27.9.12

La memoria de los peces


«A ver, no lo he pillado bien, ha
 dicho o "Que vayamos a la parte
 posterior de la cabeza" o "Que vayas a
 por un postre y una cerveza"»
Dory en "Buscando a Nemo", dentro de una ballena

ndan los científicos empeñados en demostrar que la memoria de los peces va más allá de los tres segundos inmediatos a un suceso, cosa que siempre me había parecido además de inspiradora buena. Pero parece que no va mucho más allá, que es cuestión de meses. El episodio del pez cirujano azul, Dory, en "Buscando a Nemo" tiene que ver además de con su recalcitrante amnesia anterógrada, con la ludolingüística (hablar en "balleno") y con las distorsiones de la comunicación, algo que he padecido los últimos días en mi vida personal y privada de forma tan acusada que si no me explotó la cabeza entonces creo que ya no me va a explotar.
Aunque la escena en que se habla en balleno es muy divertida, ahora me interesa más recalar en la cosa de las distorsiones en la comunicación y la amnesia, dos factores que atropellan tantas veces nuestra vida diaria y que a veces la hacen impracticable. Memoria de pez es la que tienen muchas veces los servicios con atención telefónica puesto que cada vez que llamamos, aunque sea por el mismo caso, tenemos que volver sobre lo andado y defender nuestra situación como si fuera nueva. Memoria de pez es la que tienen la mayor parte de las personas que han sido zarandeadas por la medicación antidepresiva, el estrés, el avejentamiento cerebral, los excesos del tabaco y el alcohol o hasta la marihuana, el atolondramiento, la falta de atención y todas las condiciones que en realidad tienen que ver con una especie de analgesia anestésica u olvido terapéutico
La falta de atención tiene dimensiones pandémicas. Desconozco lo esencial de lo que es el TDAH  (trastorno por déficit de atención con hiperactividad) infantil, aunque sé que no es raro. También se habla de unos años a esta parte de las dificultades que tienen no ya las víctimas de la LOGSE sino todo hijo de vecino para ocupar su atención en un texto que sea más largo que lo que da de sí una pantallita del móvil o un tuit. Por aquel entonces ya me vi una vez hablándole a una escritora de que en realidad tenía los días contados, que la lectura cuidadosa, interesada, a conciencia de un texto de extensión media o larga era casi una quimera. Esto lo hemos experimentado hasta los que tenemos un bloguillo y un buen día nos damos cuenta de que por lo que se extrae de un comentario se nos leyó en diagonal o hasta en espiral y eso muy rápido y espasmódicamente. Hay muchos estudios, incluso ópticos, sobre la lectura, de manera que tampoco es aquí donde nos vamos a detener. Pero también me comentan conocidos que imparten docencia en primaria, secundaria y terciaria, que comprueban con estupor al pasar los exámenes que algunos estudiantes tienen dificultades para incluso interpretar bien las preguntas de un cuestionario, aunque no tengan trampa. De manera que por falta de atención y no por congraciarse la magnanimidad del examinador contestan lo que saben, les pregunten lo que les pregunten. Si no fuera porque hace reír haría llorar.
Me atrevo a decir, yendo un poco más allá, que incluso la cinefilia y la melomanía indican -además de una popularización de la cultura- una cierta indolencia. Y es que para ver una película o escuchar música no es necesaria ni mucho menos la atención y el vigor mental que requiere leer un libro. Es más, muchas películas y muchas melodías se recrean en imágenes y sonidos cuya única función es que su consumidor se quede ahí no ya embelesado sino atontolinado y colgado como un fuet (esto es, "longaniza") en el mantra del celuloide convertido en fondo de escritorio replicante o fractal y del pop convertido en salmodia machacante o quejicosa. Por eso queda el escueto territorio de los 140 caracteres y poco más. 
Desde que empezó mi cuaderno de bitácora incorporé las negritas, que son cosa que procede de Paco Umbral y que no sé si inició en su colaboración diaria en "El mundo" o si se lo llevó de su colaboración también diaria en "El País". Luego he visto que la cosa ha proliferado (incluso algún bloguero lo ha aplicado retrospectivamente) y debo decir con el corazón en la mano o con la mano en el corazón que no tengo la menor idea de si sirve para algo. No ya para que el robot de Google discrimine mejor entre los resultados, sino para facilitarle la lectura a quienes se aventuran a pasear los ojos por un texto. No lo sé y me costará creer que alguien lo sepa, aunque estoy predispuesta.

Siempre he sentido una gran fascinación por el mundo acuático, especialmente el marino. En mis lecturas infantiles me evadía fácilmente a los mundos que recreaban Robinson Crusoe, La isla del tesoro, Los viajes de Gulliver, Veinte mil leguas del viaje submarino. El sónar de "Viaje al fondo del mar" (Irwin Allen, 1961) aún me transporta al azul absoluto, el fondo pelágico y profundo de las entrañas del océano. A veces cambiaría de todo el mucilaginoso patrimonio sentimental de esta generación nuestra que no tiene remedio por la limpia mirada de un ejemplar de Sphaeramia Nematoptera (pez pijama cardenal) por . Y saldría ganando.

Sphaeramia Nematoptera (Aquarium Finisterrae, La Coruña)

"Creerán que nunca fue cierto que muchos de nosotros vivimos unos cuantos años atrás en un país en el que alguna vez a los españoles nos pareció posible ventilar en la taberna lo que no habíamos sido capaces de resolver en la guerra" (José Luis Alvite, Hubo un tiempo, "La Razón", 27 de septiembre de 2012)

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