15.2.11

El silencio de Dios

i alguien se pensaba que después de subir y hasta elevar  la reforma de mi cocina al álbum iría a pasar por una buena temporada de introspección y de invisibilidad, estaba más que equivocado. Nunca pensé que iría a limpiar, fijar y dar esplendor a mi propio blog con una fotografía de mi Primera Comunión, aunque por lo menos tampoco porfié nunca con denostarlo. Llegados a este punto en que difícilmente puede haber una marcha atrás, diré en mi descargo que la imagen tiene el valor añadido de ser simpática. A. P., la niña guapa, la que lleva moño y corona y es tan afable, tropezó con la alfombra, que seguro que no era roja. Servidora, como es parte constitutiva de su personalidad estoica, apenas torció el gesto y aguanté el tirón con mi mejor disposición de ánimo y las manos en devoción. Mi única preocupación y tortura íntima aquellos días era que no me sabía el auto de fe y por lo tanto cuando nos preguntaran "¿Crees en Dios?" estaba en condiciones de decir junto a mis 59 compañeros "Sí, creo en Dios", pero no me sabía ni el resto de las preguntas ni el resto de las respuestas. No, miento, había una que decía "¿Reniegas de Satanás, de sus obras y sus vicios?" y prometo por la salud de mi canario que no sé qué había que contestar. Supongo que "Sí, reniego". ¿Parece fácil, verdad? Pues ¿por qué entonces se equivoca tanto la gente en estas ceremonias religiosas y dice cosas deleznables e inesperadas? Me zafé finalmente el día de autos del interrogatorio porque resulta que nos dio de comulgar un obispo ya muy anciano al que tenían que operar de cataratas y no podía leer las preguntas que nos tenía que hacer. El anciano obispo también se tropezó en el altar antes de la consagración.
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Todo esto de la foto viene a cuento de que yo a veces creo que ya nuestras vidas o nuestros destinos o nuestras suertes estaban echadas. Nos resistimos cuando en realidad lo más sincero, lo más honesto y lo más fácil es ser quien uno es.
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Sagrado Corazón de Jesús (Barcelona), 11 de mayo de 1969
Le nació el otro día a una amiga su cuarto nieto, Pablo. Habrá que decir por delante que los tres primeros los tuvo su misma hija en un mismo parto. Los niños viven junto a sus padres en Bucarest, donde tienen un buen pasar en una burbuja que solo es concebible por su condición de expatriados y un sueldo que les permite tener a los niños en un ambiente poco o nada rumano, gozar de una crianza asistida por una niñera del país que es un cielo y todo lo que podamos imaginar como óptimo para la infancia de cuatro niños pequeños, sanos, queridos. Ya sabemos que no todos los niños corren la misma suerte y que a veces en la vida el destino se quiebra hacia derroteros inconcebibles y que parecen incluso insoportables. Déjenme que les diga que cuando me aburro, cosa que ocurre alguna vez, en vez de peinar con un peine de oro mis largas trenzas en mi torre ebúrnea (o en mi cocina), lo que hago es pensar en la de personas que estarán sufriendo lo indecible en ese instante. Y rezo. La profesión de fe es una oración, pero cuando nos quedamos solos y en silencio nos metemos en nuestras propias entretelas, eso es un rezo.
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Hay un hombre que dice vivir en Badajoz, "el asesino Knino" creo que se hace llamar, que ha hecho públicas en su blog las imágenes del vídeo de  una tortura a un cachorro de perro hasta su muerte por asfixia.  Les ahorro las atrocidades previas a su deceso. Hace gala de que es la primera víctima de 95. Cuando rezo también me acuerdo de los perros, de mi canario Trinidad Domínguez y de las zarigüeyas. A lo mejor lo que tendría que hacer es rezar por el asesino Knino, pero más no sé. Que el Señor en su perfecta sabiduría tenga a bien que el perrillo esté ya corriendo por sus verdes praderas.

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