30.11.10

Palmeras y tiburones

"En ningún sitio me hallo en casa; en ningún país y en ningún lugar, ni cerca de ninguna persona".
F. W. Murnau
 
Estos días estoy viendo algunas películas de Friedrich W. Murnau, en paralelo al ciclo que le están dedicando en la Filmoteca de Catalunya. Se dice que si Murnau no hubiera muerto prematuramente, a los 42 años, habría acabado como tantos cineastas europeos en Estados Unidos. A resultas de mi repaso de su filmografía en Youtube tengo que desdecirme de algo que afirmé meses atrás (“La versión de "Drácula" que yo prefiero es sin duda la de Béla Lugosi”). Ahora digo que la versión de “Drácula” (Tod Browning, 1931) que prefiero es “Nosferatu” (F. W. Murnau, 1922).

Del año 1931 es la última película que pudo rodar Murnau, “Tabú”, que  codirigió con Robert J. Flaherty. De Flaherty he visto varias veces “The man of Aran” (1934), que está en Youtube incluso extractado, pero no he visto el que es su primer documental y el primer documental de la historia del cine, “Nanook el esquimal” (1922), sobre los inuit. Es injusto que me haya tragado –literalmente- el rollo matraquero del héroe angloirlandés Shackleton y el “Endurance” en la Antártida, que haya disfrutado literalmente de “Le marche de l´empereur” (Luc Jacquet, 2005) y que sin embargo no haya visto aún el documental de Flaherty sobre los inuit. Tampoco he probado las alcaparras porque el olor me disgusta. Es, al parecer, un Ártico supuesto, el de "Nanook el esquimal", el que aún no habría sido invadido por los aventureros y semidioses como Shackleton. Me tienen que perdonar, pero es que los británicos se han arrogado tantas conquistas  y triunfos y han obviado por ejemplo tanto la ayuda (nada pequeña ni obviable) de los sherpas, que no puedo con “Endurance”. Hay que admitir sin embargo que reconocieron que las cosas (y no me refiero al barco varado en el hielo) se les empezaron a encarrilar no con la primavera sino cuando se dieron cuenta de que todos tenían que trabajar, los aristócratas incluidos, y que había que repartir el güisqui equitativamente, cristianamente.

De hecho el documental de Flaherty sigue en cierto modo el tema de “Tabú”, el del bon sauvage o “buen salvaje” y la bondad primigenia y elemental. “Tabú”, para quien no haya visto la película, trata de una isla polinésica. Representa que es Bora-Bora pero en realidad la localización es Tahití. Para nosotros tanto da, pero como son dos topónimos preciosos, así me doy pie a emplear los dos, que es lo que tiene la autoedición y el bloguerío. Servidora, aparte de los pareos tahitianos y a Vaitiare Bandera, que fue una de las novias de Julio Iglesias Sr., sólo conoce “Tabú”. Tratamos un día del Ho’oponopono, la medicina hawaiana y obtuvimos el visto bueno de "Amanda", de Gijón. El proceso de sanación del ho’oponopono se basa en la declaración de cuatro frases: “Lo siento”, “perdóname”, “gracias”, “te amo”, que se encierran o hipostasían realmente en una sola: "Ahí te quedas".

La película trata de una pareja que se ve amenazada en su paraíso polinésico porque a ella (Reri) la eligen como doncella sacrificial cuya pureza habrá que mantener a toda costa. Como en algunos pasajes de la película aparece una montaña con pinta de volcán, bien podemos pensar que Reri queda reservada como víctima propiciatoria para bajarle los humos al volcán en caso de que los dioses así lo dispongan o los hechiceros así lo interpreten. Les excuso una descripción de los cocoteros, las casitas de palma, los lei de jazmines, y los lava-lava y tobilleras de rafia, simplemente porque he preparado una presentación con capturas de algunas imágenes determinantes de la historia para que se hagan ustedes una idea ni que sea borrosa.




Imágenes capturadas en el vídeo colgado en Youtube de “Tabú”

Como Matahi rapta a Reri para evitarle una vida entregada a los dioses, se van a otra isla del Pacífico con sus cocoteros, sus casitas de palma, los lei o guirnaldas de jazmines, los ukeleles y todo lo demás. Pero allí a Matahi, en su inocencia incorruptible, encuentra una perla y para celebrarlo se va a la cantina del poblado. Allí todo el mundo se pone morado de champagne a sus expensas y él va firmando con una M muy rudimentaria y cándida los pagarés que le extiende  en caracteres chinos un cantinero avaro. Así que cuando para huir del pesado del hechicero pretenden comprar unos pasajes para irse también de allí, resulta que los pasajes valen 150 francos pero ellos le deben al cantinero 3.200. Dicho lo cual es suficiente para que al pobre Matahi no se le ocurra otra cosa que dedicarse a pescar perlas negras en un caladero tabú en cuyo fondo reside un tiburón tan voraz como gigantesco. No les cuento el final porque aunque la película ya la podrían haber visto mil veces, no les quiero quitar la gracia.

Flaherty ya había rodado dos películas en los mares del sur y aunque, pobre de mí, como dicen en Pamplona de Navarra,  apenas sé nada de cine, creo distinguir qué es Flaherty y qué Murnau. O soy tan incauta que lo digo. Esas imágenes de los idílicos mares del sur sin recargas superfluas son miríficas. El agua dulce y el agua salada, y que conste que no sigo con Julio Iglesias Sr., contribuyen a trasmitirnos la alegría de vivir, la incertidumbre, la desgracia. Flaherty, claro. Ni J. H. Lartigue, el bon vivant que tan bien retrató los deportes acuáticos y el ocio en general.

Para acabar, no dejen de pasarse por una de las páginas de productos polinésicos más encantadoras: Myriah's Polynesian Bazaar. Además de las faldas de rafia, también hay las de ti y todo tipo de complementos (como los soutiens  de coco o de vieira). Lo que no entiendo es lo que hace un fez turco en la lista de productos del Pacífico, pero ya se sabe que todo -si sabemos esperar- se acaba sabiendo. Siempre he tenido una cierta debilidad de vis hortera por los mares del sur. De hecho, la única vez que a mi madre tuvieron que escayolarle corrí a pintarle un atardecer tipo Honolulú que quedó la mar de bien con los lápices Caran-D'Ache al uso.

Post registrado en SafeCreative - Álbum del tiempo (1) #1105179237376