23.5.11

Los lunes por la mañana

Si qui forte mearum ineptiarum
lectores eritis manusque uestras
non horrebitis admouere nobis,
"omnem ponite nunc seueritatem:
nam uersus ueniunt proteruiores"
Catulo [*]


n una conversación con mi amiga Zub me preguntaba o se preguntaba cómo podía haber gente como Eva Posas, la difusora cultural y editora, que se apropia un texto que no es suyo y se lo arroga. Esa pregunta, no es por quitarle mérito a Zub, ya me la había hecho yo. Y le dije, esto es como cuando vas a una boda y te iría bien llevar un bolso o un clutch de color burdeos pero no lo tienes y sí que tienes quien te lo deje. Nadie se entera de que el bolso no es tuyo y quedas la mar de bien. Lo que resultaría anómalo en todo caso es que alguien no tuviera ropa propia alguna o que la mayor parte del tiempo llevara ropa prestada, cosa que indicaría cuando menos un afán por aparentar desaforado.
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Siguiendo con el símil de la ropa exterior también podríamos hablar de quienes reforman o modernizan un traje o un abrigo, o de aquella costumbre de la postguerra de darle la vuelta a los abrigos cuando ya estaban más que usados. Ya no visito tantos  blogs como solía hace un tiempo, pero hay uno que sigue con los mismos cuatro o cinco posts vayas cuando vayas. Ruedan en formación probabilística y con ligeras variantes en la ordenación gramatical de sus elementos, pero son esencialmente los mismos en sus variaciones. Uno de ellos al menos además es un plagio nefando. Este pobre hombre es un firmísimo oponente de la Ley Sinde, dicho sea de paso. Se dirá a este respecto que todos nos repetimos y que en realidad cada cual está encasquillado en sus intereses, temores y manías como dicen que está Pedro por su casa. Y es cierto. Son muy pocas las personas que cuando empiezan a tocar la guitarra, por decir algo, pasan de las cuatro piezas (a veces incluso menos). Conocí alguien que era capaz de tocar "Entre dos aguas" pero no sabía tocar nada más. Y seguramente no podrá porque como no lo hacía con la técnica correcta se había condenado a que las manos difícilmente puedan hacer nada más por él.
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Escribir no es fácil. Y no digamos publicar  y que te lean. Y no me refiero a cómo muerde en el manguito de los rotadores del hombro un dolor sordo, a veces punzante, atenazante, o a las horas que se escamotean a la familia, a los amigos, al cuidado personal. Tampoco me refiero a la famosa página en blanco, sobre la cual hay que rendirse y vaciarse con una autenticidad que no todo el mundo está dispuesto a entregar o confiar. Por eso se buscan los viajes exóticos, historias extremas o pretendidamente originales, cuando lo único que hay que hacer es conectar con lo que hay y con lo que se medio conoce bien. Siguiendo con el símil de la ropa, hacerse budista o buscar la piedra filosofal para rascar tres líneas es meterse en camisa de once varas.
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Se suele decir que la música o la danza son artes más efectivas para la sublimidad y los sentimientos, pero la música no sirve para decir "por tu culpa se ha resecado el queso en el frigorífico no-frozen" o frases más resentidas y sentidas. Y aunque su lenguaje es más universal y no compromete tanto en lo ideológico al autor, también es verdad que resulta irreproducible para quien no tenga buen oído, un equipo de sonido o formación instrumental. Así que yo no le veo a las bellas letras en particular y a la escritura en general más desventaja que la de atraer algún que otro comentario impertinente sobre algún detalle menor y, por supuesto, la censura. Todo lo demás se sobrelleva bien, especialmente cuando cada cual conoce sus posibilidades y hace exactamente aquello que quiere hacer. Ni más (como Eva Posas), ni menos, como algún cagapoquito que escribe -como dijo Pla- los "domingos por la tarde". El lunes por la mañana ya es otra cosa.
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Se diría que nunca habían habido tantos escritores en el mundo ni tantas oportunidades para la edición y para organizarse, para contar con el llamado colchón social y lo que en Roma con sorna se llamaba el asinus asinum fricat ("el asno frota a otro asno").  Aparte de que hay que servir para asistir a los festejos de la culturilla y prestarse a los parabienes y la reciprocidad, exige una dedicación de tiempo y energía elegir los eventos y entrar en el juego de correspondencias y recontracorrespondencias que implica. Según mis cálculos en Barcelona no bajaría de unas 15 horas a la semana entrar en el colchón social. Y lamentablemente los que escriben necesitan más bien o además un colchón de silencio, establecer una distancia que permita el escorzo, la perspectiva y un sinfín de efectos ópticos o no. El hecho de que servidora haya escrito a mano en condiciones incluso incompatibles con la lectura, como en el aeropuerto JFK, durante un retraso y compartiendo la terminal con un grupo de turistas italianos con sus telefonini en ristre, solo es posible porque hay reservas de silencio Marta adentro. Como dicen que ocurre con los camellos, con sus jorobas que en un momento dado metabolizan para hidratarse en pleno desierto. Algo así. Para el símil de la ropa se diría que es ni más ni menos que el ajuar o la media docena de calcetines de reserva. Según el tema.
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Hay escritores de los que se dice que han nacido antes de tiempo, otros que deberían haber nacido antes,  por la misma razón por la que hay que son editados que no escriben  ni con un canuto, una "o", los hay que escriben que no son editados. Y de todo hay, quienes se interesan por la tradición, quienes por el plagio; pero catulos y dickinsons hay pocos, muy pocos. Vayamos pues más adentro.

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[*] Trad. de J. M. Rodríguez Tobal: "SI por casualidad mis tonterías | leéis y no sentís pavor alguno | de acercar vuestras manos hasta mí, | dejad el ceño en casa, que ahora vienen | algunos versos más desvergonzados".

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