16.2.10

Post 395: Sine nomine

Las tentaciones de San Antonio (H. Bosch, ca. 1515)

omo complemento al post previo titulado "El caso del clavicordio", pero sin querer agotar el tema, cosa que sería (además de imposible) kafkiana, hay que proseguir con la fauna y la flora de la administración pública. Creo que cuando Laila me sugería qie "hablara de todo" y que no me limitara a tratar sobre los comisionistas, los tarugos, los que roban, los que no pegan golpe y se pasan el día en el bar o en los pasillos o al teléfono, lo que me estaba sugeriendo es que hablara también del clientelismo, del ostracismo malicioso, el mobbing o movienda y otras perlas que el funcionariado conoce.

Para ir situando el tema, tendré primero que prevenir contra una falsedad o inexactitud que circula incluso entre gente que se supone bien informada ante los demás y por los demás. Hoy mismo, esta mañana, he oído en una tertulia radiofónica cómo un periodista -que goza de mucho prestigio y al que creo que se le tiene más temor que respeto o afecto- afirmaba, como en medio de una inspiración fulminante, que Josep Montilla estaba en la "cúspide de su carrera funcionarial". El actual presidente de la Generalitat de Catalunya es, como muy bien dice la Wikipedia, un "político español". No es un funcionario.

La carrera "no funcionarial" sino "política" de Josep Montilla no tiene ninguna particularidad puesto que como él hay muchísimos políticos que han tenido acceso a puestos de responsabilidad y hasta de planificación sin apenas poseer una formación ni universitaria, ni empresarial ni de ningún tipo. Antes de seguir adelante quiero hacer constar que no creo que una carrera universitaria habilite per se para desarrollar las funciones de un cargo. Per se no. También quiero hacer constar la sospecha de que tal vez el prestigioso periodista ha querido deslizar emponzoñadamente la guasa de que Montilla es mediocre y -como se suele decir- un "bien mandado". Alguien gris y servil. Será, pero un funcionario propiamente dicho no lo es. Para ser funcionario hay que participar en unas oposiciones y superar unas pruebas a veces inhumanas que son públicas de cabo a rabo. En la administración pública hay personal laboral (poco, la verdad), personal funcionarial que ha superado bien unas oposiciones o varias, y políticos. A los funcionarios se les puede expedientar y hasta sancionar, pero es raro que pierdan su plaza "en propiedad".

En los últimos años en la administración pública se va notando, "eso sí", como diría Anne Igartiburu, que los puestos "a dedo" o políticos son cada vez más numerosos y hasta van "blindados". Se blindan en periodo electoral. Pactos. Amigos de diferentes sectores de la administración me comentan además que se observa cada vez más que cada vez esos cargos políticos "bajan" o descienden más en el organigrama. Es decir, cada vez llegan más nombramientos políticos a cargos que antes eran técnicos y que por lo tanto se confiaban a funcionarios que habían hecho su carrera en la función pública. Como en todo ecosistema más o menos natural esa alteración de las condiciones repercute, válgase la redundancia, en el funcionamiento normal. Y el panorama queda bastante enrarecido por los favores debidos, la disciplina de partido, las estrategias de poder, la distribución de las partidas presupuestarias, pactos de sectorialización y -si cambiamos de tercio fenomenológico- por viejos rencores y animadversiones, vulgo "envidia". Que valores como la jerarquia se vean distorsionados por la estabilidad y la inestabilidad laboral, da mucho de sí. Un asquirri total. Con todo ello no me vengo a referir a que los señores que están en la "cúspide de la carrera funcionarial" deban favores, o cumplan servilmente la disciplina que le marca el partido, o que sigan estrategias de mando, ataque y derribo o que se distribuyan arbitrariamente las partidas presupuestarias, los "pufos" arreglados, las subvenciones, etc. No, no, lo que quiero decir es que los funcionarios que han hecho sus oposiciones y han superado los procedimientos de selección públicos se ven a merced de una parte de la fauna civil que no siempre es la mejor, o la más preparada, o la más autorizada. Incluso alguno hay que tiene, perdóneseme la zafiedad, un cojón hipotecado.

Entonces, dicho esto, y obviado el tema del clientelismo (repugnante donde los haya), tal vez no hará falta explicar por qué hay mobbing o el ostracismo de toda la vida, por qué a quien tuviera ganas de trabajar se las quitarán. O bien se apropiarán de su trabajo, cosa que no se me negará que está a la altura del tríptico infernal de El Bosco o un sueño de Quevedo.

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La letra capital reproduce el martirio de San Lorenzo en una parrilla. Pertenece a un gradual dominico italiano del siglo XV y se encuentra en el Victoria & Albert Museum de Londres (MSL.1963/3691)


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