31.1.13

Las imperfecciones

"El erudito Giustiniano escribió un tratado sobre pintura años más tarde, en el que, reflejando las convenciones jerárquicas de su tiempo colocó las flores y «otras menudencias» sólo en quinto lugar en una escala de doce grados, pero también mencionó que Caravaggio le dijo en una ocasión «que es tan difícil pintar un jarrón de flores como un cuadro con figuras humanas»" (*)





eo hoy en "La Voz de Galicia" una imagen impagable captada por Paco Rodríguez, de una mujer coruñesa transportando unos cuantos manojos de grelos en la cabeza a la manera aldeana. Entre que por Barcelona no es que se vean muchos grelos y que también va siendo cada vez más raro ver las mujeres llevar peso o avíos en la cabeza, la alegría al ver la fotografía ha sido no diré que doble -porque la alegría poco tiene que ver con la aritmética- pero sí en el grado del alborozo. Anteayer le decía a mi profesor de dibujo, que es valenciano, que así como la luz que hay de Andalucía y Murcia al Levante y luego a Cataluña refleja un gradiente conciso y característico que va suavizándose, los verdes del norte también son distintivos según estemos en el País Vasco, La Rioja,  Navarra, Asturias o Cantabria. Los grelos pues me recuerdan exactamente algunos de los verdes de Galicia, más o menos a semejanza de aquel cartujo a quien la col lombarda le recordaba el chorizo de su tierra (y habida cuenta de lo frugal que es la dieta de su orden).
La otra alegría de hoy fue encontrar esa cita de segunda o tercera mano de Caravaggio, sobre la dificultad de pintar un jarrón de flores (y "con flores", se entiende). Dentro de mis posibilidades, que son menos que ínfimas, lo sé bien. No conozco más que superficialmente la obra de este pintor por lo que para ilustrar su afirmación solo remitiré al cuadro del "Muchacho con cesto de frutas" (1593), a un detalle de una pera de "Muchacho tañendo el laúd" (1595) y a la "Cesta de frutas" (1596). Se ha hablado y escrito mucho sobre esas frutas devoradas por los gusanos, los insectos y las marcas de hongos, que lejos de mostrar una turgencia y lozanía perfectas, lo que muestran son unos frutos que están más que maduros e incluso con alguna señal, como las de la pera del tañedor de laúd machucada por el cesto tal vez. 
Giovanna Garzoni, que nació el año 1600, también en sus bodegones implica detalles que nos recuerdan el paso del tiempo y no es raro que aparezca alguna mosca o un abejorro, aunque en su caso son como heraldos del verano, de la calor, de la vida. Se ha querido ver en la sazón de los fruteros de Caravaggio una simbología cristológica. Incluso se dice que hay en la historia del arte bodegones asociados al culto mariano (lo serían los limones de Zurbarán, si reparamos en ello) y otros asociados a la Pasión de Cristo. El año pasado a mí me salió una manzana starsky casi a un mes de la putrefacción. Aunque la verdad es que no sé si ahora la fruta se pudre, con tanta ingeniería genética.
Ya no sabe una qué hacer para contagiarles mi interés por el arte botánico, que es inagotable, prodigiosísimo, a pesar de que mis primeros pasos en el dibujo son cualquier cosa menos satisfactorios. Ya conozco la dificultad de que habló el artista milanés.
Aunque el arte rupestre era de animales, en cuanto pasamos por el Neolítico ya le tomamos más interés a las plantas e incluso a las flores. Y dejando a Caravaggio o a Garzoni y tantos otros aparte, la presencia de los insectos apunta a señalar la proporción de una especie vegetal y su hábitat, su forma de reproducirse. Y en los libros naturalistas lo propio es encontrar que una planta muestre su flor y su fruto y su todo de una vez, cosa que normalmente no ocurre en la realidad.
Cuando antes la gente hacía la pregunta de qué se llevaría uno a una isla desierta, yo pensaba en las obras completas de algún clásico, unas tijeras para cortarme las uñas y en manzanas. Hubo un tiempo en que me guardaba las semillas de alguna manzana que me hubiera comido, porque en el sabor de cada semilla encontraba un crisol de todas las características concentradas del fruto, de su olor y de su gusto. Después he sabido que la verdadera naturaleza de la palabra "integral" apunta a la condición que tiene un alimento de poder ser reproducido (no estoy segura de estar diciéndolo correctamente desde el punto de vista científico). Es decir, un donut nunca será integral porque no podemos plantarlo y esperar que de él salgan donuts. Pero sí podemos plantar una manzana y esperar sus frutos.

"Muchacho con cesta de frutas" (Caravaggio, 1593)


Detalle de "El tañedor de laúd" (Caravaggio, 1595)

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(*) Cita tomada de la Wikipedia del texto de Andreas Prater, “El Barroco” en Los maestros de la pintura occidental, Taschen, 2005, pág. 228.

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