30.4.13

Por obra de las musas


n algunos pisos del barrio en que me crié había unas baldosas que reproducían la idea del original íntegro de la cerámica del "trencadís" de la foto de hoy. Parece que la pretensión era imitar las vetas del mármol o, en una segunda hipótesis más remota, las ondas del vidrio soplado. No consigo saber si eran una variante muy sencilla y económica de las baldosas hidráulicas decoradas o si era terrazo o qué. Tampoco he conseguido ninguna fotografía en internet para poder mostrar mis recuerdos. Quedan pocos pisos de lo que fue en su principio el Turó de la Peira y los que quedan seguramente sufrieron reformas y los pavimentaron con gres o con laminado a juego con unas puertas también renovadas según la moda reinante o gobernante. Si algún día vuelvo a ver una sola baldosa de aquellas la fotografiaré aunque solo tenga a mano el móvil. La de la fotografía o las de la fotografía proceden del "trencadís" que decora la escalera que sube por el Parc Güell, donde el dragón, desde las casitas llamadas de Hansel y Gretel. Se combina la mampostería y un mosaico compuesto por cuadrados como el que ven, todos diferentes, y un fondo de fragmentos blancos.   Gaudí y Jujol usaron restos de platos, tazas de café y desechos de una fábrica de baldosas de Esplugues de Llobregat.
Alguna vez he ido a Els encants vells (Fira de Bellcaire) y tengo el mayor interés en asistir a una de las subastas públicas que se realizan algunas veces, antes de las nueve de la mañana. Hace unos años pasaba bastante a menudo por allí cerca, con la bicicleta, y observé que se había creado toda un cinturón oportunista de manteros, chatarreros, etc. Diremos que los "Encants", documentados desde el siglo XIV, son propiamente una pública subasta, tal y como se recoge la definición de encantista en el Diccionario de María Moliner. Veo que lo que en los años 60 se llamaba "Gremio de encantistas y vendedores ambulantes de la provincia de Barcelona" ahora es el "Gremi d'encantistes i marxants de Barcelona i província". Es todo un mundo. El gremio de los brocanters (galicismo para "chamarileros") también menudea el objeto usado pero siempre que tenga unos 50-100 años de antigüedad, porque los objetos más antiguos son ya del ámbito de los anticuarios. Como yo soy de natural desconfiado lo miro todo esto con un cierta reticencia y pienso que puede ser que sin mala fe igual hay objetos de los brocanters que más bien son para encantistas y viceversa, y que en el top manta que se ha organizado al calor de la feria también puede haber alguna cosa interesante, como las hay en la basura. 
El verano pasado hicieron un documental en TV3 que aún se puede ver en internet, "Simfonia d'un mercat". Impagable es en el minuto 27:03 del perro tuerto con collar de perlas de plástico, en el bolsillo para los congelados de un carrito de la compra. O el vendedor del 31:36 que eructa y se despide de su compradora diciéndole "¡Hala, buitre!". Si a este señor lo llevaran a un curso de Entrepreneurship de la Babson University de Massachussets, que es el no va más del marketing empresarial, iban a flipar. Ahí se pueden hacer una idea de lo que pueden encontrar, aunque los asiduos van frecuentemente porque lo que vale la pena es ir muchos días ya que nunca es igual. Por muy bien que estén Ebay o Todo colección, plataformas que lo son de subasta por internet, yo siempre encontraré los mercados como Els Encants fascinantes.
Los licitadores que compran los lotes subastados a primera hora luego los venden en días sucesivos. A los encantistas luego se les puede regatear, cosa que no todo el mundo sabe ni está dispuesto a hacer, de ahí el interés de ir varias veces y observar. Yo nunca compré nada pero es que pocas veces necesito algo de lo que hay ni ahí ni en El Corte Inglés. Eso sí, cuando necesito algo no cejo hasta que lo consigo, como si se me pusieran las neuronas en fila india. Extrañamente, el Mercat de Bellcaire o Els Encants no tiene el prestigio del Marché aux Puces o el Rastro madrileño o los de Londres y Berlín, pero tendría que tener el mismo atractivo o mayor que cualquiera de los centros turísticos de Barcelona.
Ya dije en un post pasado, "Tontos, tantos y tanteos" que las subastas tienen algo triste: "Parece ser que en las subastas mesopotámicas se mostraban en primer lugar las mujeres más valiosas o aquellas que la naturaleza había agraciado con mayores dotes. En el acto se iba descendiendo hasta las que estaban menos dotadas". El orden, tanto si es ascendente (subasta inglesa) como si es descendente como en la babilónica a la que me retrotraje, siempre obedece a algún motivo, aunque escape a nuestra comprensión.
El lote de la subasta puesto en la plaza recuerda un poco a los restos de los naufragios cuando llegan a la orilla del mar  o a las mudanzas cuando llegan a la otra casa, desparramados en un orden de desalojo, de revista, de indefensión, como desnudos o expuestos a la luz, a la intemperie, a la consideración de muchos ojos críticos que miran abiertamente los defectos posibles.
Las rajoles del trencadís de Jujol y Gaudí nunca llegaron a pertenecer a una cocina o a un baño, parece ser. Eran azulejos que no se podían aprovechar porque ya se habían roto antes de salir de la fábrica. Pero hay hoy en día muchas personas que son capaces de aprovechar materiales de deshecho de la construcción y darles una segunda vida.
Curiosamente la palabra mosaico tiene dos acepciones que no diré que son opuestas, pero casi. Una es la del adjetivo para Moisés; de "Moisés" salió "mosaico". La otra acepción es la referente a las musas y se sobreentiende opus. Opus mosaicum, "por obra de las musas". 

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