29.8.11

La ropa exterior (3)

Hay en internet una página donde se recogen prohibiciones desesperadas como por ejemplo preguntar por la Dolores en la estación de autobuses de Calatayud (por aquello de la canción "Si vas a Calatayud pregunta por la Dolores", será), o en un bar de Madrid si allí estuvo Hemingway. Estas prohibiciones no tienen fuerza de ley ni sus faltas son punibles, además dudamos desde la formulación de su eficacia. Es decir, si en la estación de autobuses de Calatayud se  mantiene un letrero donde se prohíba preguntar por la Dolores es muy probable que lo único que consigan es agrandar el consabido comentario y llevarlo además al letrero. De manera que probablemente lo mejor es aguantar el tirón y esperar que el tiempo haga su labor de devastación. Pero es indudable que una de las cosas más pesadas de este mundo es tener que tratar con personas que no se dan cuenta de lo poco interesantes y manidas que son sus apreciaciones estén hablando de la Dolores, preguntando si en donde sea estuvo Hemingway o estableciendo un enorme parecido entre el hiyab y el hábito de las monjas, como si el hiyab o el burka fueran libres y las monjas no camparan por sus reales. Es muy pesado, pero que muy pesado. Más pesado que una madre en brazos.

Srinagar, Cachemira. Fotografía de Henri Cartier-Bresson (1948)
Mi única visita a un país de mayoría musulmana se limita al oeste de Turquía, donde estuve precisamente cuando empezó a retroceder el vestuario occidental en las mujeres, sobre todo en los territorios rurales y económicamente más tradicionales. Ni siquiera sé bien bien la diferencia y la geografía del nicab, el burka, el chador, etcétera. Pero si sé por la gente que ha viajado por países de hiyab que las mujeres ricas visten en el espacio doméstico privado a la manera occidental, o también que han hecho valer a su favor el estricto código hasta idear prendas como el burkini, que es el traje de baño hiyab. El burkini, según se puede leer en la prensa, ha sido prohibido en muchas localidades de Francia, aduciendo razones de higiene. Tanto se ha hablado de este tema y otros del mismo vector que no se me ocurre que falte nada por añadir y si acaso, como digo, yo más bien aligeraría un poco el debate de argumentos desgastados.
La sensibilidad ante determinadas vestimentas y no otras no hace más que demostrar su valor aglutinador y testimonial, de marca de grupo que se sabe diferente. Especialmente cuando hay una intención provocadora, proselitista o desafiante. Dada la proximidad de los acontecimientos es imposible substraerse al contraste entre lo colores  alegres, simplones y vivos que predominaban en las hordas de la JMJ y los colores cachumbos, opacos, renegridos  y belicosos que no velencoso que predominan en la plataforma 15M, por cambiante y diversa que sea. El lenguaje del color es claro, como el de las banderas, donde los colores son bien primarios. 
Curiosamente la moda europea de este verano apostó por el llamado color block, donde se combinan de una forma aparentemente abigarrada colores muy llamativos que en otro momento nunca hubiéramos juntado, como fucsia con amarillo limón o naranja con azul eléctrico o rosa chiclé con verde semáforo. Pero en general hasta en la forma de combinar los colores hay un código tanto en el hiyab como en Islandia o Kenia. Donde tal vez los códigos son más estrictos es en las tribus urbanas, sean emos, góticos, funks o chunguitos lolailos y chandaleros, más de lo que lo es actualmente la etiqueta para las cenas de gala, donde yo he visto de todo.
Como en la naturaleza, en los animales o en las flores, el vestido es tanto un uniforme y una pantalla como una máscara que nos permite camuflarnos o usar colores que nos hacen atractivos o temibles, que nos distinguen. No deja de extrañarme y hasta diría que de preocuparme la chifladura que tienen muchas niñas de hoy en día por el color rosa, que en algunas de ellas es usado integralmente y si pudieran solo comerán cosas rosa. De hecho hasta parece que sus educadores y demás les castigan o premian prohibiéndoles o permitiéndoles usar su color preferido como si en ello se les fuera la vida a todos. Y a pesar de la Dolores, Hemingway y los pesados que siempre están con el mismo rollo, como si no hubieran otros, parece que casi nadie se de cuenta de que en las tiendas de moda para los pequeños la sección de los colores pastel contrasta con otra sección de tonos mucho menos variados y mucho más oscuros e inconfundiblemente "masculinos". Y no digamos el calzado.

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