9.6.11

Bodegueros, caballeros, pordioseros


“Padre bodeguero, hijo caballero, nieto pordiosero”
Refranero español




e suele decir en el periodismo que es más fácil y menos comprometido hablar de actualidad internacional que de actualidad local, y es verdad. El año 2006 se hablaba en los medios del futuro de Can Fargas, cuya casa ha llegado a dar nombre al barrio que hoy se sitúa encima del mío. La masía, que encierra en su núcleo una torre del siglo XI, pertenecía en aquel momento a Unicompta S.L. y el plan era –según se leía en las noticias- hacer en ella una escuela de hostelería, construir un geriátrico y un parking. No sé si el traslado del restaurante Can Gaig al Eixample tiene algo que ver con el fracaso de este proyecto. En cualquier caso fue una lástima que este restaurante, hoy dedicado a la haute cuisine o gastronomía de autor pero que había sido una fonda de posta en su origen (1869), abandonara Horta, pueblo agregado a Barcelona desde principios del siglo pasado.
El año 2006, digo, el Ayuntamiento de Barcelona se propuso expropiar la finca y abrir en ella una escuela de música. Hubo algo de fuego cruzado entre Pere Jordi Vilaregut (de Unicompta S.L.) y el periodista Josep Mª Huertas Claveria (que entonces creo que trabajaba para la Diputación o por la Diputación). Al asedio se añadió Màrius Serra, ludolingüista y escritor local que tiene a gala -y por algo será- no poseer otros carnets que los del RACC, el Barça y el de Caprabo, pero que se tomó el asunto casi como algo personal. Huertas tendría algún que otro carnet más, cuando vivía, que ya no vive, cosa que por otra parte es totalmente legítima. No la de que no viva, por supuesto, la de que tuviera un carnet.
En estos momentos la casa tiene el aspecto que se aprecia en la entrada y el jardín no parece abandonado aunque tampoco está cuidado. Desde 2009 no tengo ninguna noticia, porque tampoco me he ocupado en encontrarla, pero sí puedo afirmar que no hay ninguna escuela de música. Lo que no sé es si la habrá en mucho tiempo. Pero creo que no.
La última propietaria de la masía fue Ofèlia Roselló Wall, hija única y natural de la mujer con quien Salvador Fargas se casó in articulo mortis al mismo tiempo que le transfería la propiedad de la finca, la argentina Margarita Roselló. Si mal no recuerdo tengo por ahí un libro donde se explica que Fargas provenía de la otra masía que tenemos en Santa Eulàlia de Vilapicina, que da nombre a mi barrio. Es decir, que en realidad un Fargas se casó con una Casanovas, tal vez la que tiene una calle que llega hasta el Guinardó y que apenas rodea lo que fue toda la extensión de la heredad familiar, que llegaría hasta el Hospital de Sant Pau (el segundo, porque el nuevo está en San Quintín). Si se me permite otra anécdota, “Can Fargas” es una expresión equivalente a “Quinto Pino”. Y es que había sido zona residencial de veraneo antes de la Guerra Civil, y eso era porque quedaba muy apartada, como en las Quimbambas.
El año 1997, a poco de morir Ofèlia Roselló, el Ayuntamiento de Barcelona hubiera podido comprar la finca, lo mismo que La Caixa, pero no lo hicieron ¿Por qué? No lo sé. La casa hace unos 1.800 metros de techo y el jardín romántico más de 3.000 metros cuadrados. Ofèlia Roselló la vendió por 190 millones de pesetas. Hoy día cualquier piso de la zona lo venden por 90.  Según Màrius Serra, Pere Jordi Vilaregut pidió 2.000 millones de pesetas cuando la expropiación, pero como le gustan mucho los juegos de palabras no sé si tomar esa cifra al pie de la letra. Para mí esas palabras no tienen valor o muy poco y forman parte de todo el enredo especulativo o no del asunto. En cualquier caso, para acabar, lo que me lleva a meterme en este tema no es el valor de las palabras, sino el de los hechos, y el hecho en concreto de que una propiedad privada más acabe en ser patrimonio público. O no “acabe”, porque aún se puede volver a poner en circulación y ser moneda de cambio. Se recalifica y a seguir.
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Mera fotografia del Mas Margarida o "Can Fargas"

Me  preocupa ciertamente y mucho el tema de cómo sutilmente y no tan sutilmente se castiga la propiedad privada (como vimos hace poco con la propiedad intelectual, por ejemplo), y que –empezando por el final- los buenos emprendedores (perdón, empresarios, sin subvenciones) se tengan que ir a Moscú o a Londres. Me preocupa que haya cada vez menos comercios y negocios en general pero que hayan cada vez más oficinas buenrrollistas, servicios públicos etéreos  y mobiliario urbano al gusto de la propaganda, y de por cada frutería china haya cuatro locutorios pakistanís. No anem bé.
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Si hablo de lo que tengo más cerca no es porque no me afecte lo que se deje caer en Wikileaks o porque me despreocupe de Fukushima, no. Si hablo de lo que tengo más cerca es porque me duele más. Curioso, dicho sea de paso, que una gran parte de la plataforma 15M, que ya va camino de desintegrarse para quedar en un recuerdo que explicar a los nietos como dicen que hacía el abuelo Cebolleta, no admitiera los resultados de las urnas ni en general la democracia representativa, pero que dependa de la publicidad que se le pueda dar a lo suyo. Admito si acaso que el funcionamiento asambleario utópico sirve como experiencia a los acampados. No obstante, miedo me da un régimen basado en la publicidad y no en la representatividad.
Es bien cierto el refrán que traje al principio del post. Como todos los refranes no enuncia ninguna idea original ni novedosa ni contestataria. Se ha hablado bastante, por lo menos en Cataluña del proceso transgeneracional por el cual las empresas que habían levantado los abuelos e hecho crecer los padres, las habían dilapidado o arruinado los nietos, que de repente sentían como culpabilidad o un vacío espiritual insondable que les llevaba a hacerse budistas, comunistas o escritores. Entre el desprestigio que tienen los empresarios y el que tienen los viejos, vamos por el camino de dejar este país en manos de los que se creen que tienen ideas originalísimas pero algo extravagantes.
Sí, ya sé que nada es tan simple. Se quejan muchas personas de que los políticos cobren un sueldo vitalicio a su paso por el ejecutivo. Tal vez esa ventaja, que hoy desangra y corrompe la maltrecha economía española, proviene de unos tiempos en que los parlamentarios perdían dinero al dedicarse a la política. Y eso era porque eran muy buenos en lo suyo, fueran profesores de Economía en la Universidad, fueran abogados laboralistas, fueran médicos, fueran hombres o mujeres de negocios. La ventaja pasa a ser un privilegio inmundo cuando los políticos son gente que no sirve para nada que no sea la política y para obtener un lugar en las listas electorales que se han ganado dentro de partidos cuyo funcionamiento yo no tengo ninguna duda de que no es democrático. 
Hubo un tiempo que hubiera dado, qué sé yo, dos años de mi vida, por ver Can Fargas por de dentro. Las masías son casas laberínticas, construidas por acumulación a lo largo de los siglos, con zonas clausuradas, con diferentes estilos según la época de construcción o habitación, con historia e historias. Creo que ahora ni que me pagaran iría. Bueno, si me pagan bastante sí.

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