9.9.12

Los placeres y dulzores

s muy famosa la serie de retratos alemanes de August Sander (1876-1964). Ayer, ya que tenía que acercarme por el barrio de la Trinitat Nova, me pertreché con la cámara fotográfica porque hacía tiempo que tenía ganas de captar escenas callejeras de un distrito normal, de gente trabajadora que el sábado sale a comprar, a pasear el perro, a tomar un café en el bar de la esquina. El Ensanche no es Barcelona. Pero está claro que aunque estaban todos los elementos, mis fotos eran lo que se dice robadas y además no es tan fácil. También sé las ganas hacen mucho, sobre todo si son profundas, intensas. Yo tengo muchas ganas de que la gente que llamamos normal sea reconocida, sin necesidad de que haga nada prodigioso ni escandaloso o de que tenga una enfermedad atroz o sea la víctima de un crimen pasional.
Lo pensaba el otro día cuando me miraba creo que en el National Geographic los diez animales más raros del mundo, que resultó que luego estaban presentados como si fueran pokémon: la sanguijuela rex, el pulpo morado, el murciélago yoda, el caracol ninja, el mono estornudador de nariz respingona, el pez gato comedor de madera, el sapo simpson (que en realidad se parece a Mr. Burns), el lagarto autoclonable, el calamar gusano y el pez rosado con manos. Seguramente su rareza los preservará, aunque al parecer el lagarto autoclonable (Leiolepis ngovantrii) hace años que es un manjar vietnamita y su supervivencia está más que asegurada porque son hembras que sin la intervención de ningún Leilopis ngovantrii macho se reproducen ellas mismas clonándose, por partenogénesis. Aunque también se dice que al no evolucionar es más vulnerable a su extinción. Cuando vi la fotografía me recordó, no sé porqué a Lady Gaga, que me parece que es una mujer y que es mucho más llamativa que este lagarto.
Pero no es de las rarezas de lo que quería hablar sino de los retratos. Y con todo volveríamos a eso mismo, porque ya lo dijo Ramon Llull -jo em meravell- cuando apreció la gran variabilidad que hay en los rostros de las personas y en general en su apariencia. No hace falta irse a América, donde hay tantas razas mezcladas y no por partenogénesis, para ver lo inagotable que es la forma de los semblantes, el color de la piel, de los ojos y el pelo, de los labios. También nos sorprende el parecido de las personas, aquello del fenotipo.
Anteayer decía lo envidiable que me parecía la impasibilidad y la casi indiferencia de Tuya, la finlandesa, ante las astracanadas de una colega. También siempre he codiciado poder hacer un buen retrato, sobre todo literario. Creo que codicia viene de cupiditas y que en su origen, también en la tan despreciada lengua gallega (cobizar) , se acerca más al anhelo que a la avaricia, más al deseo que al interés. Siempre admiré a los autores, concretamente los novelistas, que son capaces de hacernos figurar cualquier personaje con solo darnos unos apuntes sobre sus rasgos físicos, su manera de andar. Y en los retratistas fotográficos su capacidad de captar el lado bueno, el mejor ángulo, incluso en los que no somos fotogénicos. En mi incompetencia hay mucho de pudor. Por eso supongo, hace un par de años, un fotógrafo que es también o sobre todo un pintor, me dijo: "Usted dispare y luego pida perdón".
Estos días se habla de "El placer de escribir", que no sé muy bien qué formato tiene, pero que me parece que es un coleccionable de Planeta-Agostini que dirige la escritora Espido Freire al objeto de ser un instrumento de autoaprendizaje para los noveles con uve. Freire en su web se presenta como escritora y empresaria, dos habilidades que hoy en día se diría que son indisociables, a no ser que se destaque en una de las dos de una manera portentosa y hasta descomunal, para lo cual lo demás es innecesario. O no, no sé. Esto de los talleres de escritura y demás es muy americano -como se suele decir- y estaría entre esas costumbres que se han apoderado de nuestra vida social. No está desconectado de la autoayuda, la terapia de grupo y toda la matraca que tiene que ver con socializar y con que todo puede ser aprendido o enseñado. Y ahí siempre llegarías al mismo dilema de siempre, si somos capaces de hacer lo que hacemos porque disfrutamos meramente o si necesitamos el calor de los demás, incluso su aprobación, para sentir que lo que hacemos tiene mero sentido.
Yo no voy a cuestionar la utilidad del coleccionable, seguro que la tiene, pero bien es verdad que el afán hace mucho y que incluso, si se me permite ir más lejos, sin afán todo  es rocío de los prados, aún más de lo que ya es.


Colección "20. Jahrhunderts" (Gente del siglo XX). August Sander

Los plazeres e dulçores
desta vida trabajada
que tenemos,
non son sino corredores,
e la muerte, la çelada
en que caemos.
Non mirando a nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño
y queremos dar la vuelta
no hay lugar.
Jorge Manrique, Coplas


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