14.2.10

La venda de los ojos

Última secuencia de “Some like it hot” / “Con faldas y a lo loco” (Billy Wilder, 1959). Osgood y “Daphne”


Una máscara vino disparada hacia mí.
—¿Eres tú? — me preguntó misteriosamente.
—Yo soy —le respondí, seguro de no mentir.
—Conocí el dominó; pero esta noche es imposible; Paquita está ahí, mas el marido se ha empeñado en venir; no sabemos por dónde diantres ha encontrado billetes.
Mariano José de Larra, El mundo todo es máscaras. Todo el año es carnaval.
¨
Pasan naquesta vida
cousiñas tan estrañas,
tan raros feitos vense
neste mundo de trampa;
tantos milagres vellos,
tan novas ensinanzas,
e tan revoltos allos
con nome de ensaladas,
que non che digo nada…
Pero vaia!
Rosalía de Castro, Cantares galegos

sí como esta semana pasada decía que no incluía en mi blogroll las bitácoras de autores pseudónimos que además son corales, como si las dos razones se reforzaran entre sí y a mí en mi desagrado, también puedo decir que “Con faldas y a lo loco” es una película que está entre mis preferidas por lo que vale, evidentemente, pero también porque está dirigida por Billy Wilder, porque los tres actores principales (Tony Curtis, Jack Lemmon y Marilyn Monroe) me gustan mucho, y porque es una vuelta de tuerca más a la tradición del travestismo en las comedias de enredo (La fierecilla domada). Esa coincidencia de factores que además se potencian entre sí creo que se denomina “sinergia”.
En el urdimbre del guion y su peripecia  aparecen escenas memorables: unos mafiosos de Chicago que celebran una convención de amigos de la ópera (¿de qué tratarán entonces las reuniones marginales de la ONU o de otras organizaciones?) , o una escena en la playa con las chicas de la banda de mujeres jugando a pelota. U otra de las mismas chicas en el tren, en la litera de Jack Lemmon, como “Daphne”,  todas  con él preparándose un combinado de bourbon en plena ley seca, en una bolsa de las de agua caliente.  Toda una fantasía sexual. Y no la bolsa de agua caliente.
También es una gran escena la del encuentro de Tony Curtis con Marilyn Monroe en el yate de Osgood. Ahí el guion en vez de ir al clásico “al fin solos” lúbrico o a un “aquí te pillo, aquí te mato” y al no menos común “usar y tirar”, que es a lo que estaba acostumbrada Marilyn Monroe-Sugar Kane Kowalczyk (*), tiene la grandeza y el encanto de discurrir por otro recurso teatral: el de que “Junior” le hace creer a Sugar que tiene un trauma y es “frígido”. Esa palabra por regla general se utiliza para ciertas mujeres y sin embargo coloca a Sugar en el  tris de tener que emplearse a fondo. Recurre a la musiquilla de gramófono, al champagne y a la penumbra. Maravillosa penumbra. Y por supuesto a unos cuantos besos con los que poco a poco consigue derretir o disipar el trauma del supuesto millonario. Mientras  en La fierecilla domada Catalina es arisca y Petruchio  es estratégicamente grosero, aquí encontramos que Junior “seduce” a Sugar con una honda apatía nada frecuente en el sexo fuerte. La penumbra es algo por cierto que no parece existir en Facebook, donde todo está iluminado como en un supermercado o en una oficina, con aquella luz cenital de fluorescentes que lo iluminan todo por un igual y evitan las sombras. El invento, que en su origen tenía que servir para comunicar a los miembros del campus de Harvard, cada vez se parece más -al menos hasta donde yo conozco- al sitio ideal donde uno podría vender la matraca de la  lotería del final de curso del colegio de los niños, o cosas así, de compromiso, si no fuera tan virtual.
Una secuencia brevísima de “Con faldas y a lo loco” está en la famosa escena de Osgood y “Daphne” bailando un tango un poco aflamencado, en el hotel de la convención de mafiosos. Ya está todo recogido y parece que bailan en el jardín, no en el salón. La secuencia muestra la orquesta tocando con los ojos vendados. Es llamativo, por su brevedad y porque tal vez es una prueba de la discreción de la orquesta que se ha quedado con la pareja a solas, y no una prueba de su maestría. Excluyo significados masónicos. Recordamos el cliché de Mozart tocando el piano a los 3 años con los ojos vendados, sin embargo. O el pianista de “Eyes wide shut”/”Ojos abiertos de par en par” (Stanley Kubrick, 1999). Los músicos tocando con los ojos vendados es una secuencia brevísima, como aquella de “Katyń” (Andrzej Wajda, 2007), en la que se nos muestra casi en un parpadeo la relación que hay entre esa historia y la de la obra clásica de Antígona. La venda de los ojos no obstante  ha quedado relegada a los secuestrados y los torturados. Apenas hay quien sabe que la alegoría de la Justicia la representa con los ojos vendados para mostrar su ecuanimidad y objetividad, su no sujeción a lo aparente. A veces podemos creer pero no confiar. Por el contrario, con respecto a la Justicia, casi todo el mundo sabrá que Cupido se representa en el imaginario popular con los ojos vendados porque el amor simplemente es ciego. Discapacitado visual.
En nuestra época el Carnaval está bastante adulterado y ya no digamos el antifaz, cuyo terreno ha sido invadido por las gafas de Gucci que se ponen las cantantes cuando se quedan viudas para que las dejen en paz, por las Rayban de los policías de las películas estadounidenses de la América profunda y por las de los conductores de autobús, con las que lejos de imponer una imagen aerodinámica y como de controlar la situación parecen moscas de ojos compuestos y abultados abdómenes. Ya  parece imposible sí que la gente use el anonimato que confieren la máscara o  el antifaz o el de los productos de la web 2.0 con elegancia. Para ponerse un antifaz o usar un pseudónimo no hay que ser el Zorro o Milady de Winter, que eso sería pedir mucho, pero sí que hay que tener -en mi modesta opinión- una cierta gallardía. La misma que hay que tener cuando no queremos callar pero no podemos hablar. O hablamos o callamos, pero todo no puede ser. “Nadie es perfecto”.
Por todo ello, es providencial o sino será sinérgico que este año  la celebración de  San Valentín o Día de los Enamorados y Carnaval hayan coincidido, dado que el enamoramiento es la suprema mentira. Mientras esto escribo me voy cambiando mensajes en el Gmail —sin el carajo del Buzz— con una amiga que está elaborando el texto de un proyecto de investigación y que ya lleva en el ajo el tiempo suficiente para saber la mucha imaginación que le tiene que poner —más que la que hay en los talleres literarios del Ateneu Barcelonès, por supuesto— y eso contando además con lo desmemoriados que tienen que ser los evaluadores que se leen los proyectos.

TRACK DE REGALO: The masquerade (The Carpenters)

(*) En lo que llevamos de *ALFB ya llevamos una  Kowalczyc y dos Kowalskis (Marlon Brando en “A streetcar named desire”, Elia Kazan, 1951, y Clint Eastwood en “Grand Torino”, 2008). Se están ganando un post.

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