27.7.12

Feos, vulgares y tontos

stán a punto de empezar los Juegos Olímpicos en Londres y por eso estos días se recuerda la amistad que contra todo pronóstico hubo entre Jesse Owens, uno de los más grandes atletas de EEUU y Carl Lutz Long, que representaba a Alemania, en los Juegos Olímpicos de Berlín del año 1936. No sé si ustedes podrán apreciar por la foto, que es en blanco y negro, que Long era blanco y ario. Y sin embargo fue vencido por Jesse Owens, algunas de cuyas marcas no se superaron hasta 1984, y por otro negro. Otra foto en la que aparecen juntos los dos amigos es en la entrega de medallas, la de bronce para Naoto Tajima, la de plata para Long y la de oro para Owens, donde se muestra al alemán haciendo el saludo nazi. El vídeo de la carrera de 100 m que le valió a Owens otra de las cuatro medallas que se llevó es muy bonito y nos permite ver como el público también hacía el saludo nazi durante la entrega de las medallas. La cara de disgusto y fastidio del dictador ante la victoria de Owens se ha querido usar para ilustrar su fobia a la raza negra y a partir de ahí se han inventado muchas cosas pero lo cierto es que al parecer el Führer felicitó o se encargó de que felicitaran por escrito y en alemán al afroamericano, y que Owens fue el padrino de boda de un hijo de Long. Las cosas como son.
Recordé el caso ayer, cuando leía una novela de Luis Landero, El guitarrista. Como el escritor hizo en su mocedad alguna gira de flamenco, no sé si antes o después de pasar por la Complutense, se le suponen unos conocimientos guitarriles, por lo que me llamó la atención poderosamente un detallito de nada en las primeras páginas:
"Y así comencé mi carrera de profesor. Pronto se corrió la voz y les di clase a otras. Te pagaban a lo mejor cuatrocientos, quinientos francos mensuales, te hacían buenos regalos, alhajas sobre todo, pero también un albornoz, un traje, una botella de licor. Las recibía y atendía en mi estudio, y ellas venían con su guitarrita para que todo fuese de lo más aparente. Llegué a tener al mismo tiempo nueve alumnas, y más de una vez se cruzaba una con otra en la escalera, haciéndose las ignorantes, pero las dos con su guitarrita, cada cual a lo suyo. 
—¿Quieres decir que te acostabas con ellas? 
—¿Acostarme? Les hacía de todo. Eran burguesas, muchas medio viejas, casadas, y buscaban sangre joven y audaz. Yo las recibía como a señoras que eran, pero al rato ya las trataba como a putas. Eso les gustaba, que las chulearan, que se tomaran libertades con ellas. Todas tenían sus caprichos, y cada capricho tenía un precio. Una de ellas, por ejemplo, traía siempre una botella de champán, se lo echaba helado por las tetas y yo lo recibía y se lo bebía en el coño. Un coño viejo y calvo, sumido, seco como el esparto, pero eso sí, distinguido y selecto, a juego con la lencería sutil que usaba. No sé por qué, pero hasta ahí se nota el poder del dinero."

Me puede llegar a resultar creíble lo del esparto y lo del champán, me puedo creer hasta la proeza sexual de las nueve "alumnas" simultaneadas, pero lo de que cargaran con sus "guitarritas"  por pequeñas que fueran no me lo creo de ninguna manera. No y no ¿Ustedes han cargado alguna vez con una guitarra, sobre todo con una guitarra en su funda rígida? Pesa no diré que como un muerto pero casi. A lo que si añadimos una botella de champán con esos culos de vidrio que tienen más pesados que arados, la probabilidad de que pueda transportarse todo (con un albornoz, una alhaja o los quinientos francos) es remota. Ahora, que si esto a Landero le servía para hacer más verosímil o gracioso el relato o para apelar a resortes de su imaginación o su memoria y regodearse, pues ahí ya es otro tema. Su torpeza agiganta el mérito por ejemplo de la película de ayer, "Barrios bajos", donde no nos queda ninguna duda de que el director conocía el percal. Y eso que hay que reconocer que hubo y siempre habrá pinchaúvas y aprovechados que verán en las burguesas hastiadas un filón.
Descartando que hacerlas cargar con la guitarra se trate de un mero error o goof, como lo es ponerle un reloj a un romano en un peplum, diremos en todo caso que es un ejemplo de escenografía mal traída o descuidada. Me importan no tanto los goofs y las anacronías como esas patrañas que buscan refugio en la narrativa como si la literatura fuera un lugar ideal para cobardes y cantamañanas, donde todo vale, no digamos la venganza. Ya decía en no sé cual post la semana pasada, ah sí, el de Marina Tsvietáieva, que me gustaría poder hablar no tanto de una literatura comprometida (y ya no digamos de compromiso) sino de una literatura responsable. Un respeto por los personajes y, otra vez, como modelo, Gustave Flaubert.
*
No hará falta decir que creo que habrá poca gente que le esté cogiendo tanta tirria a los ricachos y a los neoricachos como servidora. Y me fastidia porque lo que nos hace mejores y especiales, queridos,  son las filias y no las fobias. La repugnancia que me causan los profesores de yoga que para dar clases cogen el avión o la que me producen los gastos en subvenciones, la rabia que me da que me pregunten por unas señas y luego confirmen en otro peatón (mis tres manías de toda la vida) no son nada al lado del que me producen los sueldazos de los tiburones y las tiburonas, su mal gusto para las corbatas y sus bolsos a juego con fabulosos jaeces de caballos capados. Sobre todo desde que tengo la certeza de que actúan como si la crisis fuera algo que les ocurre a los demás, a nosotros que somos además de pobretones, vulgares, feos y tontos, muy tontos, que somos inferiores. Esos gerentes de los hospitales públicos  o de lo que sea que son conminados a reducir sus plantillas horizontalmente, mandan a sus hijos (por un decir) a mejorar su inglés a Irlanda o su chino en China o donde sea por no menos de chiquicientos mil euros, cosa que nos permite imaginar que alguna noción tienen de lo que da de sí esa cantidad. La gente que está en el paro tiene hijos también, que deben de ser vulgares, feúchos y tontos, muy tontos. Pero esa gente a quien se les ha subido el sueldazo fijo a la cabeza no sienten nada, ni siquiera cuando (por un decir) que te quiten un tapón de cera del oído es una espera de dos meses o más. Están como desdoblados o simplemente son inhumanos y diferentes.  Con la indemnización que se les da a uno de estos monstruos cuando los cesan o los recolocan se pueden operar cosa de 28 insuficiencias mitrales complejas si la válvula es artificial; si es orgánica sale más caro. 

Por cierto, hace siglos que no veo una chapa-medalla de chorizo. No sé qué daría por conseguir una.

Carl Lutz Long y Jesse Owens, medallas de plata y de oro en salto de longitud en los Juegos Olímpicos de Berlín (1936)

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