23.12.14

El nido del tilonorrinco (o Veintiocho Barcelonas)

"Por el mundo adelante hay muchas Barcelonas: una en el Valle de Oro, en tierras de Lugo; otra a la sombra de Bunyola, en la isla de Mallorca; cuatro en Francia; la séptima en Inglaterra; la octava en Sicilia de Pozzo di Gotto; aún otras dos en las islas Filipinas; dos más en Colombia y otras tantas en Bolivia y en el Brasil; diez más en Venezuela y una en el Ecuador y otra en Puerto Rico. Total, veintiocho y, probablemente, alguna más trasconejada por los recovecos de la geografía, esa ciencia confusa."
Camilo José Cela, Barcelona: Calidoscopio callejero, marítimo y campestre de Camilo José Cela para el Reino y Ultramar 

uisiera saber si una de las diez Barcelonas que cuenta Cela en su guía de 1970 como venezolana es la de Aruba, que en realidad es posesión de los Países Bajos. No he encontrado en la obra del escritor un error de bulto como ese ni aún otros, por lo que me inclino a creer que habría 29 Barcelonas, muchas más que las que admite la Wikipedia el día de hoy.
La guía de Barcelona de Cela se deja leer bien -como guía, me refiero- porque se mantienen en pie la mayor parte de los edificios que menciona y porque como en toda su obra los elementos están dispuestos en la proporción idónea. Esto es que le concede poco más o menos el mismo número de líneas a la Sagrada Familia que a la calle Petritxol, cuestión que para muchos lectores puede parecer un despropósito pero que a mí me parece bien si tenemos en cuenta que la ciudad es como un diorama o un escenario del que nos queremos llevar una idea general. También me parece bien porque le tengo mucho más cariño a la calle Petritxol que a la Sagrada Familia. Naturalmente, por esas cuestiones de la impermanencia de todo cuanto somos y de cuanto nos rodeamos (con la excepción tal vez de la Coca-Cola y poco más), la calle Petritxol del año 1970 y la de 2014 es bien diferente. Permanecen fundamentalmente la Sala Parès (galería de arte), la "Granja Pallaresa" (1947) y "Dulcinea" (abierta como taberna en 1789 y como vaquería o tienda de aceites a granel en 1930). Pero hay muchos establecimientos que cambiaron de orientación o de dueños. Por ejemplo, recuerdo una tienda de material de dibujo y pintura que se encontraba ya tocando la calle de Portaferrissa. El Piera de Cardenal Casañas se ha mudado, por la entrada en vigor de la nueva ley de arrendamientos supongo, a la calle Pintor Fortuny, a unos 300 metros de donde estuvo o tal vez menos. La tienda es más grande y está peligrosamente cerca de la Granja Viader.
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Nuestro apego a las cosas tiene que ver con el arraigo o con la necesidad de pertenencia o de tener un punto de referencia estable. Por poner un ejemplo de como se nos mueven cosas que parecían de toda la vida me di cuenta ayer de que lo que yo me pensaba que eran participaciones de lotería, no eran más que números con los que solo participaba en el sorteo de paneras. Eran los números que cada año compro a los estudiantes de Medicina de la UAB o a alguna cafetería del barrio. Por Navidad suelo comprar un solo décimo, pero además compró participaciones. Cuando me di cuenta de que eran paneras no adiviné que era a causa de que el impuesto de Cristóbal Montoro impone una obligación al que da participaciones de correr con el gravamen. El impuesto no se paga a escote, lo paga el depositario. Por lo tanto, el impuesto de Montoro se ha cargado las participaciones. Las paneras a mí no me hacen ilusión porque no sé cortar jamón, todo engorda y no bebo licores, así explicado rápido y mal.
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Una pequeña catástrofe doméstica me ha empujado a pensar si no valía la pena meterse a aprovechar la movida de albañilería, fontanería y demás para reformar dos piezas más, eso sin contar con lo que cuesta. Me doy cuenta de lo fácil que es emparrarse en ideaciones de remodelación y decoración cuando sencillamente cuanto menos cambiemos las cosas tal vez se vive mejor.
Mientras yo fui aguantando de mi pobre cocina de la obra original había vecinos que ya se habían reformado la suya dos veces. Cuando ya amenazaba ruina y era impensable que pasara con bien las inspecciones del gas, no cuando vi una idéntica en "Cuéntame", decidí que había llegado el momento de organizar su reforma en dos fases y eso sin cambiar ni el suelo ni la cerámica de las paredes. Mi sistema nervioso pudo soportar las dos acometidas respectivas porque fueron cada una de cosa de una semana y con una distancia de 3 años.
Ya lo he dicho otras veces: si tengo que cambiar de sofá me mudaré de piso. Y es que cambiar el sofá mueve no sé qué resortes que nos hacen ver que si la lámpara, que si el suelo, que la pared necesita una buena mano de pintura, que las puertas, etc. Y cuando veo en la TV o en las revistas del corazón los pisazos y las casazas de los famosos o no tan famosos también pienso en el jaleo que hubo y en que muchas de las cosas que nos muestran seguramente nunca se usarán.




Ptilonorrhynchus violaceus. Nido.


"[...]  el pájaro satinado de enramada no es especialmente impresionante a simple vista: tiene más o menos el tamaño de un tordo y un plumaje de un color azul oscuro que despide un brillo metálico cuando le da la luz. Francamente, parece que llevara un traje de baño azul viejo y brillante, y cabría pensar que sus posibilidades de inducir a la hembra a olvidarse de la pobreza de su vestuario son nulas. Pero lo logra con un truco sumamente astuto: construye una enramada[...]. 
"El tilonorrinco estaba encantado: descendió por los alambres para quitármelo todo cuidadosamente de los dedos y después volvía a saltos a su quinta para ordenar las cosas. Se quedaba mirando la decoración un ratito y después daba un salto adelante y cambiaba de posición un billete de autobús o una hebra de lana para dejarlos de la forma que a él le parecía más artística. Cuando quedó terminada la enramada tenía un aspecto verdaderamente encantador y decorativo, y se puso delante de ella acicalándose, y de vez en cuando abría una ala como para indicar orgulloso lo que acababa de hacer. Después fue entrando en su pequeño tunel y saliendo de él, volvió a colocar dos de las conchas de mar y empezó a posar otra vez, con un ala abierta. Verdaderamente había trabajado mucho para construir su enramada y me daba mucha pena, pues todos sus esfuerzos eran en vano: aparentemente su pareja había muerto hacía algún tiempo y ahora compartía  la pajarera con unos cuantos pinzones ruidosos a los que no les interesaba nada su destreza arquitectónica ni su exhibición de tesoros domésticos"
Gerald Durrell, "Galanteos animales", Encuentros con animales.

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