5.2.13

La eternidad y la rivalidad

—Muy pesado, espero que pase pronto esta tontería. Y es posible que pase pronto, porque como ya va tan desatado todo. Yo creo que el nacionalismo es como la familia de Julio Iglesias, que piensas “Bueno, el señor ya se está envejeciendo…”. ¡¡Pero es que tiene un hijo!! Toda tu vida vas a oír hablar de Julio Iglesias, ¿entiendes?, y de la familia de Julio Iglesias, toda tu vida, cuando te mueras, a lo mejor en una clínica o un hospital, allí habrá un hilo musical y estarás oyendo algo de la familia Iglesias. Y seguramente también algo del nacionalismo catalán.


ace varios años que va a la deriva o dando tumbos por internet una frase que un día escribió Paul Valéry ("La piel es lo más profundo"). Tantos años y tantos tumbos que esa frase ya ha pasado a ser casi un cliché, como "la chispa de la vida", por su uso y abuso. Pero aunque en la escritura y en la conversación se aprecia la frescura, también es verdad que un afán por ser original y dejar muy buena impresión acaba resultando tedioso y además inspira la sensación de que su artífice es bastante inconsistente. Los recursos típicos suelen ser: a) los símiles arriesgados, b) una grosería deliberadamente asombrosa con el fin de épater o impactar, sea hablando de la propia flora intestinal o del tamaño de las gónadas, y 3) dar a entender que se ha tratado a alguien que tiene -por decirlo mal y pronto- poder. Me pasé gran parte de mi año del C.O.U. alternativamente en un salón de billares y en el Zoo de Barcelona observando los chimpanzés y por lo tanto me siento en condiciones de afirmar que nuestro notable parecido -sobre todo entre los machos- también se produce en la forma de captar la atención de los demás e imponerse. 
Revierto la frase de Paul Valéry y confieso que para mí los sentidos del tacto y del olfato son tan precisos que he descartado de manera fulminante todo contacto con alguien a causa de resultarme desagradables las sensaciones correspondientes a los dos sentidos  animales más... ¿físicos? o menos educados. Y en los llamados niveles superiores de la conciencia (?) mi piel también es extremadamente suave para recibir bien según qué símiles o comparaciones, y solo consigo vencer con los hábitos de la buena educación recibida la repulsión por un olor repugnante o saturadísimo, una piel cuyo contacto me resulta repulsivo o un símil desgraciado. Muchas personas, con muy buen criterio, no usan las comparaciones precisamente porque en el eje en el que rotan dos ideas se producen fricciones que levantan ampollas o una tercera idea que no fue ni invitada ni tan siquiera evocada. 
La frase de Ignacio Vidal-Folch, que yo sepa la primera suya que leo en mi vida, con ser impactante en gran medida, también es incómoda. Y lo es porque descontentará a los nacionalistas, que no se sienten identificados con Julio Iglesias, tal vez el español más famoso, tanto como descontentará a los admiradores de Julio Iglesias, quienes no querrán ver mezclarse ideas en apariencia tan contrapuestas. En cualquier caso, a pesar de lo odiosas que son las comparaciones, la frase triunfa porque permanecerá en el recuerdo de quienes la lean y expresa bien gráficamente la idea de la continuidad y la inevitabilidad de un fenómeno.
Julio Iglesias Jr y Enrique Inglesias han hecho sus carreras artísticas hasta donde yo sé bastante al margen de la del padre, Julio Iglesias. Llegados a este punto declaro "a toda costa" (ay las metáforas marineras) que voy a soslayar el psicoanálisis y el complejo de Edipo ya que cada vez Freud me resulta más insufrible. En este caso su rechazo al mito que propuso Jung, de Electra, como contrapartida del complejo femenino hacia el padre, en mi modesta opinión invalidan la virtud de sus teorías sobre Layo-Yocasta-Edipo. Admitamos sin embargo que en el desarrollo de toda persona hay necesariamente lo que se ha dado en llamar "matar al padre" y que simplemente tiene que ver con el hecho de madurar o convertirse en un individuo y emanciparse. Se han escrito tantas novelas sobre la rivalidad entre padres e hijos, madres e hijas, que pienso que de alguna manera será raro quien no tenga unas mínimas nociones de los llamados complejos de Edipo y  de Electra.
Pero lo que no sé si está descrito es que a mi pobre entender han entrado en escena dos novedades. Una en el ámbito de la criminalística, que sucintamente plantearé como una "ampliación del escenario de la violencia doméstica". Ahora tras un sinsabor amoroso el ultrajado puede optar por matar a su rival, a su mujer, a los niños de su mujer, a los niños de ambos o a todo el mundo, incluyéndose -por este orden- a él mismo. Lo de las madres que dan muerte a sus bebés recién nacidos o menores de 3 años, ya no creo que se pueda explicar sobradamente con las meras teorías de los complejos freudiano y junguiano.
La segunda novedad es que he apreciado una cierta alteración de las pasiones, en este caso no luctuosa, de manera que hay madres y padres que hacen el ridículo por sus hijos y por sus hijas por la sencilla razón de que se ha producido una especie de anomalía generacional que seguramente también obedece a algún complejo o acomplejamiento. Ustedes, los que aquí en Barcelona no viven, no pueden ser conscientes del peso que está teniendo en la propagación del separatismo la matraca de los complejos intergeneracionales. Sí sabrán que Artur Mas y Oriol Junqueras están muy interesados en incluir en su famosa consulta a los menores de 18 años porque saben que precisamente los niños de 16 años son una pinza demográfica o democrática numerosa a favor de la ideología catalanista. Ver niños con banderas el pasado 11 de septiembre de 2012, lejos de alegrarme -como dije allá por el post 876- me produjo una cierta impresión de déjà-vu por un lado y de je ne vous comprends pas, parlez un peu plus doucement, s’il vous plait por otro. No me gustan los niños, y menos con banderas. Y tampoco los perros. De hecho, pienso que las banderas -como las tonterías- tiene que haber las justas. Ni más, ni menos.
Ya vimos niños en las concentraciones antiabortistas, en las que se usan como una especie de símbolo de lo que puede dar de sí una familia, que ya sabemos que es mucho. La Diada de 2012 también fue muy familiar, multiplicándose así el efecto de gregarismo y empalago feromónico generalizado. Y así, discúlpenme que vaya de una cosa a la otra, como sobre una turba, llegaríamos a ese efecto que se ha producido en la sociedad que mejor conozco, la de Barcelona. Hace años a un amigo nacido en el Tomelloso su hija le pidió que no la fuera a buscar a la escuela porque se avergonzaba de que hablase en castellano. Me lo confesó un día que desayunos juntos. Piénsese que algunos catalanes no solo se sienten diferentes al resto de los españoles, sino mejores. Con los años he visto como T.P.  se iba adaptando a la actitud de su hija hasta que la última vez que lo vi se dirigió a mí en catalán y ya no he sabido ni he querido saber si ha sido una opción definitiva o de reajuste transitorio. Pero en cualquier caso sorprende constatar como la causa del independentismo ha ido asimilando a muchos papás que de otra manera me temo que se verían rechazados por sus propias criaturas. De hecho mis sobrinos, de pequeños, se pensaban que mis padres (sus abuelos) eran tontos porque hablaban en gallego. A lo que hay que añadir como aclaración más que como apostilla que suponían que el gallego no era una lengua sino una especie de castellano mal hablado. No sé explicarlo mejor ni tampoco sé defender  un punto de vista que -despistando los viejos diagnósticos de las fases oral, anal y fálica- impregnara de una cierta racionalidad el panorama de por sí irracional de las familias, que siguen siendo nuestros pilares sociales.
Pido disculpas por haber descendido a la anécdota, a pesar de haber tomado como punto de partida la eternidad, pero se dicen tantas barbaridades desde la generalización y desde la categoría y hasta desde la Historia, que casi prefiero quedarme en lo que he visto con estos ojos que se van a comer los gusanos, lo crean o no.


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