14.1.13

Post 918: la única realidad

"La única verdad es la realidad"
Aristóteles






asi sin pensar diría que hay tres cosas por las que estaría dispuesta a pagar su justiprecio: 1) ver el Mas Pujol por dentro, 2) ver a mi madre vestida de torero y 3) asistir a la inhumación del panteón (*) que están haciendo estos días en el Cementerio de San Andrés. No hay que descartar que por las vueltas que da la vida algún día pueda entrar en la casa donde más o menos desde la Alta Edad Media hasta los últimos años de la década de los 50 vivió una familia con grandes propiedades que llegaron desde donde yo vivo hasta el segundo Hospital de San Pablo, el modernista. Sospecho que el interior se conserva más o menos como lo dejaría su última inquilina, que había nacido en Cuba y que creo que ya no era descendiente directa. Por lo menos en lo que respecta a las cosas sin valor o con un valor simplemente histórico. Además la distribución de las masías suele ser una acumulación de estancias y un laberinto de dependencias que las hace muy atractivas. El Mas Pujol (dicho sea sin la menor sorna, porque los dos políticos no se han emparentado) o "Can Fargas" sería lo contrario a un no-lugar, aquellos espacios sobre los que trató Marc Augé, como lo son las terminales de los aeropuertos, los grandes almacenes y por definición cualquier gran edificio donde acabamos perdiendo hasta la orientación pero porque son alienantes. Yo creo que Can Fargas tiene un masover vigilante para impedir que los okupas conquisten la casa, en la que parece que algún día se hará una escuela municipal de Música.
Lo de ver a mi madre vestida de torero tiene la dificultad en las medidas de la taleguilla y en general en la talla del traje. Pero la dificultad de asistir a la inhumación del panteón nuevo estaría en conseguir que algún empleado del cementerio me avisara. El panteón tiene tal cantidad de mármol en la losa y en su perímetro y en esa especie de frontal con arco que le pusieron, que había para hacer 70 cocinas. Ya grabaron las letras de Familia [...] y en el arco hay unos caracteres en armenio, cosa que me permitió identificar al difunto en una esquela de Serveis Funerales Integrals como R. [...], 62 años, fallecido en enero de 2012 en Barcelona. Como nunca he visto un entierro armenio no sé qué importancia se le concede a una ceremonia mortuoria, aunque pienso que la comitiva estará a la altura del mausoleo y a mí, que nada o casi nada me impresionan la mayoría de los espectáculos -especialmente los enlatados- tengo la seguridad de que el entierro del armenio será algo digno de ver.
Por si la monumentalidad del panteón hubiera despertado la curiosidad de algún lector puedo añadir que hay un hombre del mismo apellido que el que silencio consignado en el registro mercantil recientemente, en noviembre, en negocios que tienen que ver con la hostelería y que tiene su sede en Barcelona. Me atrevo a comentar estos pequeños hallazgos porque son del dominio público o están libremente publicados en internet. También porque pienso que aunque para nosotros los españoles en general una tumba merece, además del debido respeto, la más considerada discreción, también es verdad que cuando se erige un panteón tan grande, es porque no se repara ni en gastos ni se pretende pasar desapercibido. En cualquier caso, si conviene, no tengo ningún problema en retirar este post de la circulación.
Suele haber en las novelas personajes que seguramente los conocidos del autor pueden más o menos identificar o en los que pueden ver los rasgos de alguien que existe o existió. A pesar de que no dudo del valor terapéutico y salvífico de conjurar los fantasmas con los que cargue cada cual, nunca he sido muy amiga de la ficción, especialmente cuando la realidad le da quinientas vueltas. La ficción por tanto para mi solo tiene justificación cuando sirve para elegir de la realidad aquello que aprovecha para un relato pero deja de tenerlo cuando se le añaden como arquitrabes elementos que proceden de derribos, obra nueva y demás. No siempre los narradores saben tamizar la realidad. Después de haber sido una lectora afanosa en mi infancia, adolescencia y juventud, con los años he ido prefiriendo el género epistolar, la poesía, las autobiografías y los libros de historia bien escritos (que no las novelas históricas).
Algunos autores he oído hablar de tal manera de sus personajes y del proceso de creación de sus novelas, que tengo la certeza de que sí se forjaron en su imaginación y que incluso vinieron a tomar tal fuerza y autonomía que apenas podía hacer el narrador gran cosa por dominarlos. Esos personajes existen y me inspiran la mayor admiración, pero no abundan. Me conformo con las personas que hay a mi alrededor, que a veces tanto trabajo cuesta conocer bien, pero simplemente porque merecen tiempo, porque lo fácil -que sería partir de una serie de supuestos y prejuicios- no lleva muy lejos. Es más, todo cuanto suele percibirse en la segunda impresión es una especie de invitación al desbroce que me produce una pereza muchas veces invencible.

Mera fotografía registrada en SafeCreative *1301144341462 - Mas Pujol

Más imágenes del panteón: 1, 2

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