9.10.12

206 huesos

"Querido amigo, la labor
que realizo puede que sea menos importante que la de un médico, pero 
ambas actividades están sujetas a una misma deontología profesional, la cual 
me impide revelar
a terceros cualquier dato de índole privado 
sin autorización expresa de mi cliente" 
(Oligofrenio Tremebúndez, escena del detective  Florentino Marlowe Llorens 
recibiendo a Lucas Quílez, Psicoquílez

or una ucronía de la que sería la última o de las últimas sorprendidas, veo en el blog del Crítico Constante una imagen de Antonio López, precisamente hoy que les tenía preparada esta lámina tan bonita. Del mismo cirujano y artista, el escocés Bell,  tenemos un cuadro muy famoso, el "Opistótonos" de 1809, que muestra la hiperextensión y espasticidad de un enfermo con una infección tetánica adquirida en La Coruña, por heridas en las guerras napoleónicas o de la Independencia. Ya sé que a muchas personas no les parecerá nunca bonito un cuerpo espasmódico, pero los médicos y el personal sanitario en general necesitan para su aprendizaje de estas ilustraciones, que llegan allí donde el lenguaje solo dejaría una estela de términos a cual más largo.
El cuadro hiperrealista de Antonio López muestra un enfermo hospitalizado tal cual. Bueno, sondado. Hace años que vengo denunciando a mi manera, es decir aquí y poco más, que hay una especie de estilo predominante en las webs de los hospitales, en los que suelen aparecer un niño con un futbolista, una anciana sonriente en su camita y todo aquello. Yo no sé si esto nos viene de los Estados Unidos, como las fiestas pijama, el  Halloween y los actos de graduación, aunque esas imágenes intrahospitalarias tienen el objetivo de conmover los reacios bolsillos de patrocinadores y de formar parte de las campañas no menos edulcoradas de fundaciones y demás. La Sanidad es costosa porque está imbricada sobre un arsenal tecnológico en clara carrera hacia lo impalpable y unos expertos cada vez más especializados.
Por una vez voy a ceder a la tentación de explicarme y diré que sí, que convengo en que una visita de un futbolista famoso a un niño forofo, al niño le ilusiona enormemente y le consuela y hasta le puede llegar a resultar terapéutica. Pero como ya dejé caer con el post sobre "Pulseras rojas" estoy un poco harta del cáncer y de los litros de almíbar que segrega su captación de recursos, de pena y de conmiseración, de chantaje emocional. No es que esté harta de la enfermedad en sí, que parece que todos padecemos, padecimos o padeceremos, a no ser que tengamos un accidente de tráfico o un ataque al corazón. Gente que se muera "mientras dormía" , como Santiago Carrillo, es la de menos. Pero también habrá que recordar que no hace tanto un tumor podía ser horrible y que hasta que no se instauró la morfina y la analgesia como algo normal y pautado, tuvieron que pasarse unos tormentos tan espantosos como inútiles. De manera que, para abreviar, porque solo dispongo de quince minutitos, simplemente diré que yo trato a todo el mundo como si estuviera enfermo, aunque no lo esté. Y, punto dos, que de los dibujos que más me atraen en la ilustración médica, siempre son los del esqueleto. De ahí la elección de esta lámina, aunque también hay algunas muy bellas de otro cirujano inglés, William Cheselden (1688 –1752). El detalle de Bell de incluir el cráneo de un recién nacido me recuerda a cuando los ilustradores botánicos se desviven en dibujar las plantas en sus frutos, en sus flores y en sus cambios durante las estaciones, aunque ya sabemos que solo se producen a la vez en su demostración botánica artística o científica. Parece que el recién nacido tiene más huesos que el adulto (206), pero esa no es la materia del post.
El tiempo se me acaba y no puedo omitir la consideración nada obviable de lo socorrido que es criticar  la mórbidez.  Ni siquiera nosotros que nos queremos tanto y que estamos acostumbrados a la imaginería del martirio de Cristo  sabemos ver en todo ello solo el fruto de un gusto y de una época sino que bajo tanta llaga apreciamos también el primor de una talla bien ejecutada que trasmite la pasión.  Recuerdo cuando en enero de 2009  en Santa Maria della Vittoria (bien cerca del Quirinal) vi una enfrente de la otra, a cada lado del tétrico transepto, la Santa Teresa de Bernini en éxtasis y una urna con el cuerpo incorrupto sórdidamente cubierto de cera de Santa Vittora, vergine e martire, que había sufrido el martirio durante las persecuciones de Diocleciano. Allí estuve yo un día frío, entre Santa Teresa y Santa Vittora, entre el éxtasis y el martirio.
Pero estamos apurados y la prisa nos lleva como en un álbum a otra imagen, también de nuestro acervo religioso, pero un tanto gentil, la Marta de Velázquez, de quien ya tratamos aquí para señalar entre otras cosas que: "Lo bonito del cuadro de Velázquez es el contraste entre la escena de Jesús con su hermana María [la hermana de Marta], que incluso parece un cuadro dentro del cuadro, y la de Marta en la cocina."
Esta superposición de escenas de Marta de Betania se dan en el mismo tiempo, coexisten, no como en las ilustraciones botánicas, donde se amontonan diferentes estados de la flora para tener una noción más completa de cada especie. Y yo voy pensando que en los hospitales públicos va a pasar algo parecido a los maravillosos cuadros de Velázquez, que vamos a asistir a realidades superpuestas. Aunque -perdonen si me apresuro pero el tiempo me empuja-  la gente habla más que nada de la tasa del euro sobre las recetas, esa es solo la parte más visible del iceberg. Y lo es porque implicó a los farmacéuticos, que han ido asumiendo una parte de la administración de los medicamentos por esa propiedad transitiva que les ha impuesto unilateralmente el gobierno autonómico.  Pero no se habla tanto de otra realidad superpuesta, la de que no tenemos noción tan clara de cómo anda la lista de espera quirúrgica cuando sí la tenemos de la prima de riesgo, o eso de que les hagan llevar los pijamas a la gente (cuando se supone que la lencería pública garantizaba la higiene, sobre todo, por un decir, la de los lesionados medulares), etcétera. No se habla de que en los hospitales de crónicos se ha empezado a facturar o no- según las rentas- la medicación y los gastos que podríamos llamar de hostelería. Tampoco se habla de que en los hospitales de agudos pronto será visible el hecho de que a los enfermos o a sus familiares les ofrezcan determinadas mejoras a cambio de satisfacer un importe. Sería algo así como "si quiere toalla limpia, eso se paga", "si le operamos con esta prótesis que vale tanto en vez de con esta otra que vale tanto, tendría que cubrir la diferencia", cuestiones las dos que ejemplifican ya el día a día normal de cualquier ingreso en un hospital privado.  
Todas esas cuestiones monetarias puras y duras no me preocupan ni la mitad de la mitad de lo que me preocupa el hecho de que las especialidades médicas con mayor capacidad para obtener financiación (p.e. la Oncología) se enriquecerán  y magnificarán, mientras que las que no la tengan se depauperizarán, desequilibrio que nada tiene que ver con la ciencia médica exenta de todos los condicionamientos de las modas y la industria farmacéutica.

Essays of the Anatomy of Expression in Painting (Charles Bell, 1806)

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