21.8.07

Timoteo (Dumbo, 1941) y Rémy (Ratatuille, 2007)

En la imagen se ve a Ganesha, el señor de los obstáculos en el hinduismo, el hijo de Shiva con cabeza de elefante y con un ratón por montura. La iconografía de Ganesha se remonta a varios siglos antes de Jesús. Dumbo, de la factoría Walt Disney, fue estrenada el año 1941. A punto de volar, Dumbo confía en que es la pluma de un cuervo, la que le permitirá hacerlo y los consejos de Timoteo, el ratón amigo. 


Me detengo en esta pervivencia o coincidencia de Ganesha y Dumbo a través de los tiempos y las fronteras, y me intereso por el desnivel o “asimetría” que representa juntar un elefante y un ratón. El temor de los elefantes a los ratones no se ha dilucidado. La teoría más recurrente explica las dificultades de los elefantes para ver de cerca, como si la proximidad de los múridos les produjera más que pánico una zozobra tan desasosegadora como infundada. Otra teoría, ésta menos conocida y que no he podido contrastar, explica que los ratones gustan de comer el tejido adiposo que recubre las patas de los paquidermos, la grasa que amortigua el peso de estos animales colosales.

La historia de Ganesha y su ratón pudo llegar a Occidente en la Edad Media por la Escuela de los traductores de Toledo, en la incorporación de algunos cuentos del  Panchatantra a nuestro Calila e Dimna. Lo que sea.

Ya nos hemos acostumbrado a los ratones de Mortadelo en el percance de atrapáreseles el rabo bajo una silla o un peso descomunal. Una postal de Navidad de Ferrándiz sin su conejo o un gorrión en el ángulo inferior, parece que esté inacabada, vacía. Los dibujos animados están llenos de ejemplos como el de Timoteo.  La mitología pokemónica es equiparable en su variedad al plantel de santos hindús, unos 3000, cada uno con sus avatares y sus símbolos y catasterismos.

Rémy, la rata de Rataouille (2007), además de que es una rata (o de que no es un ratón), cosa que de entrada lleva añadida una cierta aversión o repugnancia, tiene un papel que no es el de desnivelador-nivelador. Lingüini está en una posición débil, como Dumbo, pero rápidamente vemos que no hay comparación posible. De alguna manera el papel de Rémy a veces nos resulta inverosímil de tanto realismo. La inverosimilitud está acentuada por el hecho de que se persigue un modelo nuevo de desnivel o asimetría que en vez de remediar homeopáticamente el desnivel de la realidad para que todo siga igual, añade un punto de desasosiego que debe de ser como lo que sienten los elefantes cuando ven o creen ver a un ratón. Que vaya al restaurante de Gusteau un inspección bromatológica amenaza las convenciones o las reglas de la ficción más que el hecho de que las ratas hablen y guisen. 

A pesar del desasosiego, algo bienvenido en esta bitácora, ¿para qué volver a oír siempre el mismo cuento, para qué saber que Dumbo siempre va a acabar volando? Valle-Inclán decía que los escritores ponían a sus héroes (personajes) o a sus rodillas o a su misma altura o los veían desde el aire. Rémy no para.

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