09

La buena educación


"El supremo arte de la guerra es vencer el enemigo sin luchar".
Sun Tzu

A Ángeles Sanfiz

Hace una barbaridad de tiempo, en el post titulado "Killer Samurai Sudoku" hicimos una glosa a un exemplum de El Conde Lucanor:
"Este buen hombre y su hijo eran labradores y vivían cerca de una villa. Un día de mercado dijo el padre que irían los dos allí para comprar algunas cosas que necesitaban, y acordaron llevar una bestia para traer la carga. Y camino del mercado, yendo los dos a pie y la bestia sin carga alguna, se encontraron con unos hombres que ya volvían. Cuando, después de los saludos habituales, se separaron unos de otros, los que volvían empezaron a decir entre ellos que no les parecían muy juiciosos ni el padre ni el hijo, pues los dos caminaban a pie mientras la bestia iba sin peso alguno. El buen hombre, al oírlo, preguntó a su hijo qué le parecía lo que habían dicho aquellos hombres, contestándole el hijo que era verdad, porque, al ir el animal sin carga, no era muy sensato que ellos dos fueran a pie. Entonces el padre mandó a su hijo que subiese en la cabalgadura” (Biblioteca virtual Miguel de Cervantes)

Ignoro, en los dos sentidos de la palabra "ignorar", si este magnífico libro del siglo XIV sigue en los planes educativos de este país. Sé que en la secundaria sigue El árbol de la ciencia, cosa que -en mi modesta opinión- no me deja de sorprender, pero Don Juan Manuel igual ha sido sacrificado como lectura obligatoria hasta en las facultades de Filología Hispánica. Las jergas pedagógica y universitaria, que acuñan  a diestro y siniestro frases terribles como "lectura obligatoria", y otras peores que no deseo traer aquí, un día tendrá que ser meditada y evidenciada como se merece. Por el momento, hoy lo que nos interesa es recuperar el exemplum número 2 -que es como el Chanel 5 de los exempla- porque viene a cuento de lo complejo que es "tomar partido" en este mundo nuestro cada día cambiante y no siempre fácil.

Me doy cuenta de que cuando se tercia ver los más y los menos, los dimes y diretes y los puntos de vista de situaciones complejas, especialmente de las nuevas, que las personas humanas solemos precisamente descender al ejemplo. Es decir, días atrás, cuando servidora en un texto que podría ser cualquier cosa menos argumentativo ("Dentro y fuera"), puesto que era un mero divertimento, se refería a la "insiminación artificial" de un plumazo, defendiendo que era cuestión de dinero, podía haber movido un abanico de ejemplos a favor y en contra. De hecho todo puede ser defendido descendiendo al ejemplo, hasta la pena de muerte. Y no digamos si juramos por Snoopy o ponemos como ejemplo nuestra propia experiencia, incluso si es equivocada.
El exemplum de Don Juan Manuel en El Conde Lucanor nos habla del criterio. De seguir el criterio y la discreción (en el sentido de "sensatez para formar juicio y tacto para hablar u obrar" más que en el de "antojo o voluntad de alguien, sin tasa ni limitación"). También sirve el ejemplo como muestra de lo que puede dar de sí una situación por sencilla que sea. Por ejemplo, cuando ésta que aquí escribe va a una cafetería suele pedirse un cortado en su sexta acepción ("taza o vaso de café con algo de leche"). Mejor dicho, digo: "Me pondrá un cortado, por favor". Lo de sexta acepción lo digo acá. Sencillo, ¿verdad? La cosa se complica para los camareros y las camareras con las personas que piden "un cortado descafeinado de máquina con leche desnatada y sacarina", también llamado desde lo políticamente incorrecto "un maricón". O hay quien se pide "un cortado largo de café con poca leche y que sea natural, en vaso". Habrá que señalar además que por lo menos en Barcelona natural quiere decir "del tiempo", esto es "a temperatura ambiente". Si pido en mi pueblo un cortado me pondrían lo que aquí es un café con leche. Y sin embargo el "café con leche" de allí es algo enorme servido en un tazón  para lo que mis vías biliares no son suficientemente solventes. Pero no nos perdamos en las palabras. Simplemente acordémonos de que a veces le damos diferentes nombres a lo mismo y otras le llamamos lo mismo a cosas muy diferentes. Por ejemplo (y dále con los ejemplos): decirle a un laicista radical (que los hay) que un catecúmeno no es lo mismo que un miembro del Opus Dei o que los de la fraternidad del cordero inmolado y la santa llaga es como pretender meterle en la cabeza a un skin head que no es lo mismo un emo que un punky y un heavy que un mood. Para ellos todo es lo mismo. "La misma basura".

Ayer en la misa dominical había un tipo que a lo mejor se pensaba que estaba en una ceremonia presbiteriana o evangelista, porque iba comentando lo que en ella se decía y leía. Cosas como: "Él murió para que yo viviera". Para los que ignoran -en los dos sentidos de la palabra ignorar- lo que es una misa católica convencional, diremos que básicamente es un acto en el cual cada vez se produce la transubstanciación de Cristo y en el que de acuerdo con el calendario litúrgico se hacen una serie de lecturas sagradas y se confirman unas determinadas creencias que ahora no son al caso. El señor estaba a unos cuatro metros de mi banco e iba acompañado de una mujer que lo iba haciendo callar sin conseguirlo. Por el aspecto del señor servidora diría que tenía problemas o, si se quiere, dificultades con alguna o varias de las numerosas drogas  que están a nuestro alcance. Por lo menos con el tabaco y el alcohol. La verdad es que era bastante molesto seguir la misa y tener que oírlo continuamente. El cura, antes de la consagración, se puso nervioso, paró y dijo: "La misa no es obligatoria para nadie". Hizo una pausa de contención y a continuación dijo  un tanto severamente: "Es un acto sagrado". Nuestro amigo estaba ajeno a estas palabras, que resbalaban por su atención lo mismo que resbalaba la frase "Palabra de Dios" con que se subraya al final de la lectura de los Evangelios su divinidad. 

En resumen: el tipo nos jorobó la misa a algunas personas, pero también hay que decir que  no sé si el cura se dio cuenta de que el feligrés no estaba bien, que era un enfermo. Yo es que desde que, allá por los principios de los años 90, vi las imágenes de la avanzada degeneración visceral del cerebro de un alcohólico severo, no tengo ninguna duda de que es imposible que puedan razonar bien. Por lo tanto la situación había que manejarla inspirándose antes bien en la caridad cristiana o en cualquier virtud civil por el estilo. He puesto este ejemplo pero lo mismo podía poner el de una película proyectada en una sala de cine o el de una conferencia en una sala pública. Acudiendo a principios tan prestigiados como la solidaridad y  el bien común, y no tanto a lo "sagrado" de un evento, se dirá que es bueno para todos que en lugares así las personas reduzcan sus necesidades de comunicación al mínimo posible. Ayer, cuando ya se me estaban empezando a achicharrar las meninges (y sólo andábamos por la profesión de fe), se me ocurrió que ante estos casos de incontinencia verbal sólo hay como antídoto la presencia de otro incontinente verbal. Pero, claro, esto no suele ocurrir. Estadísticamente es improbable. Es más fácil que un rico entre en el reino de los cielos, encontrar una aguja en un pajar o que el famoso camello entre por el ojo de una aguja, que que se encuentren en una sala de cine dos pelmas que te joroben la película estereofónicamente, cada uno por su lado. Todo lo más, lo que puede ocurrir es que alguien se ponga a comer ruidosamente palomitas de maíz tostado y que dos filas más allá alguien ronque o ría sobrepasando los umbrales que estamos dispuestos a tolerar.

Diríase que esto de esperar que dos enemigos se aniquilen entre ellos se corresponde a la estrategia militar china número 3 ("Matar con un cuchillo prestado"), cuando hay 36 estrategias que se definen en 6 grandes grupos de situaciones:

1) Dominio de la superioridad;
2) Confrontación;
3) Ataque;
4) Confusión;
5) Ganar terreno, y
6) Situaciones desesperadas

Las 36 estrategias chinas son del dominio público, tanto como El arte de la guerra de Sun Tzu, así que cualquiera las tiene a su disposición. Junto con los exempla de Don Juan Manuel y las fábulas de Jorge Bucay, tenemos para nuestro uso y disfrute un arsenal al que echar mano. Una de mis estrategias chinas favoritas es la 11 ("Sacrificar el ciruelo por el melocotonero", esto es "hacer sacrificios parciales en aras de la victoria total, hacer concesiones para conseguir el objetivo principal") pero sé que no es bueno obstinarse en una estrategia porque perdemos versatilidad, nos anquilosamos y además, tácticamente hablando, nos hacemos vulnerables. En los casos desesperados, dice la famosa estrategia 36, hay que retirarse. Yo digo: Para los casos desesperados y difíciles es para los que está más que nunca la buena educación.

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