8.9.12

Cobardes, viejos, salvajes

uy pocas veces cedemos al feísmo para ilustrar el Álbum, pero pienso que el post de ayer quedó algo enigmático en lo gráfico, demasiado lírico, y habrá que remediarlo con un ejemplo cualquiera de lo que dan de sí las redes sociales. El corte que he hecho lo saqué del Facebook de una amiga. Aunque le expresé mi malestar con un mero emoticón :-( dado que su respuesta no fue satisfactoria y para ahorrarme futuros sinsabores o sobresaltos ya no está en mi página en ese engendro. La imagen plasma el estado más actualizado del muro de procedencia de la broma a las 6 de la mañana y he recortado los nombres de los perfiles como se puede ver. Curiosamente, pero sin que constituya una prueba estadísticamente representativa, no hay entre esos comentarios ninguna incorrección ortográfica ni ningún insulto. De hecho, para evitarme también esos excesos de la realidad, no he mirado más arriba entre los comentarios anteriores.
Yo no sé si es necesario que añada explicación alguna a esta barbaridad y estupidez. Creo que no. Es que sentiría que hacerlo sería tanto como justificarme yo, cuando lo que se esperaría es que las personas que han puesto un "Me gusta" con la única mano con la que no se están tocando las narices sí lo hicieran. Y que no fuera algo así como "en Galicia se come muy bien" o "tengo un par de amigos gallegos". Ya sabemos que el "Me gusta" de Facebook, aunque tiene la virtud de funcionar como un interruptor -ahora me gusta, ahora ya no me gusta, ahora me gusta- tiene el defecto de que puede dar calor a una fotografía en la que un pacifista se quema a lo bonzo o a una adúltera lapidada o a un perro maltratado de los muchos que se ven en ese invento infernal. Pero yo diría que los usuarios tienen la facultad de abandonar ese hábito o tic flojo de clicar la mano hacia arriba.
Me acuerdo cuando fue el verano pasado la crisis de los pepinos, que de verdad que me aspen si recuerdo en qué quedo. Lo que si me acuerdo es de que en un momento dado se denunció que en Alemania se señalaran en un puesto de frutas que unos pepinos eran belgas, como quien "no son españoles". Lo que se denunciaba es una campaña abierta contra los productos de nuestro país de signo xenófobo, cuando en el peor de los casos lo que se puede decir de esa práctica comercial es que es proteccionista.
Ese verano de 2011 estuve unos días en Alemania, en varias ciudades y pueblos, y pude ver que es lo normal que en todos los productos, incluso en los que no están envasados, como la fruta o la verdura que se vende en algunos mercados callejeros, se indique su procedencia: queso de tal sitio, tomates de tal otro sitio. En el supermercado en el que yo suelo comprar habitualmente las etiquetas también indican la procedencia ("manzanas de Chile", "judías de Valencia") y supongo que responde a una de esas normativas con las que cosen a los vendedores de todo tipo de mercaderías.
La otra cuestión que quería comentar es que en los años 80 un primo de mi madre que residió prácticamente toda su vida en Hamburgo, tuvo una larga enfermedad que finalmente acabó con él cuando no tenía ni 50 años. A lo largo de su dolencia podía haberse venido a España ya que tenía un piso en La Coruña y algo de familia tanto en Barcelona como en Finisterre. Pero decidió quedarse en Hamburgo y en una de las ocasiones en que hablé con él por teléfono me decía que allí estaba la mar de bien, que le habían puesto su psicóloga, su asistente social, que en Navidad le llevaban regalos. Jesús hacía años que había perdido a su familia y sólo le quedaba un hermano alcoholizado del que medio se encargaba alguna prima del lado de los García, que no del lado de los Marcote, que son los del mío. En los últimos meses de su vida, cuando el sistema de salud alemán le declaró terminal, es decir solo sujeto de cuidados paliativos, también se liberó un mecanismo por el cual el que tiene dinero y no tiene cargas familiares (ni hijos ni padres en situación de dependencia), se tiene que pagar su asistencia sociosanitaria. Nuestro primo tenía como digo un piso en La Coruña y otro en Hamburgo, los dos de su propiedad, y tenía ahorros porque había trabajado toda la vida en la marina mercante y no era ni malgastador ni nada que se le parezca. Como digo, podría haber recibido atención médica en España, pero eligió la de Alemania. En los meses en que estuvo en cuidados paliativos, cada mes le teníamos que enviar cosa de medio millón de pesetas para cubrir el pago de los servicios. Y es que en Alemania, como en Holanda creo que también, la atención médico de un enfermo terminal sin descendencia, etc., la tiene que pagar él.
La verdad es que yo considero totalmente justificable y hasta respaldable esa política, porque defender que sus ahorros a su muerte nos los quedáramos nosotros o cualquiera que tuviera derecho a la herencia legítima es desatinado, sobre todo cuando es a costa de un engranaje, el sanitario, que es muy costoso y que nos gustaría que permaneciera público y gratuito. A todo lo cual no tengo nada más que añadir que cuando se murió Jesús gobernaba en Alemania Helmut Khol, de la CDU (Unión Democrática Cristiana), el mismo partido al que pertenece Angela Merkel. 
Cada cual es muy suyo de sentir simpatía por una ideología o por otra. En este caso no veo la afinidad entre los dos líderes de la derecha español y alemana y Francisco Franco y Adolf Hitler, pero casi siempre observo que esas burdas equiparaciones tienen que ver con una manera muy tosca de defender sus propia ideología una parte de la llamada izquierda. Me alarma sobremanera que se recurra a estos argumentos, de manera recurrente, mientras se quedan sin otros. En Cataluña concretamente asisto cada día, en mis 10 minutitos de noticias radiofónicas, a la constatación de que por no hablar de los desmanes del Tripartit, se recurre constantemente a los males que provienen del Estado centralista. El tejido industrial y comercial de Cataluña se ha ido desintegrando a cambio o a favor, que no lo sé, de una maquinaria burocrática fantástica (en los dos sentidos de la palabra fantástica) y de unas invasiones turísticas en las que casi se fundamenta gran parte de nuestra economía. Este echar pelotas fuera es un poco como los neocaciques sudamericanos apelando al indigenismo más montaraz contra España, cuando en realidad los descendientes de los conquistadores no tienen ninguna o gran culpa de lo que pueda ocurrir en países como Argentina, Venezuela o Cuba ¿Qué tendrá que ver el Milanesado con la peste bubónica del siglo XIII? Seguramente alguna relación hay, pero como la que hay entre el agujero en la capa de ozono y mi pollo enculado al horno, remota.
El silencio clamoroso con el que a veces se reciben algunas entradas de este blog tienen que ver no tanto con el desinterés que inspiran como con el temor a meterse en jaleos. Algo sobre lo que se podría hablar mucho, en contraposición. Y sin embargo, el ruido y el polvo que levantaría el mismo cartel si en vez de gallegos fueron por ejemplo andaluces o catalanes, no lo quiero ni imaginar. Entonces hubiera sido el crujir de dientes. 
Aunque yo prefiero hablar de las flores del melocotonero no me queda más remedio que hacer la pequeña crónica de estos momentos, en especial donde otros callan sea por cobardes, por viejos o por salvajes.


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