28.2.13

Los conventillos

Carancanfunfa se hizo al mar con tu bandera
y en un pernó mezcló a París con Puente Alsina.
Triste compadre del gavión y de la mina
y hasta comadre del bacán y la pebeta.
Por vos shusheta, cana, reo y mishiadura
se hicieron voces al nacer con tu destino...
¡Misa de faldas, querosén, tajo y cuchillo,
que ardió en los conventillos y ardió en mi corazón.

(Música: Ángel Villoldo (¿1903?);
Letra: Enrique Santos Discepolo (¿1947?)
  / Juan Carlos Marambio Catán)
[Versión de Tita Merello]

No me voy a referir a la pía casa de las salesas de los Jardines Vaticanos, donde Benedicto XVI ha decidido pasar el final de su vida, sino a los conventillos bonaerenses donde convivían en inquilinato los emigrantes que llegaron masivamente a la Argentina el siglo pasado. 
Tita Merello, cuando canta lo de "siento que tiemblan las baldosas de un bailongo" parece como si fuera ella quien las hiciera temblar, mientras que la versión de Libertad Lamarque, con estar también dramatizada resulta estilizada, políticamente correcta, y ya no tiene ni gota del humo del querosén de los conventillos y ya no digamos de los burdeles. Para humo cerrado el que envuelve a Carmen la de Triana (Imperio Argentina) cuando cantaba "Los piconeros" en una taberna de película, y para temblor de tablas las de su taconeo cuando se encara a una mujer que le quiere quitar a su oficial, que está entre el público.  Y hace unos días falleció Marifé de Triana, de quien se ha dicho no ya que es la última de su generación sino la que mejor interpretó la copla en el sentido dramático. Yo de niña no pasaba semana que no oyera "Te he de querer mientras viva", porque los domingos los vecinos del sotano ponían su colección de discos de copla y flamenco en el tocadiscos pick-up. Juanito Valderrama y toda la peña iban pasando sobre la pletina. De lo que ya va quedando poca gente que se acuerde es de cuando un disco se rayaba y se encasquillaba una frase en un surco. Yo ya me sabía las rayas de los nuestros y me anticipaba un poco al caso, de manera que en cuanto se rayaba levantaba la aguja y con cuidado la desplazaba un poco más adelante. Alguno había que además de estar rayado hacía algún trompicón y se saltaba un estribillo como nada. He encontrado en Youtube un vídeo con un pick-up de "Castigos que manda el cielo", de otra de las cantantes que oía yo en mi patio (Perlita de Huelva), porque a los vecinos extremeños les gustaban mucho los fandangos. Si lo van a ver verán que le tienen puesta una peseta rubia sobre el cabezal de la aguja por eso, para que se aplome y no de saltos.
Se diría que aunque algunos nostálgicos siguieron a estos artistas, el llamado gran público -siempre tan caprichoso e inconstante- abandonó a sus principales figuras, pero yo nunca he olvidado aquellas canciones.  Se suele decir que el vídeo mató a la estrella de la radio, pero se dice menos que la portabilidad de la música y las lavadoras mataron las canciones que se cantaban entre labor y labor. Y es que por ese mismo patio por donde los domingos subían las voces de Juanito Valderrama y todos los representantes mayores y menores de Romero y su tocadiscos flamenco, también se oía cantar a las mujeres que lavaban la colada cantando. Como servidora procede de un barrio obrero y de emigrantes, cosa de la que no puedo más que enorgullecerme, el repertorio era variado. Y también hay que decir que había señoras que entonaban muy bien. Mi padre cantaba Gardel y la Habanera de "Carmen" (como "Juanita Banana") cuando se afeitaba a fondo, cosa que hacía los domingos. En las calles, las niñas sobre todo, mezclábamos los juegos con las canciones y con sus canciones en un repertorio prodigioso (por rico y variado) del que yo conseguí rescatar bastantes piezas, en parte gracias a que hasta hace poco aún gozaba de buena memoria, y en parte gracias al libro de Gabriel Celaya (La voz de los niños). Mi padrina cantaba cuando conducía, con la particularidad de que se inventaba la letra según la ocasión.
"El choclo" con el que abrimos el post hoy tiene en su última parte una letra ininteligible casi en su totalidad, gracias o por culpa del lunfardo que la trufa. Pero a mí me gusta y me recuerda a aquellas canciones infantiles con jitanjáforas ("Un gato se cayó en un pozo, las tripas le hicieron guá, arremoto piti poto, arremoto pitipá") por aquello de que a veces la letra mejoraba mucho cuando se saltaba las obviedades.

  
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Un gato se cayó en un pozo,
Las tripas le hicieron guá
Arremoto piti poto
Arremoto piti pá
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Un gato se cayó en un pozo,
Las tripas le hicieron guá
Arremoto piti poto
Arremoto piti pá
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