21.7.12

Encrucijadas

o voy a hablar de los cruceiros, esas cruces de piedra que hay en los caminos de Irlanda y Galicia. Pero si me detengo un instante en las encrucijadas, ya que antes hablé de los laberintos. Creo que alguna vez leí que fueron uno de los lugares donde se reunían las brujas, como si tuvieran algo de especial no ya las brujas sino los cruces. Y es cierto que lo tienen aunque simplemente nos recuerden con su sola existencia que no hay solo un camino, sino más de uno. Luego hay caminos que van a dar todos al mismo sitio, como le pasa a las "budelleras" de Collserola. Siempre pensé que ese apelativo hacía referencia a la maraña de senderos y caminitos que hay tanto por la solana como por la umbría de la sierra, pero no, hace referencia a los bedolls, abedules que en un tiempo hubo en gran cantidad. De bedollera se derivó a budellera y de ahí no creo que vayamos muy lejos. 
Aunque no me guste perder el tiempo ni que me lo hagan perder, tampoco me gusta correr, firme como estoy en la convicción de que en realidad hay poco que hacer y mucho menos a toda prisa. Servidora sueña poco y casi siempre lo mismo: tsunamis. Hubo una época en que también soñaba con una casa hasta que a la vuelta de un viaje por Xurís, Orense, en un punto muerto de la conciencia, cuando salía del sueño profundo pero aún estaba un poco adormilada, me vi en mi propio salón, que reconocí como el del sueño, aquel al que siempre había deseado llegar. Si no hubiera estado medio dormida y con esa especie de jet lag que tengo cuando regreso de Galicia, hubiera visto mi salón como siempre y no con extrañeza. Pero ahora ya solo sueño con tsunamis, como si ya me hubiera deshecho de mi duplicidad de casas. Si mal no recuerdo al poco tiempo de saber que el salón existía de este lado de la realidad, en cuanto empecé a soñar otro día que iba a la casa del sueño fue para venderla. Y así resolví en el sueño lo que quedaba por solucionar. Las catástrofes marinas me temo que no tienen arreglo y que me acompañarán hasta el final de mis días. Debo decir que tras cada  ola gigante siento un cierto alivio porque sé que tras la tempestad viene la calma.
*
El estreno de "Batman" ("The dark knight rises", Christopher Nolan, 2012) ayer en Denver ya habrán ustedes visto como acabó, con una pequeña masacre. Aquí solo conocemos las de ETA. Les esperaba a la salida el autor, no de la película sino de la masacre, que iba vestido como el antagonista de Batman, Bane, un terrorista de la República caribeña de Santa Prisca. Yo siempre he sido más de Batman que de Superman y me fastidiaría mucho que me estropearan la película no ya con la "realidad" del tiroteo y los explosivos, sino porque dudo mucho que apareciera Batman para salvarnos y poner a cada cual en su sitio. Enterrarán a los muertos, curarán a los heridos, James Holmes será juzgado como un psicópata y Batman no aparecerá ni se le espera. Y si apareciera sería, como ustedes comprenderán, porque alguien mucho peor que Batman, Bane y El Joker juntos le usurpase su identidad.
La única vez que me presenté a un premio literario del que apenas diré cuatro cosas para preservar la (identidad) de los aludidos, se habían presentado más de 1000 relatos. Ese premio no volvió a celebrarse, cosa que desacredita un tanto -por no decir totalmente- sus dos únicas ediciones. En una revista, en los pies de foto sobre el evento de la entrega del premio, había  lo que creo que fue una buena parte del jurado: Joana Bonet, Ana Caballé, Ana Mª Matute, Carlos Castilla del Pino, Arcadi Espada, Carmen Fernández de Blas, Carmen Romero, Antonia dell'Atte, Lola Herrera, Agatha Ruiz de la Prada, Beatriz de Orléans, Carmen Rigalt, Nativel Preciados, Mercedes Milà, Lucía Etxevarría y Alina Fernández, la "escritora, hija rebelde de Fidel Castro" (¿de la República caribeña de Santa Prisca?). Como en el penúltimo post podría apelar a la famosa frase de la cruzada albigense: "Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos". 
Yo ya sabía hacía tiempo que mi relato no iba a merecer consideración alguna, porque había oído hablar en la radio a Joana Bonet, con un entusiasmo descorazonador, de su selección de relatos de mujeres maltratadas, celosas, con hijos drogadictos y así. Aquel mismo día di el asunto por acabado y lo olvidé. Pero al poco tiempo recibí la fotocopia de las páginas de la revista mencionada, con el fallo y el relato, y unas líneas de un conocido al que hace años le perdí la pista. De hecho, el relato ganador resultó ser sobre una infidelidad. Y la gracia del caso es que conocí la ¿verdad? del fallo del premio porque me lo contó el compañero infiel: "Recuerdas el concurso al que te presentabas [...] con "Fondo azul" [...] Pues este año la ganadora [...] fue mi compañera durante diez años [...] Bueno, no fue una infidelidad total [...] tuve que no decir la verdad [...] Ella lo vivió como un agravio [...] Espero que no te moleste con este relato de intimidades [...] la vida es todo un círculo". 
No creo ser más indiscreta de lo que fueron ellos (la narradora premiada y el compañero infiel) al reproducir parte de ese mensaje. Lo que no sabía mi amigo es que unas semanas antes de todo ello, el 19 de octubre de 1997, en el vestíbulo de la Filmoteca, a la salida de "Poussières d'amour" (Werner Schroeter, 1996), allí estaba Maria Mercè Marçal, aún inmersa en la belleza de la película, "un recull de nombrosos i bellíssims fragments operístics (de Mozart, Verdi, Bellini, Puccini, Well, Wagner, Bizet i molts més).. amb la intenció de demostrar que la veu és la principal eina en la recerca de l'amor". Al final de la película se oía "Casta diva". Fue la última vez que coincidí con la poeta. El día después de su muerte, en el Tanatorio de Les Corts, el 5 de julio de 1998, al final de las intervenciones de algunos escritores, sonó precisamente "Casta diva" en su homenaje. 
Lo que no sabía mi amigo, digo, es que la poeta y yo estábamos en la sala de la Filmoteca en la segunda sesión del 19 de octubre de 1997, en asientos muy distantes. Y no lo sabe porque aunque él también estuvo en esa sesión se marchó a los cinco minutos de empezar la película. Lo reconocí claramente en la penumbra como una sombra chinesca atravesando el resplandor de la sala durante una serie de fotogramas luminosos y acompañado de la mujer que salía como la ganadora en las fotos de la revista que luego me envió. No sabe que el 19 de octubre de 1997 nos cruzamos.

Es una pena, ahora que pienso, que en los concursos literarios no hagan como en el de Eurovisión o en los exámenes de oposiciones, ni que sea para contrarrestar la mala fama que tienen de estar pasteleados. Es decir, sería bueno que el tribunal puntuara los textos presentados. Me hubiera gustado saber si había quedado entre los 800 primeros o los 800 últimos. Como contrapartida a mi única (*) presentación ante un concurso literario me surgió años después la de participar en el jurado de unos premios de poesía en gallego. Leí con escrupuloso detenimiento todas las poesías y no me fue difícil elegir las tres que me parecieron mejores y de esas la mejor. Sin embargo, dudo mucho de que en los premios muy concurridos y en los menos, se lean todos los textos y en su integridad. Lo digo con la mano en el corazón.


NOTA: uo!ʇsәnɔ ɐɹʇo ɐunƃu!u uә oʇuәʇu! opunƃәs un oƃɐɥ ou әnb ɐ| ɹod uozɐɹ ɐɯs!ɯ ɐ| ɹod o!ɯәɹd unƃu!u ɐ әɯɹɐʇuәsәɹd ɐ oʇ|әnʌ әɥ ou


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