9.12.10

Pleinairismo

osa Gil es la actual propietaria del restaurante Casa Leopoldo, que fue fundado por su abuelo en 1929. Hace cosa de unos 10 años pude verla en un programa de BTV, una de las televisiones locales. Al leer en la web del restaurante la biografía de Rosa Gil, lo he recordado, especialmente cuando se refiere a la declaración de amor del que fue su marido, el torero portugués José Falcón: "Rosa, no te quiero pero te necesito". Como es natural, R.G. se casó con él, aunque el torero murió en una corrida a los 8 meses del matrimonio y por lo tanto ni siquiera pudo conocer a su hija. ¿Cómo iba a olvidarme de una frase así? Me hizo pensar en una de las enseñanzas del sabio Confucio: "Los antiguos eran remisos en hablar porque les avergonzaba no llegar con los hechos a la altura de las palabras".

En general, ya lo habré dicho antes seguro, se actúa poco en nuestros tiempos.  En caso de contradicción yo me fío más de los hechos que de las palabras. Sobre todo al lado de lo mucho que se habla y del desfase que hay entre lo que se paparrea y lo que se piensa o se siente verdaderamente. En las versiones que tenemos para los hispanohablantes de las Analectas la palabra kung fu suele traducirse como "sinceridad" y fuera de las Analectas hasta por "trabajo correcto". La broma consabida sería referirse a la serie de los años setenta, con David Carradine, que hace unos meses falleció por hipoxia autoerótica o autobondage. El kung fu como virtud no puede confundirse con nuestra "sinceridad" o "franqueza", a no ser que la sinceridad se refiera a lo ajustadas que están nuestras acciones y nuestras palabras a nuestros pensamientos.

En uno de los centros de la película "Confidencias" (Luchino Visconti, 1974), Burt Lancaster le dirá a la joven Lietta: "Es usted de una franqueza insólita". Es tal vez la manera más exquisita y educada de decirle a alguien a quien nunca se le preguntó su parecer que es impertinente, pesado, irrespetuoso, etcétera. Y sobre ese eje gira la película que, aunque es mucho más grande que toda esa declaración de principios, fulmina todo asomo de crédito hacia la sinceridad mal entendida, y sus espumas en las que de hecho se basan la mayor parte de las psicoterapias modernas.

El plenairismo o pleinairismo de los impresionistas tenía un cierto trasfondo hedonista, de la joie de vivre, contra gran parte de la pintura bituminosa que los había precedido, pero yo creo que también estaba reforzado por lo sofocantes que acaban siendo los lugares cerrados, organizados. ¡Qué terrible contrariedad no habrá sido para los que deseaban estos días irse a hacer  precisamente un cambio de aires encontrarse con la huelga-secuestro de los controladores aéreos! Casi hubieran preferido quedarse en casa releyendo el discurso de Mario Vargas Llosa ante la academia sueca, con quienes los necesitan o en el parque de al lado si, como es el caso de Barcelona, lucía el sol. Por cierto: el flan de requesón del restaurante Casa Leopoldo es riquísimo, sin desmerecer los primeros y los segundos y el servicio, que son muy buenos.


Cinamono



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