28.1.11

Heliotropía

¿Conoces la tierra donde florecen los limoneros,
las doradas naranjas relucen entre sombrías hojas,
donde una suave brisa sopla bajo el cielo azul,
y se encuentra el silencioso mirto y el frondoso laurel?
J. W. Goethe, "Kennst du das land wo die zitronen?"

¡Sol de Italia, eu non sospiro
por sentirte ardente raio!
Que outro sol temprado miro;
docemente aquí respiro
nun perene, eterno maio.
  Rosalía de Castro, "Como chove miudiño", Cantares galegos


Una amiga virtual siempre me da su parte metereológico, que muchas veces es de lluvia porque me lo envía desde su ciudad de residencia, Lisboa. Como en el ascensor de mi bloque y en el colmadito de los peruanos donde hago gran parte de la compra que no hago en el Condis, nunca se habla de la metereología portuguesa, me considero informadísima. Yo sé que para muchas personas la lluvia tiene su encanto, pero para mí no lo tiene en absoluto y me produce una desazón que con los años cada vez manejo peor si cabe.  He tenido la suerte de ver el orballo, una lluvia muy fina, vaporosa y densa que en Cataluña no existe. Una vez que lo he visto y he sabido lo que es ya nunca más he tenido la necesidad de disfrutarlo. A pesar de tener los cuatro abuelos o cuatro costados galicianos, se diría que mi natural cuadra más en un sitio como las Islas Canarias. No es tanto porque son islas, que ese sería otro tema,  sino porque gozan de un clima ideal para mí. ¿Se acuerdan ustedes de los calores que hubieron el verano de 2004, cuando incluso se murieron muchos ancianos en la Francia? Pues, según mis investigaciones, en el único sitio donde se podía estar apreciablemente bien era ni más ni menos que en  el archipiélago canario. Me lo dijo una amiga del pueblo de mi madre, en La Coruña. Hasta parece que cuando oigo una isa o una folía canaria respiro mejor y se me ensancha el corazón.

Por asimilación con los términos licantropía, misantropía y filantropía, empleo el de heliotropía, que normalmente está reservado para los vegetales y su tendencia a girarse o ascender hacia el sol. La Wikipedia dice, para mi confusión: "El heliotropismo es, en realidad, una respuesta a la luz azul. De hecho, si durante la noche una especie heliotrópica es cubierta con una cobertura transparente para el rojo pero que bloquee la luz azul, la planta no se moverá en absoluto cuando el Sol salga. En contraste, si se cubre con una cobertura transparente para el azul, la planta podrá orientarse hacia el Sol." (Heliotropismo). Yo diría que si llueve y me cubro con un filtro que no deje pasar la luz azul primero me desorientaré y después me moriré de asco o de pena, así que mejor no probarlo. Y pienso que la nieve es bonita de ver porque es blanca, porque si fuera negra o parda igual no nos gustaría. No sé.

Nací en medio de una tormenta de verano en la que hubieron relámpagos, truenos y granizaron piedras de hielo de 2 cm, pero si me pierdo es muy posible que se me encuentre en Italia, en la tierra donde florecen los limoneros. También florecen en Murcia y hasta en Galicia, donde he podido ver unas puestas de sol verdaderamente inolvidables y unos amaneceres que ni les cuento. De la misma manera que hay un verde asturiano ligeramente diferente del cántabro y del pirenaico o del vasco, también tiene cada tierra una luz especial. Me estoy acordando de Valencia, y eso que estuve en diciembre, hará 4 años. O de Mahón. También de Venecia y Roma. El otoño proclama en Barcelona unos tonos pastel muy delicados y diáfanos. En primavera hay reflejos amontillados en las ventanas que miran la hora ultravioleta, esa hora que prefiero a todas y en la que casi siempre suelo recogerme, aunque sea unos minutos o unos segundos. Cuando llega el buen tiempo, instantes antes cantan los pájaros sus trinos más suaves, instantes después los perros ladran y se empiezan a oír ruidos de cacharros en las cocinas. Y así van pasando los días y quiero pensar que nada perturbará al menos esto. Acabando por donde empecé, las últimas palabras de Goethe fueron "Luz, más luz". Las de Rosalía de Castro fueron las que le dijo a su hija Alejandra, «Abre esa ventana, que quiero ver el mar». Desde la casa de Padrón no se ve el mar ni tan solo la ría de Arousa, con lo que más que sus últimas palabras fueron también su último verso.

Boya en el Port Vell (Barcelona)


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