18.4.08

Donde dije digo

Rosetón de Josep Mª Jujol en la Sala Hipóstila del Parc Güell de Gaudí (Barcelona)
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Creo que una de las mejores novelas que se han escrito es Madame Bovary, a pesar de que era casi tan tonta como Lady Diana Spencer, que ya era. Lo malo de esta clase de tontas no es que sean tontas sino que le crean verdaderos problemas al resto de los personajes y de sus maridos, amantes y amigos. Por lo tanto, para mí, el disfrute de la rotunda perfección y le mot juste de la novela de Flaubert se ven contrariados por el desagrado que me proporcionan el porfiado descontento de Emma y sus ridículas fantasías.

En el Dictionnaire international des termes littéraires hallamos la definición del bovarismo en relación con la psicopatología. En realidad el término fue acuñado por Jules de Gaultier para referirse a las personas que se tienen por otras (mejores) a quienes en realidad son. Son individuos que se creen estar en una situación superior a su condición real. El descontento de Emma no es inconformismo, de la misma manera que tenemos que distinguir bien la distancia que va de una queja a una protesta. Hemos de ser precisos y no confundir inconformismo y bovarismo.

También, hace bastantes años, leí otra acepción de bovarismo que designaba a las personas que van iniciando actividades o aficiones o estudios y luego las abandonan. Para entendernos diríamos hoy: emprender el estudio de un idioma extranjero, apuntarse a natación, hacer una hora de ikebana o budismo zen, o lo que sea que esté de moda. Parece que el término ha caído en desuso, y sin embargo –si vamos más allá de las formas y de las apariencias- veríamos que el trastorno está en pleno vigor sea para designar un error en la autopercepción sea para designar la inconstancia y la superficialidad.

Retomo el post sobre las merdeufs y Corinne Maier. Ya había en una comedia de Moratín, no recuerdo ahora si en La comedia nueva o en El sí de las niñas, una escena en que una mujer afirmaba que la instrucción estaba reñida con la maternidad. El titular de la entrevista a Corinne Maier el viernes era: "Hay que elegir: o tienes un porvenir o tienes hijos". Estoy en bastante desacuerdo con los dos enunciados, aunque aceptaría que pueden ser planteamientos verdaderos en muchos casos concretos y en determinadas circunstancias.

Lo que me acerca a la portavoz de Women Child-Free es que lo que dice es un revulsivo contra la moderna mitificación o la mística de la paternidad y la maternidad natural o por adopción. Por otra parte, servidora y mucha gente estamos hasta las narices de que la maternidad o la paternidad sean un mérito o una excusa –por ejemplo para no estudiar o para no cuidar a los viejos de la familia- o una prueba de madurez o de solvencia. La Semana Grande de la Amniocentesis por la que pasan las embarazadas añosas, o la Primera Ecografía, tienen un gran parecido con las historias de la mili y otros trances iniciáticos. Todo ese entusiasmo sería comprensible si después no se viera empañado por costumbres como por ejemplo la de apostar al niño con un carro vacío cerca de la caja del supermercado (para ir llenando y luego tener ventaja en la cola). "No hay nada tan lindo como la familia unida" (la canción de Gabi, Fofo, Miliqui y Miliquito), no tendría que haber inspirado esas estrategias de abuso y derribo. Evidentemente, como le decía anteayer a V. G., no puedes reprender a un niño ante su padre ni a un padre ante su hijo. Además de que no está bien, sería inútil y contraproducente. Otro día trataremos el tema de la llegada del autobús escolar después de 4 días de esquí de montaña.

Sin querer agotar el tema, añadiría que no veo ninguna mortificación en ser una merdeuf o una maruja siempre y cuando una lo quiera ser. Nunca he entendido el desprestigio del trabajo doméstico, que incluye tanto la limpieza como la administración, la cocina, la enfermería, la costura, la educación y la enseñanza. El mundo del trabajo remunerado y ¿cualificado? tampoco es como para tirar cohetes. Servidora trabaja por dinero (no mucho, la verdad) y de paso me relaciono con gente con la que seguramente nunca me habría relacionado, cosa que no está ni bien ni mal. Está. Yo no soy de las que se quejan; yo protesto (una sola vez) y cumplo con lo que se supone que es mi función. No con todo, claro, porque las empresas ya se ocupan de darnos más trabajo del que podríamos hacer.

El año 2004, cuando Corinne Maier publicó en español su libro contra el trabajo Buenos días, pereza, hablaba de que iba a escribir otro sobre los intelectuales franceses. La variedad de los temas que acomete esta autora no es bobarismo o oportunismo, creo. A veces sospechamos de la especialización ya que incluso la postura más proba pierde crédito cuando se sostiene férreamente y no se abre a otras posibilidades y a otros diálogos. Yo es que no sirvo ni para feminista ni para machista.

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