30.11.11

Post 752: Maneras y mareos


Beatus ille qui procul negotiis,
ut prisca gens mortalium
paterna rura bobus exercet suis,
solutus omni fenore,
neque excitatur classico meles truci
neque horret iratum mare,
forumque vitat et superba civium
potentiorum limina.
Horacio, Épodos, II, 1



arcelona a veces me resulta atenazadoramente pequeña y otras abrumadoramente grande y densa. Vengo de echarle un vistazo al programa de una jornada organizada por una cualquiera de nuestras Conselleries de la Generalitat sobre no sé qué de la gestión del conocimiento bla blabla compartido y que si la bla bla inteligencia colectiva y que la innovación y la mejora personal de no sé cuantos de la narrativa digital, eficiencia y demás. Actividad formativa gratuita bla bla bla. Resalta el no menos oneroso sintagma “procesos colaborativos” y el socorrido “compartim”, que en catalán tanto quiere decir “compartimos” como “compartamos”. Esta ambivalencia les parecerá una cosa sin la menor importancia y que se le tiene que conceder la misma atención que a esos experimentos en los que alguien pierde el tiempo demostrando que tras el logo de la Wolkswagen se esconde el símbolo nazi subliminarmente. Yo que aún querría ver los famosos delfines saltando de aquel holograma que circuló en los años 90, solo consigo distinguir y eso bizqueando, en el logo de Wolkswagen dando vueltas, la estrella del Rey David.
Evidentemente no estoy diciendo platónicamente que el régimen subjuntivo del catalán sea torticero o malintencionado, sino que el uso que se hace en el lenguaje que además persigue la corrección política lo es. Que una conselleria de la Generalitat pretenda hacer del "proceso colaborativo" una tendencia y ya no digamos un acontecimiento es algo que en estas fechas sobre todo les tendría que causar pudor. Precisamente pocas semanas antes de que el hospital en el que trabajo se quedara a la mitad –tal y como lo digo- su gerencia se había gastado un dineral en un plan de comunicación que confió a una consultoría externa. Ese plan de comunicación no solo no se llegó a desarrollar con el gerente que lo había defendido, ya cesado, sino que está en el “plano” teórico diametralmente opuesto a la desinformación en que nos tiene Artur Mas a los trabajadores públicos (globos sondas, desmentidos, desinformación, vaguedades, fomento de la murmuración, el comadreo y el safareig, “lavadero”, etcétera.
Sigo de cerca el proceso del expediente de regulación de empleo del Hospital de Sant Pau y, tal y como ya comenté aquí, se han oído tantas cosas y sus contrarias en poco tiempo que una llegó a pensar que se buscaba deliberadamente no solo la confusión sino también el cansancio. María Dolores de Cospedal, que hace apenas un año se lamentaba de que Zapatero gobernara a golpe de decreto, amenazó el lunes con que el gobierno entrante actuará por esa vía si no hay entendimiento con las fuerzas vivas sociales. La diferencia entre Mas y Cospedal es que la segunda es más clara o más despótica, que tampoco sería esa la palabra justa, pero para entenderse hace al caso. En fin, que lo que pretendo decir es que hay maneras y maneras pero que a veces se agradece la claridad, y más en tiempos de incertidumbre. 
Por cierto, buscando en la prensa del lunes la frase exacta de la Secretaria general del Partido Popular leo otra que tampoco está mal: “María Dolores de Cospedal, ha explicado este lunes que el Gobierno en funciones ha avisado "por escrito" al partido liderado por Mariano Rajoy de que no le va a informar sobre las decisiones que vaya a adoptar en estas últimas semanas en materia de indultos” (EuropaPress). Se diría que la nota informativa está mal redactada porque dudo mucho que el Gobierno en funciones informe al “partido liderado”, si acaso avisaría al “candidato ganador a la Presidencia del Gobierno” o algo por el estilo. La noticia deja los pelos como escarpias. La palabra clave es "indultos", no nos engañemos.
Es decir, que entre las ambivalencias, los desbarajustes y los dimes y diretes difícilmente podremos entendernos en el futuro. Es cuestión de semanas.
Me doy cuenta de que, paradógicamente, cuantos más medios y recursos tenemos para comunicarnos parece que es peor. Es decir, por ejemplo, como muestra un botón, hace unos años servidora cuando concertaba un rendez-vous con alguien eso suponía una breve conversación, apenas un tira y afloja de nada. La cita se solía mantener sin problemas y normalmente cada cual llegaba puntualmente al lugar indicado. Ahora cuando pretendes encontrarte con alguien eso genera a veces una infinidad de correos electrónicos. A pesar de que dejan constancia electrónica eso no quita que donde se dijera “digo” se diga “Diego” y por algún diablillo tipográfico inesperado unos se presentan en la calle (por un decir) París y otros en la calle Londres, aunque sea a la misma hora. A más información, menos atención. Pero como además hay personas que llegan sistemáticamente tarde, luego hay otra infinidad de llamadas al móvil, comunicaciones perdidas, mensajes apresurados e ininteligibles y buzones de voz que al ser atendidos se cruzan con el contestador automático u otra llamada. Todo ello ad maiorem gloriam Movistar, Vodafone, Orange, Yoigo, e tutti quanti. De manera que podrán creerme si les digo que cuando una cita a mí me representa más de dos correos electrónicos ya la dejaría correr por inane y embrollada. Y si alguna vez he aceptado su curso puedo decir y digo que acaba como les dije.
*
Es una de las más maravillosas contradicciones de la historia literaria que el épodo de Horacio trascendiera como un motivo de la vida campestre y sus delicias. Incluso quien desarrrolló más que notablemente ese motivo en la literatura española, Fray Luis de León, lo trató así, por el lado de la huida del mundanal ruido y del canto de la vida retirada y los pajarillos y la yedra y el laurel y todo aquello. Si Jorge Guillén escribió “Beato sillón” sería por el hartazgo del tópico, porque cansan a Cristo. Y sin embargo muchos pensamos que Horacio hizo una crítica de los ricos que ya entonces  hipócritamente ensalzaban la vida rural mientras no renunciaban a los placeres y los lujos que les proporcionaba su estatus. Está en la orden del día, porque es el claro antecedente de los bobos (bourgeois bohemian) o scuppies como Brad Pitt, para entendernos. Sin embargo, digo, lo que más ha prosperado es la retahíla de elogios a la sencillez del campo mientras que los últimos cuatro versos que verdaderamente culminan el segundo épodo, están prácticamente en el olvido a no ser entre algunas, muy pocas, personas:
[...]
 haec ubi locutus faenerator Alfius,
      iam iam futurus rusticus,
omnem redegit idibus pecuniam,
      quaerit kalendis ponere (**)

De manera que la sarta de elogios la iba trabando mientras contaba sus monedas. Pues así todo. O mucho.

Michael Leunig

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(*) Dichoso aquél que lejos de los negocios, | como la antigua raza de los hombres, |  dedica su tiempo a trabajar los campos paternos con los bueyes, | libre de toda deuda, |
y no se despierta como los soldados con el toque de diana amenazador, | ni tiene miedo a los ataques del mar, | que evita el foro y los soberbios palacios | de los ciudadanos poderosos.
(**) Así habló el usurero Alfio | de todo ello, dispuesto a irse al campo a escape… y | recogió todo su dinero en los Idus, | pero ya busca prestarlo en las Kalendas.

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