18.12.11

Sodade

Si bô 'screvê' me
'm ta 'screvê be
Si bô 'squecê me
'm ta 'squecê be
Até dia
Qui bô voltà
Sodade (*)


sta noche ha muerto Cesária Évora. En las lenguas de la lusofonía diríamos "murió", cosa que no parece tan definitiva pero que para el caso es lo mismo. Fue "descubierta" a sus 47 años y llenó un espacio muy grande que nunca podrían haber llenado ni 100.000 trillizas de Julio Iglesias ni todas las indies "cutreposh" del mundo de la fonografía. Solo hay algo peor en el mundo del espectáculo que las indies y son los monjes shaolin. Y quiero hacer constar que yo he estado y muy a gusto en la Bodega Bohemia de Barcelona, que se extinguió el año 2000, creo. 
Hace unos años sacaron un disco con duettos y recuerdo, siguiendo con las comparaciones odiosas, como Caetano Veloso se desvanecía como la rosa de mantequilla de un pastel de bodas cuando entraba la voz firme, cálida, sabia, vivida, de la ex-alcoholizada Cesária Évora. Yo no sé si Cesária Évora bebió más o menos que Amy Winehouse, pero fumó como nadie y se ve que tenía unas cifras de colesterol HDL disparatadas y que a veces, cuando ya había abandonado el grog, se ponía morada de patatas fritas. 
A Bonnie Raitt, que viene del blues y no hace poco, se le nota en el mismo disco algo (muy poco) cohibida escorando al fado. A Pedro Guerra se le nota en su lugar. Parece como si Cesária Évora sin buscarlo pusiera a prueba los palos de los sombrajos de otros artistas. Su autenticidad, no su virtuosismo. Después cantó "Sodade" con Eleftheria Arvanitaki y ahí si hubo sinergia, por decirlo en griego. Dorota Miśkiewicz, de voz tan aterciopelada, también cantó alguna que otra canción, además de "Sodade".  
La saudade pasada por la morna es mucho más llevadera que en el fado, en toda su crudeza y a veces desgarro. El patois caboverdiano es casi como un portugués inventado para hablar con los niños pequeños. O suena como cuando Angelica Huston hace creo que de húngara en una película y dice con voz ronca   "ailalón in de guol" (I'm alone in the world, "estoy sola en el mundo"). Casi dan ganas de ponerse a bailar pero, evidentemente, como se baila en la morna, a la zozobra y en un espacio no muy grande y con esa sensualidad sin prisas de los isleños. 
En el álbum dejo hoy simplemente un recuerdo sentido por la caboverdiana y, lo que no es poco, una fotografía de Elisabete Miguel, amiga de Lisboa, de un gingko, ese árbol único en su especie también. 

Gingko biloba. Foto: Elisabete Miguel

(*) Si tú me escribes | te escribiré | Si tú me olvidas | te olvidaré | hasta el día | que regreses.

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