3.6.13

La tranquilidad

eleo y releo en la prensa que el autodenominado "maestro" y monje shaolín del templo budista Océano de tranquilidad, Huang Carlos Aguilar es sospechoso de haber dejado en coma a una mujer y está siendo investigado porque se han encontrado en su gimnasio o dojo restos humanos procedentes de diferentes cuerpos. Gente que buscaba con él "superar su instinto animal y entrar en otro plano [...] espiritual, de sabiduría o trascendencia". Ya hace tiempo que vengo observando que hay una proliferación inaudita de maestros, iluminados varios, masajistas, echadoras de cartas, terapeutas por lo reiki de toda índole y de las trescientas mil escuelas que lo trasmiten. Aunque servidora ha practicado yoga y taichi durante muchos años y ha conocido a personas impecables, también es verdad que he conocido algunos pelagatos, caraduras y chalados de diverso jaez a los que nunca les faltó una tropa de fervientes seguidores dispuestos a creer a pies juntillas cualquier idea, sobre todo si es exótica, si le representa un desembolso que está dentro del margen que cada cual está dispuesto a perder en imprevistos y caprichos y si le procura algún rendimiento.
Para quien me conozca ya se habrá dado cuenta que no suelo meterme mucho con la gente que ha optado por una forma de ganarse el pan que puede ser cuestionado pero que muy dañoso no es. Al fin y al cabo, si quitamos a los agricultores, a los marineros, a los maestros de primaria y secundaria, a los dentistas, a los podólogos, a los bomberos y a pocos profesionales más que no sean por definición terciaristas, parásitos, comisionistas y demás, casi no nos salvaríamos nadie. Mi trabajo es prescindible, aunque debo admitir -cosa que me declara como idiota- que he ayudado con él a promocionarse a mucha gente, a descansar en mí labores de una cierta dificultad técnica que no podían confiar a nadie, más que nada porque no hay tantos idiotas que tengan la tenacidad de cumplir con diligencia, esmero y escrupulosa pulcritud con faenas tediosas y de detalle. Pero gente realmente necesaria hay poca, seguramente. Y pienso que estas hordas de vendedores del elíxir de la perpetua tranquilidad y la paz espiritual total  son perfectamente obviables, además de una plaga. No tenemos bastante con los profetas de verdad como para tener que soportar a los otros.
La tranquilidad dije un día es para mí preferible a la felicidad, como si fueran dos deseos o intereses opuestos. Cualesquiera de las corrientes espirituales, filosóficas y hasta económicas del mundo occidental y oriental sabe que el mucho desear causa inquietud. Una ansiedad terrible. Y los maestros del zen, de la doctrina cristiana y del yoga nos han advertido que la ambición espiritual no es mejor que la codicia material. De hecho, para los que han cursado el camino de perfección son lo mismo. Lo dijo Patañjali, lo dijo San Juan de la Cruz y de alguna manera subyace en el taoísmo. 
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Descendiendo a otro nivel, el del mero bienestar cotidiano, observo en mi entorno que hay nerviosismo, irritación, burn out, ansiedad y que hay personas que -buscando un cierto sosiego- acuden a sesiones de yoga, shiatsu, diferentes tipos de masaje, chikung, danza del vientre y bailes de salón. Y no se trata de personas que tengan dificultades familiares o un colchón social sórdido. A veces, incluso, cuanto mayor es el nivel económico, mayor es también el desasosiego, la agitación, los nervios. Le es imposible relajarse y una relajación profunda solo consigue colocarles en un estado de crispación que es mucho peor porque ha rozado tensiones que estaban aprisionadas bajo capas y capas de ideas no menos contracturadas que sus trapecios. También se encuentra un cierto alivio en licores y fermentos que consiguen sofronizar las aspiraciones que nada puede colmar, pero todos sabemos que la mezcla de la ansiedad y el alcohol tiene consecuencias adversas. Tal vez comer una tableta de chocolate o una bolsa de medio quilo de snacks calma el animalito al que se refería Huang Carlos, pero entonces es posible que se convierta en un monstruo debilitado y exigente, procaz, compulsivo, insaciable.
Tingshas o címbalos tibetanos

En esto como en todas las cosas, si me perdonan que exprese mi opinión, hay que optar por hacer -como diría Santa Teresa, por lo que nos haga amar. "Lo que os haga amad, eso haced". Y aparte de eso hay que mirar por la salud, sin pasarse, y por no tirar el dinero porque cuesta mucho ganarlo. En otro orden de cosas, la valeriana va muy bien.  Y menos tele y más caminar. Marta dixit.

P.S. Por cierto, he perdido mi disco de cuencos tibetanos. He rebuscado en todas las cassettes de todos mis otros discos y no sale.

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