2.8.10

Las vueltas de la vida



No hacía ni dos temporadas que Ray-ban había relanzado el modelo de gafas de sol Aviator cuando volvió a sacar las Wayfarer y este año las Clubmaster. Uno de lo numerosos blogs de moda cuenta que este modelo de gafas lo usaron Malcolm X y Katherine Hepburn. Es tan raro ver a Malcolm X sin gafas como ver por ahí alguna foto de la Hepburn con. De hecho se suele decir que consiguió que el finado Michael Jackson se quitara las suyas cuando lo invitó a su casa, según se explica en la biografía que escribió A. S. Berg, puesto que era bueno para sus ojos y porque los ojos son las “ventanas del alma”. Le dio coliflor. Tal vez el post sobre las gafas que ahora son tan cool se refería más bien a Audrey Hepburn,  y a las Clubmaster ovales, que no se han revivido, porque verdaderamente es que a Katherine Hepburn no recuerdo haberla visto con gafas ni siendo ya anciana.

En la única autobiografía que conozco de Katherine Hepburn, Little me, recuerda el suicidio de su hermano, con 14 años:

“The facts were as follows. Next morning I went upstairs to wake him up. There he was -next to the bed- his knees bent- hanged by a torn piece of sheeting. It was a tied to a rafter. He was dead. Strangled.
It made no sense.
In a state of numb shock I cut him down and laid him on the bed.

Tom was dead. He was just plain dead.

Yes. I touched him. Cold. He was dead”.

Más adelante leemos:

“In football games or baseball, the teams that came from the North were very aware of the Southern attitude toward the Negro. And felt that the Virginians -Dad was a Virginian- were cruel and felt superior to the blacks. As a means of irritating these Northerners, the Virginians trained several blacks to pretend they were being hanged. Dad was an expert at this. It was holding his neck in a certain position -a trick- that prevented the noose from cutting off his wind.

Dangerous sport. Could it be that Tom was practicing this and using sheeting instead or rope- the noose was slippery and he could not control it? Dad felt this was a reasonable possibility. And how this must have tortured Dad, but we never talked about it.”

Es decir, que el hermano se colgó y que no supieron si se suicidó o si hizo algo que habría visto hacer varias veces a su padre, virginiano, para escandalizar a los “de la Unión” haciéndoles creer que aún ahorcaban a señores negros. Cuando nació Katherine Hepburn hacía 42 años que había acabado la Guerra de Secesión, si es que las guerras se acaban algún día.

Todo esto lo digo por las Ray-Ban Clubmaster de Malcolm X. Si lo definiéramos o clasificáramos como activista por los derechos de los negros nos quedaríamos cortos. Y también lo digo porque la película homónima (Spike Lee, 1992) ha creado la confusión por estas latitudes  —y ya no digamos en los blogs sobre estilo, moda y tendencias— de que quien llevaba las Ray-Ban Clubmaster era Denzel Washington y no Malcolm X. Estas cuestiones, que no son de detalle baladí, y que solo cuando se ven a 3000 o 4000 años de distancia, son disculpables, son las que me traen al centro del post: las vueltas de la vida.

Las comedias de errores clásicas se quedaron más que cortas con tanta ensalada mediática que hay montada en el circo preelectoral con Leire Pajín haciendo como de Hipatia con síndrome premenstrual y el Molt Honorable Josep Montilla con un conflicto cada vez más severo de identidad.
Zapatera a mis zapatos, vuelvo al proceloso tema de las vueltas de la vida y de la fortuna. Me compré este año unas Ray-Ban Clubmaster de montura negra y vidrios verde botella, hechas en Italia. Las vintage son mejores que las auténticas, claro, porque son más ligeras. Pero también se pueden encontrar por ahí subastas de gafas Clubmaster verdaderas, no de la época en que  Denzel Washington hizo “Malcolm X” sino de la época de Malcolm X. Sospecho no obstante que los expertos de imagen desaconsejarán usar unas gafas genuinas, que lo cool es usarlas de factura moderna. Intentaría desentrañar ese lío, ya que la moda ya sabemos que va volviendo a poner en boga o en vogue, aquello que ya disfrutó de un momento álgido, pero es inextricable. Nunca se sabe que es lo que más conviene al consumo.
 
Creo decididamente que la alegoría de la Fortuna que más me gusta es la de Dossi, que está sobre una burbuja en vez de sobre el típico globo. La cornucopia es preciosa, también. No sé qué dirán los expertos en alegorías, pero casi siempre que hay una figura de una mujer con una rodilla doblada hay una especie de aceptación de la dualidad de la suerte. Estoy pensando en “La estrella” del Tarot, mi arcano preferido.
Hace muuuuchos años, cuando estudiaba para bibliotecaria, teníamos una asignatura de Catalán y en un examen que habíamos hecho dejé de poner el acento de la i en la palabra París. Por culpa de ese acento me bajaba la media de todo el curso y cuando digo “de todo el curso” digo de todo el curso con todas las asignaturas. Así que al acabar la clase me dirigí a la profesora y le dije que yo sabía que París va con acento en la i, y  no sé qué más le dije.  Que me parta un rayo si me acuerdo. A la escena acudieron tres alumnas más. El ambiente entonces era muy familiar. Entonces la profesora me dijo que jurara por el Pompeu Fabra -que fue el autor de la primera gramática moderna catalana (1912)- que nunca más volvería a escribir París sin acento. Les aseguro que la gente que precisamente es capaz de decir estas ridiculeces y otras están continuamente criticando el famoso prólogo de Nebrija y aquello de “la lengua compañera del imperio” y otras frases que hay que apreciarlas en perspectiva.

Como una es muy susceptible a que la traten como a una niña pequeña (por decir algo), entre que yo ya tenía unos 20 años y que no juro,  le dije que yo no juraba “ni por el Pompeu Fabra ni por la Biblia”. Todo esto para explicarles que mis compañeras corrieron a minimizar lo que yo había ya sentenciado. Una de ellas, la que -oh Fortuna- luego ha sido la Directora de las bibliotecas de la Universitat Pompeu Fabra (!), Mercè Cabo, fue la que más defendió lo oportuna que era la prenda. Mientras, me guiñaba un ojo. Otra colega se esmeraba en quitarle hierro al asunto porque me conocía, se había sentado delante mío durante tres años, y sabía que por allí no me iban a llevar a las fuentes prístinas de la ortografía normativa ni a ninguna parte. Ésta, Glòria Pérez-Salmerón, ha sido nombrada recientemente subdirectora de la Biblioteca Nacional. Que me alegro. Y no ha sido nombrada Directora porque ese cargo lo han eliminado por decretazo de los viernes para ahorrar.

Hasta ayer  pues no até “cabitos”, no vi… ¿”cerrarse”? la escena, en esa burbuja que hace que los refinamientos del destino cobren un cierto (no mucho) sentido y que nos hacen percibir el pasado con claridad. Por no decir que lo había olvidado, pero estaba ahí, esperando que el círculo se cerrara.


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