14.10.11

Como que es de día



Cuando la pena nos alcanza
por un compañero perdido, 
cuando el adiós dolorido 
busca en la Fe su esperanza.

En Tu palabra confiamos
con la certeza que Tú
ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz.
Ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz


Cesáreo Gabaráin Azurmendi, La muerte no es el final

El sacerdote Cesáreo Gabaráin Azurmendi (1936-1991) escribió “La muerte no es el final” ante el deceso del organista de su parroquia, un muchacho que solo tenía 17 años cuando dio el alma a quien se la dio. Aunque su canción más famosa es “Pescador de hombres”, que era una de las canciones preferidas de Juan Pablo II, el Papa Wojtila, yo pienso que ésta aún es mejor o que por lo menos la iguala. Con “Pescador de hombres” (“Tu has llegado a la orilla […]”) me pasa lo mismo que a mi madre con “Unha noite na eira do trigo”, que no puedo pasar de los primeros compases sin ponerme a llorar a moco tendido, de manera que se me hace imposible cantarla sin que se me estrangule con un sollozo en la garganta. “Unha noite na eira do trigo” es en Galicia como en Irlanda “Danny Boy”, canción que te sume en una melancolía de la que es imposible despegarse a no ser con la ayuda de unas cuantas pintas de Guinness, cosa que según y como puede ser hasta contraproducente. La monótona lluvia tras los cristales y la niebla -"gracias, niebla"- hacen el resto.
Verán que la versión que he puesto en el enlace de “La muerte no es el final” es claramente marcial. Lo militar está tan estigmatizado que eso sí que no lo levanta ni María Santísima. Por eso es por lo que tal vez una de las alegrías que tuve el año pasado fue la lectura de un opúsculo del yoguini y empresario Enric Boada (Cuando morir sea una fiesta) puesto que los militares tenían un papel y sus habilidades tenían un lugar en este mundo que todos amamos. "La muerte no es el final" se ha digamos "militarizado" como ocurre con muchas marchas profesionales. El teniente general José María Sáenz de Tejada tuvo el año 1981 la idea de introducirla durante el traslado de la tradicional corona de laurel hasta la cruz de homenaje a los caídos por España. Así fue el día 12 y quienes siguieron la ceremonia por la tv pudieron ver que el Rey y el Príncipe cantaron como el resto de los oficiales. Digo ver y no oír. Aunque la ministra de Defensa Carme Chacón hizo todo lo que pudo por retirar todo tipo de símbolos religiosos y misas de los festejos militares, la procesión del Carmen, la Salve marinera y ésta canción del padre vasco se han crecido. Ha sido inútil. Y ya vimos en “O’Brother” (Joel Coen y Ethan Coen, 2000) lo que pasaba con la canción “I’m a man in constant sorrow”, que enloquecía de entusiasmo irrefrenable a todo el que la oía. O con “Amazing grace” del clérigo John Newton (1725-1807), que pasó de ser un himno parroquial de Olney en Buckinghamshire (Inglaterra), un pueblucho húmedo en donde se hablaba un inglés ininteligible, a grabarse en múltiples versiones en Irlanda, Escocia y en los Estados Unidos. Incluso hay una versión de la nación cherokee y, por ir acabando, otra de Elvis Presley y está en casi todos los funerales de estado con gaiteros escoceses. Bendito sea Dios y bendito sea el santísimo sacramento del altar, benditos sus ángeles, arcángeles, serafines y potestades.
"I'm a man in constant sorrow" creo que la cantó también Bob Dylan, que tiene muchos himnos, pero en esta película, con ese productor de discos en el papel de Polifemo (puesto que "O'Brother" es una recreación de la Odisea) la versión es muy bluegrass y nos recuerda aquel duelo de banjos de "Deliverance" que yo adoro. El pellizco del minuto 2:42 del vídeo yo se lo implantaba a más de una como un dispositivo intrauterino a ver si se dejaban de cajitas de ritmos y de tanto maquillaje y ácido hialurónico y siliconas varias.
“Sublime gracia” remite al poder que tiene la gracia para redimirnos de horrores tan atroces y nefandos como fue el de la esclavitud. Tal vez solo hemos cometido una atrocidad aún mucho peor que la esclavitud y esa es la del sometimiento de los animales, la de la destrucción del único sistema en el que pueden vivir y morir dignamente. Pero bien pensado defraudar a la Seguridad Social también es de ser malos malos.  O envenenar los ríos. O el comentario xenófobo que hizo el otro día Duran sobre los agricultores de Andalucía, como si en Cataluña no hubiera más subvencionados que botellines.
"Amazing grace" no es un himno católico, sino de la iglesia anglicana. “La muerte no es el final” es un himno católico y muy cristiano puesto que los que nos sabemos cristianos tenemos muy presentes las verdes praderas y no precisamente las del Camp Nou o la Chacarita. Aunque no lo puedo demostrar sé y nunca me abandona la certeza de que volveré a ver a mis seres queridos en el Paraíso. Muchas veces le digo a mi madre que ya puede ir aprendiendo a jugar a las cartas porque es en lo que emplearemos mucho tiempo allí en la eternidad y que mi padre nos seguirá haciendo trampas. La verdad es que no tolero bien las trampas, pero él las hacía tan bien que hasta inspiraban admiración, por lo que doy en pensar que lo que fastidia de los tramposos no es que crean que son listos sino que se crean que somos tontos. Mi madre dice que no piensa jugar ni una sola partida. Le digo, ¿y que harás? Dice que lo que es ella hará el arroz y coserá. Y yo le digo que hace veinticinco años que cada domingo hace arroz y que solo le ha salido bien dos veces, cosa que les puede dar una idea bastante general de qué es el Purgatorio. El Limbo fue discutido en no sé que conclave hace unos años y por alguna inconsistencia teológica que despertaba fue suprimido, así que no sé adonde van ahora los inocentes que no pudieron ser bautizados, aunque si de mí dependiera (que no) los conduciría directamente al cielo. Los que defraudan o roban a la Seguridad Social tendrían que pasar un temporada en el Infierno. Eso después del juicio humano por los tribunales ordinarios.
No soy pero que nada de cosas paranormales y aunque ha habido varias videntes y hasta evidentes en mi familia es algo que nos lo tomamos como cualquier otra cosa. De hecho a poco que se ponga uno a pensar, si lo hace correctamente, llega a muchas conclusiones. Pude estar junto a mi padre en su breve agonía. De hecho estaba  bajo los efectos de la morfina, que dicen que le inspira a cada cual aquello que más feliz le hace. De manera que yo creo que mi padre estuvo viendo goles al Barça uno detrás de otro. La otra certeza que me tranquilizó sobremanera fue ver que lo vino a buscar su hermana pequeña, que hacía más de veinte años que nos dejó después de padecer un tumor cerebral que la dejó ciega.   No saben la tranquilidad que le debe dar a un agonizante tener a su familia cerca y que encima le acompañe en el trance del traspaso su hermana más querida. Y luego yo pensé que ya sé quien me vendrá a buscar a mí. Y yo no estaba bajo los efectos de la morfina, porque me acababa de comer un bocadillo de queso manchego sin moho con una Coca-Cola. Lo sé como sé que ahora es de día. Más no sé.

"Amazing Grace, how sweet the sound,
That saved a wretch like me.
I once was lost but now am found,
Was blind, but now I see."

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