17.10.07

"El fracaso" y otros nombres

“El fracaso” está en la calle Petrarca, en Barcelona. Es uno de los pocos establecimientos del barrio cuyo nombre me gusta. Cada vez van quedando menos comercios. Casi todos los negocios que se abren son bares –como es el caso de “El fracaso”- y cuando no lo son, son extensiones inpersonales de una cadena, o tiendas de chinos o de pakistaníes. Los pakistaníes no ponen letreros. Una vez fui al Raval a un “Mesón egipcio”. Ese nombre no está nada mal. Pero a mí la cocina me pareció libanesa. No hice preguntas. El “Asador patagónico” de Heron City promete. Si algún día tuviera algo que celebrar iría allí, aunque no me gusta la carne. No iré porque no tengo nada que celebrar, no porque no me gusta la carne. Ahora bien, ya puestos, prefiero “patagonio” a “patagónico”, por aquello del “babilonio” del cuplé de Mary Santpere, que en gloria esté.

“La comercial alpargatera” es un comercio casi singular, donde encontrar zapatillas de cáñamo. Le hacían las esparteñas a Juan Pa Wojtila, que en gloria esté. Sólo por el artículo, “La comercial alpargatera” ya parece asumir un algo ultramarino. Como “La sonora matancera”. Me gusta creer que uno de los numerosos músicos que pasaron por esta formación cubana, estuvo en la penúltima actuación de Celia Cruz en el Grec del año..., no sé, 1991 o 1992. No estoy segura, pero tenían que ser muy buenos músicos los que acompañaban a la cantante porque tenía ella, descanse en paz, un tempo muy voluble –debido a la carga de los años- y el matiz más bien errático tirando a forte y a presto. A presto smorzando. La Sonora Matancera te viene siendo como la Preservation Jazz Hall Band de Nueva Orleans (la Babilonia afrofrancoamericana), un septeto o un octeto en donde siempre hay algún nonagenario que toca como los ángeles cuando tocan para si).

Otra virtud que tiene “La comercial alpargatera” es que lo mismo es catalán que español. No sé si debo aclarar en “mi” propia bitácora que en la Facultad de Filología, los profesores del Departamento de Filología Hispánica, se refieren al español cuando hablan de una de las lenguas oficiales de España, mientras que el castellano es el sustrato histórico principal del español y, según y como, un dialecto. Matizando y, en otras palabras: yo no puedo hablar castellano porque lo conozco muy poco y lo que hablo y escribo y hasta lo que callo es lo que Agustín García Calvo denominaba “espofcón” (español oficial contemporáneo) remendando el “Rosalba Cavà” (rosellonés, alguerés, balear, catalàn, valenciano) de Salvador Espriu, d.e.p., en Les roques i el mar, el blau. Uno de los nombres que hasta hace poco se elegía para las niñas nacidas en Barcelona era “Marta” y se dice que se debía a que lo mismo pasaba por rosalbacavano que por espofcón. No sé, esto de las modas y los otros factores tiene su miga. Es fácil deducir la edad de una persona por su nombre.

Todo esto de elegir nombres que indistintamente puedan leerse en rosalvacavano, aranés, castellano, espofcón y patagonio es también un ardid. De hecho, según la Ley 1/1998, de 7 de enero, de política lingüística, las empresas y los establecimientos dedicados a la venta de productos o a la prestación de servicios que desarrollan su actividad en Cataluña, sin excepción, y aunque tengan los servicios organizados desde fuera, deben tener los rótulos fijos por lo menos en catalán (art. 32.3). Y para el que incumple la ley, hay una multa que no sé a cuanto asciende pero que debe ser claramente disuasoria para quien tenga veleidades rotuladoras. La política lingüística es eso, política.

Se dice que los dos nombres más socorridos para los bares y cafeterías es “Bar Avenida” y “Bar Plaza”. Como dije, mi nombre preferido de bar es “El fracaso”. La traducción (“El fracàs”) traiciona el aroma canallita y colillero, le quita su algo de dignidad. Al menos me resulta a mí así, por la misma razón por la que a Rimbaud la “a” le sugirió sinestésicamente el negro y la “i” el rojo. ¿O es que va a haber una política lingüística que también nos diga que la “a” nos debe sugerir el azul y la “i” el carmesí?

A los que las políticas lingüísticas nos ponen no en cián ni en marengo sino negros, nos gusta el último disco de Manu Chao, “La radiolina”. Con sus boleros multingües y arrabaleros, sus trompetas de banda borracha y de serafines que le tocan a la Virgen algo que está entre el pasodoble, Bollywood, Telemann y la pobre cabra equilibrista de los gitanos. La Virgen, Refugium pecatorum. Los gitanos, por cierto, llaman Undivé (también Devel) a Dios. Me mola Undivé.

Vengo del Templo de Salomón
traigo las leyes del faraón
me manda Undivé
con palabras que conserva la memoria
sobre la historia de la raza calé
ay no me dejes gitanito canastero
porque te quiero como nadie querré

Lo mismo que el Sol
lo mismo que el Sol
ay un lerele y un leré y un lerele
ay un lerele y un lerele y un lerá

Nunca te caiga la maldición
porque a los tuyos hagas traición
que arriba Undivé
está siempre vigilando la memoria
de tos los pobres de la raza calé
ay lo mismito que se funden los metales
en mi sentío se ha fundío un querer

Lo mismo que el Sol
lo mismo que el Sol
ay un lerele y un leré y un lerele
ay un lerele y un lerele y un lerá
(Cantada por Lola Flores, la Faraona)

Post registrado en SafeCreative: A la flor del berro (1) #1105179237451