20.9.12

Animales de costumbres

a fotografía de hoy no es para ilustrar el atractivo mundo del diseño, sino como homenaje al mundo de la radiofonía. Como la radio de la imagen o parecidas, incluso de color pistacho o vainilla, hay montones. Raymond Loewy, que es considerado el padre del diseño industrial, también hizo algún modelo, pero el de hoy me parece muy simpático, aunque no sé si mi casa soportaría un objeto así que haría mucho más ostensible la sencillez y hasta sobriedad de que me gusta rodearme. Este tono de verde marmolizado es además algo que solo podría pasar desapercibido en un baño, como calentador de cera depilatoria, al lado de una de esas pastillas de jabón tutti frutti que recuerdan el turrón de frutas confitadas. O podría pasar por una tostadora de mentira en el cuarto de unos niños.
Esta radio es de estilo Art Déco, según reza su vendedor, pero es de los años 40 y la fabricó la General Television Radio Corporation of Chicago como modelo 5A5. Por extraño que parezca hay otras, como digo, que se le parecen. Hace años que vengo siguiendo el paralelismo que hay entre los diseños de las radios y las zapatillas de deporte, que por suerte ahora están despojándose de todas esos parches como intergalácticos tan llamativos. Admito que yo no voy a Collserola sin mis zapatillas de runner o, según la ruta, de trekking, pero también debo decir que las llevo por cómodas y porque son buenas para mis pies y para la marcha, no porque me guste su diseño externo. De un tiempo a esta parte Adidas había recuperado sus oldies tribarradas que a mí solo mirarlas me producen tendinitis, pero en general se ha diversificado la oferta y aunque alguna que otra extravagancia -no solo en el precio- surge de tanto en vez, como ahora la torsión, por lo menos ya no hace falta calzarse con parches plateados como de astronauta o queen. Aunque no es el tema de hoy, me sorprende la cantidad enorme de blogs que hay sobre zapatillas y marcas y la de posts que hay sobre la moda de correr descalzos en Nueva York, donde yo nada más llegar tuve que descalzarme con un terror que ustedes me disculparán si les digo que el Aeropuerto Kennedy no da pantuflas de usar y tirar y no está tan limpio ni mucho menos como los nuestros. Yo no correría descalza no ya por Nueva York, por ningún sitio. Y eso que hace años que no veo una jeringa. Todo esto de las zapatillas y de correr descalzos nos da la medida de la mística e iluminadismo de algunos corredores.
Aunque escucho la RAI y otras emisoras extranjeras a través de internet, siempre -esté en casa o esté en el trabajo- uso un pequeño receptor de FM/AM incluso para escuchar música clásica. Serán manías o rarezas, pero es que me gusta así. Nunca fui una obsesa del sonido, aunque sé que el formato MP3 es un insulto para los oídos, por groseros que sean, que los míos lo son, ya que parte del fundamento de haber prescindido de gran parte de la información que ofrece cualquier ejecución musical es la excusa de que el oído humano no la percibe y está en el umbral de lo que podemos llegar a apreciar. La música sin vibración es como una tortilla de patatas de huevina, margarina y patatas chips. Gracias a los formatos nuevos podemos transportar una barbaridad de registros y compartirlos, pero nada emula la música interpretada en toda su plenitud con instrumentos que están al filo del dichoso umbral. Y sin embargo, el transistorcito que tengo en casa y el que uso en el trabajo cuando estoy sola, me hace como compañía, me parece más cercano. Pues así todo. Tomo el café amargo en casa y azucarado cuando estoy por ahí. Son costumbres.


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