14.3.13

El ruido de las nueces

"No hay aplazaos ni escalafón,
los ignorantes nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,
da lo mismo que sea cura,
colchonero, Rey de Bastos,
caradura o polizón".
Enrique Santos Discépolo, "Cambalache" (*)

n las técnicas documentales se llama ruido toda la información inútil o espuria que además de no añadir nada entorpece a lo que verdaderamente tiene valor. Son resultados que redundan o copian, que adoptan la forma de datos y hasta las maneras de los buenos análisis, pero que hay que despejar. El ruido más reconocible es el que se cuela por la falta de precisión en la búsqueda, cuando no tenemos un término unívoco que designe específicamente el tema. 
Naturalmente al lado del ruido documental también se habla del silencio, que es cuando ante una búsqueda no se obtiene ningún resultado. Muy a principios de los noventa por ejemplo tuve que buscar en la principal base de datos bibliográfica de Medicina sobre el chocolate y no había nada. Hoy en día, apurando los términos "cocoa", "chocolate" y hasta "epicatechin" no pasan muy allá de los 12.000 documentos los resultados encontrados, que son pocos, habida cuenta de que hay más de 22 millones de registros bibliográficos. En especial cuando hay quien habla del chocolate poco menos que como de una panacea. Pero a principios de 1990 o 1991 no había ni un solo artículo, cosa que también es muy llamativa y que nos hizo pensar que la alargada sombra de alguna multinacional había arrojado un tupido velo de silencio y constreñimiento sobre el tema para que no se le escapara a su dominio. La misma multinacional que introdujo la leche preparada en África y agravó sus hambrunas.
Le prensa, algo que consumo homeopáticamente, esto es en dosis mínimas y manejándola como si fuera un veneno y su antídoto, tiene mucho tanto de ruido como de silencio. Si nos asomamos a la designación del Papa Francisco por ejemplo advertimos una especie de avidez informativa, no ya en el periodo de las previsiones y las predicciones (que remiten a "ver" y "decir") sobre quien podría ser el nuevo pontífice, sino en el de situar y clasificar al elegido a través de todos los atisbos, su trayectoria, posibles declaraciones, hemeroteca, comentarios, forma de comportarse, declaraciones y demás. La presteza de algunos comentaristas fue ayer casi obscena. Todo va muy rápido, cada vez más rápido, dispuesto a ser consumido o devorado y desechado también con rapidez. Bien mirado es un trabajo duro, el de no poder ahondar, el de documentarse someramente u opinar y tener que estar en la cresta de la actualidad influyendo en las hordas, reclamando una parte de la audiencia, su interés errático, caprichoso, tan exigente como inconstante.
Es algo que aún no tengo bien meditado pero pienso que igual que podríamos clasificar los textos entre el ruido y el silencio, también podría establecerse un punto de vista por el cual apreciemos si un texto se ha hecho en dos patadas de improviso o si es ponderado, el resultado de un proceso casi invisible. Está claro que cuanto más se conoce un oficio más podemos correr o improvisar. Y además un trazo desnudo o un brochazo fresco puede ser más elocuente que todas las veladuras que se quieran. Lo malo no es eso, lo malo es -como dice el tango- la impostura.

MET Metropolitan Museum of Art (Nueva York). Elliott Erwitt, 1928

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